Taiwán prepara una resistencia larga contra una invasión china
A Pekín solo le valdría una acción relámpago que inutilizara la capacidad defensiva de Taipéi
Pablo M. Díez
Si quieres la paz, prepárate para la guerra. La vieja máxima romana tiene hoy más validez que nunca en Taiwán , la isla independiente ‘de facto’ reclamada por China. En su auge imparable para reemplazar a Estados Unidos como primera potencia mundial, el régimen ... de Pekín se ha marcado como objetivo irrenunciable, casi sagrado, reunificar este territorio separado del continente desde el final de la guerra civil en 1949. Tras la recuperación de las antiguas colonias de Hong Kong y Macao , Taiwán es la patita que la falta al mapa chino para completar la figura del gallo que tanto enorgullece en este país.
«Ocurrirá tarde o temprano», avisa el presidente Xi Jinping , quien se ha erigido en el líder más autoritario desde Mao y el próximo año se perpetuará en el poder. En sus discursos pregona la vía pacífica, pero Pekín promulgó en 2005 una “ley antisecesión” que justifica el uso de la fuerza contra Taiwán si declara formalmente su independencia.
Aunque esta posibilidad es remota, la tensión ha ido en aumento desde que en 2016 llegó al poder la presidenta Tsai Ing-wen, quien entona un marcado discurso soberanista muy distinto al acercamiento que propugnaba su antecesor del Kuomintang, Ma Ying-jeou. Así lo atestiguan las incursiones el mes pasado de 150 aviones chinos en la Zona de Identificación de Defensa Aérea de Taiwán y las cada vez más violentas arengas de los medios estatales.
Consciente de su debilidad ante el gigante chino, esta isla de 23 millones de habitantes sabe que jamás podría ganar una guerra. Además, sería una catástrofe no solo para ambas partes, sino para todo el planeta por su tremendo impacto económico. En caso de que estallara una contienda, a Pekín solo le valdría una invasión relámpago que inutilizara la capacidad defensiva taiwanesa y le permitiera controlar su territorio en poco tiempo. La clave sería hacerlo antes de que se movilizaran la comunidad internacional y, especialmente, EE.UU., que en 1979 se comprometió con el Acta de Relaciones con Taiwán a defender la isla si era atacada.
En previsión de este escenario, que podría desatar una III Guerra Mundial con armas nucleares, el Gobierno de Tsai Ing-wen cultiva sus relaciones diplomáticas, como se ha visto con la primera visita oficial de una delegación del Parlamento Europeo, y se refuerza militarmente. Pero su objetivo no es vencer a China, algo imposible, sino ofrecer la máxima resistencia posible para repeler la invasión y ganar así tiempo con el fin de lograr el apoyo internacional.
«Sería una guerra asimétrica, porque China intentaría acabarla pronto y nosotros deberíamos alargarla para hacer fracasar la ocupación», explica a ABC el experto militar Si-Fu Ou, del Instituto para la Defensa Nacional e Investigación de la Seguridad de Taiwán. Aunque sabe que «Pekín tiene ahora más capacidad aérea para atacar y dispone de más de mil misiles apuntando desde su costa», asegura que «lo más preocupante es una invasión anfibia o con paracaidistas».
Para hacer frente a esta amenaza, el Gobierno taiwanés ha aumentado durante los dos últimos años sus compras de armamento a EE.UU., su principal aliado, hasta superar los 4.000 millones de dólares (3.460 millones de euros) en misiles antiaéreos y antibarcos y sistemas defensivos . Para el próximo año, ha llevado al Parlamento, donde tiene mayoría, un presupuesto militar de 471.700 millones de dólares taiwaneses (14.500 millones de euros). Además, prevé un gasto adicional de 240.000 millones de dólares taiwaneses (7.440 millones de euros) hasta 2027.
Esa es la fecha que el Pentágono baraja para una posible invasión porque la Armada china ya tiene más barcos que la estadounidense: 360 frente a 297 según el último informe del Congreso. Pero Si-Fu Ou apunta a 2024 «porque ese año hay elecciones en Taiwán y China podría aprovechar el vacío de poder mientras se forma Gobierno».
A su juicio, las recientes incursiones aéreas chinas persiguen «ensayar un ataque coordinado desde todas direcciones para decapitar la capacidad defensiva de Taiwán». Para él, «la clave sería responder atacando las bases de la costa china para interrumpir la ofensiva y bloquear sus barcos, incluyendo los civiles y los petroleros, en el Estrecho de Formosa», que tiene 180 kilómetros. Además, Taiwán debería controlar los ciberataques a las infraestructuras civiles y militares y posibles sabotajes de espías infiltrados.
Aunque los misiles taiwaneses podrían llegar hasta Pekín o Shanghái, Si-Fu Ou cree que solo contraatacar bases militares y silos de misiles detendría la ofensiva: «No podemos derrotar a China, solo hacer fracasar su intento de invasión».
Entre 1955 y 1958, la China de Mao intentó conquistar Taiwán y bombardeó las islas más cercanas a sus costas, como las de Kinmen y Matsu, pero jamás pudo conquistarlas. En 1995 y 1996 estalló otra crisis cuando Pekín disparó una serie de misiles para amedrentar a los taiwaneses antes de sus primeras elecciones democráticas, lo que llevó a Estados Unidos a desplegar en la zona dos portaaviones con sus buques de apoyo. Tras la retirada estadounidense de Afganistán, muchos se preguntan si Washington saldrá otra vez en ayuda de Taiwán, que intenta ganarse el respaldo de las democracias occidentales frente a la amenaza china.
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