De la Revolución Naranja a la guerra, el doloroso camino de Ucrania a la UE

Hace ya 30 años desde que la Unión Soviética dejó de existir como tal y Ucrania se convirtió en un país independiente. Con una población similar a la de España, con cientos de miles de personas ya perfectamente integradas en las sociedades occidentales, podría ser uno de los países más importantes de la UE en muchos aspectos. Sin embargo, también le unen milenios de historia común con Rusia y el mundo eslavo, con el que comparte leguas y la estructura económica heredada de la URSS. Durante estas tres décadas, Ucrania se ha debatido entre estas dos opciones, lo que ha ahondado la división interna y, sobre todo, el apetito del dictador ruso Vladímir Putin , que nunca ha sido capaz de asumir la idea de que la vieja cuna del mundo ruso sea verdaderamente un país independiente y ya no una mera «gubernatura» de Moscú.

Las primeras banderas ucranianas aparecieron en Bruselas en 2004, cuando grupos de jóvenes viajaron hasta la capital europea para defender aquella Revolución Naranja que lideraba Víktor Yúshchenko , el líder proeuropeo que casi no sobrevive a lo que todo el mundo entendió que fue un intento de envenenamiento por parte del Kremlin. Las instituciones y los partidos políticos europeos apostaron por él, pero su aventura terminó en 2008 con una pelea intestina con su aliada, la icónica Julia Timoshenko , en medio de una selva de corrupción y traiciones. La vuelta al poder de los partidarios de alejarse de Europa para mantener un vínculo privilegiado (y subordinado) con Rusia en la figura de Víktor Yanukóvich podría haber enfriado también el interés por parte de la UE hacia Ucrania, pero en realidad este se hizo más fuerte. En 2012 Bruselas ofreció la firma del acuerdo de asociación que estaba sobre la mesa desde 2008 y que es el paso previo al inicio del proceso de adhesión, lo que incluye un área de libre comercio a cambio de las reformas necesarias para acercarse a los estándares europeos en materia electoral y de lucha contra la corrupción. Putin ofreció entonces a los ucranianos un tratado comercial preferente, una unión aduanera y ayudas económicas directas, a condición de que no firmasen el tratado con la UE. Las peripecias que ha atravesado este instrumento que no fue firmado hasta que Yanukóvich no fue obligado a huir del país por los manifestantes proeuropeos en 2013, y que solo se aplica parcialmente porque las reformas necesarias se estancan en un país con un frágil tejido institucional, han sido el preludio de esta guerra. Un año después se produjo la invasión de Crimea y empezó la guerra en el Dombass.

La llegada al poder de un presidente como Zelenski , un popular cómico, avivó en Bruselas cierto escepticismo sobre el futuro europeo de Ucrania, pero no en Polonia, un país que tenía ya capacidad para influir decisivamente en la política exterior comunitaria. Polonia mira siempre con una gran desconfianza hacia Rusia y sus dirigentes –de todo signo– han utilizado cualquier recurso a su alcance para intentar protegerse. Por ello, cuando estalló la revolución del Maidán, los polacos lograron no solo que toda la UE –empezando por Alemania– apoyara políticamente a los ucranianos proeuropeos sino que también interviniera sobre el terreno a través de instituciones creadas específicamente para ello como el European Endowment for Democracy (EED).

La guerra parece haber roto ese empate permanente entre prorrusos y proeuropeos y Ucrania se dirige claramente hacia Occidente. O lo que que quede de Ucrania tras esta guerra.

Convergencia . Un tratado de Asociación se considera como el primer paso para que la UE pueda dirigir las reformas que ha de hacer el país para acercarse a las condiciones necesarias para pedir formalmente la entrada. También le permite acceder a los primeros fondos de ayuda para ello.

Candidatura . Cuando un país pide entrar en la Unión Europea, los miembros han de considerar admisible la petición y enviarla después a la Comisión Europea, encargada de determinar si el candidato cumple lo que se conoce como los Criterios de Copenhague.

Dictamen . El dictamen de la Comisión se basará en criterios políticos teniendo en cuenta las circunstancias que concurren en estos momentos, pero no puede ignorar que Ucrania está todavía muy lejos de cumplir con los estándares necesarios tanto en lo institucional como en lo político.

Negociación . Aceptada la petición, el país accede al estatus de candidato, lo que permitirá iniciar el proceso de negociaciones capítulo por capítulo, algo que lleva varios años. Y finalmente la adhesión ha de ser aceptada por todos los países miembros.