Charles Taylor, condena sin consuelo

Durante el juicio (aplazado en numerosas ocasiones desde su apertura en 2007 en La Haya), Taylor, de 64 años, ha negado siempre esta cuestión, definiéndose como «un hombre de paz» que solamente intentó proteger a su país de posibles ataques del Estado vecino. No en vano, es precisamente la doble moral y la politización de este tribunal lo que mayor polémica suscita.

En 2000, Sierra Leona y las Naciones Unidas llegaron a un acuerdo para establecer un Tribunal Especial para procesar los crímenes tanto internacionales como nacionales cometidos durante el reciente conflicto en aquel país. En 2009, la Comisión de la Verdad y Reconciliación de Liberia recomendó que, durante 30 años, se le prohibiera el total ejercicio de cargos públicos a la actual presidenta del país africano, Ellen Johnson-Sirleaf . En el horizonte, su primigenio apoyo, a finales de los 80, a la barbarie del entonces líder rebelde Charles Taylor.

Sin embargo, la comunidad internacional tuvo una idea aún «mejor» para premiar su biografía. En octubre, la mandataria liberiana era galardonada con el premio Nobel de la Paz . «Cuando el avión todavía no ha aterrizado, no deben cambiarse los pilotos», apelaban los carteles de su reciente campaña electoral.

No obstante, ésta no es la única polémica que persigue a otras cortes ad hoc (tribunales creados puntualmente por la ONU para castigar las violaciones a la ley internacional). Tal es el caso de las audiencias tradicionales «Gacaga», instauradas en  Ruanda  para juzgar a los culpables del genocidio en 1994 y cuyos números se han demostrado infinitamente más exitosos que los del foro judicial que, bajo el amparo la ONU, enjuicia estos mismo crímenes en la localidad tanzana de Arusha ; o el del Tribunal para la ex Yugoslavia, acusado muchas veces de flaqueza operativa.

Mención aparte merece el Tribunal Penal Internacional . En la actualidad, este juzgado independiente -a quien la reciente campaña mediática para capturar al rebelde ugandés Joseph Kony ha sobredimensionado- cuenta con siete procesos en curso (la totalidad, en el continente africano). De todos ellos, el caso más llamativo es el de Kenia. Sobre todo, por su perfecta representación de la «fisonomía» del tribunal. Pese a que el Gobierno keniano delegó en esta Corte el enjuiciamiento de los principales responsables de la ola de violencia post electoral que asoló el país en 2008 , curiosamente dos años después, el presidente de Sudán,  Omar al Bashir , (quien cuenta con una orden de busca y captura por crímenes de guerra) paseaba con total impunidad su dictadura por las calles de Nairobi.

Una jactancia moral y chulería ante las víctimas que, como la demostrada en el caso de Charles Taylor, quizá sea imposible de borrar por tribunal internacional alguno. Sea cual sea la sentencia.