Biden incendia en una semana las relaciones con Pekín y Moscú

Toda la atención estaba puesta en la celebración de la primera cumbre EE.UU.-China el jueves y viernes en Anchorage (Alaska). En ella participaban delegaciones de alto nivel de las dos grandes potencias globales, comandadas por Antony Blinken , secretario de Estado de EE.UU., y Yang Jiechi, jefe de la diplomacia china.

El encuentro arrancó en una bronca pública, con las cámaras de los medios como testigo. Los saludos iniciales -normalmente una formalidad que incluye agradecimientos, corrección y planteamientos generales sobre los objetivos de la cumbre- se convirtió en un cruce de acusaciones.

Lo inició Blinken, que dijo a la cara de su homólogo que China es una «amenaza a la estabilidad global» y denunció sus abusos de derechos humanos, comercio, represión en Hong Kong y Xinjiang, ciberataques… Yang replicó con una lectura de cartilla a EE.UU. -desde su intervencionismo militar por todo el mundo al racismo contra la minoría negra- en la que se saló el protocolo y se explayó durante casi veinte minutos.

Blinken y Yang alargaron los reproches -el representante chino criticó el tono «condescendiente» de EE.UU.- y la cumbre se acabó el viernes con una certeza: no ha servido para mejorar las relaciones. «Hay una serie de asuntos en los que estamos fundamentalmente enfrentados», dijo Blinken. «No es sorprendente que cuando los planteamos con claridad y de forma directa recibamos una respuesta a la defensiva».

Desde Washington, Biden aseguró estar «muy orgulloso» del papel desempeñado por Blinken en Alaska, en una muestra de que el presidente de EE.UU. ha optado por imponer una posición de dureza en las relaciones exteriores.

Durante la presidencia de Donald Trump , los demócratas y sus aliados criticaron la gestión caótica e intempestiva del expresidente en el plano internacional y su retórica incendiaria. Biden llegó a la Casa Blanca envuelto en la bandera del multilateralismo pero, al mismo tiempo, dispuesto a mostrarse como un hombre fuerte frente a China y Rusia. Al gigante asiático, su Administración ha calificado como «la mayor amenaza geoestratégica en el siglo XXI». Frente a Rusia, ha optado por una posición enfrentada desde el primer minuto, al contrario que las últimas presidencias, que han buscado ‘empezar de cero’ sus relaciones con Moscú, y muy lejos de la amabilidad que mostró Trump.

Biden tensó la cuerda esta semana, pocos días antes de la cumbre con China. Llamó a Putin «asesino» lo que provocó una refriega diplomática con Moscú desconocida en los últimos años.

Putin aprovechó el ataque de Biden para decirle, como en el patio del colegio, que «el que lo dice lo es» y aseguró que el presidente de EE.UU. «proyecta» contra él por las muertes de nativos americanos y por la esclavitud de los negros.

«Está claro que Biden no quiere normalizar las relaciones con nuestro país», reaccionó el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov . «Nos guiaremos por ello a partir de ahora».

Moscú también decidió retirar de forma temporal al embajador de Rusia en Washington, Anatoli Antonov , una decisión que no se ha producido en más de dos décadas.

Las fricciones con China y Rusia tienen mucho de teatro político, pero dejan claro que la Administración Biden no rehuye la confrontación. Ha impuesto sanciones a autoridades de ambos países en las primeras semanas de su presidencia y busca apoyos para crear un frente común con sus aliados.

Sin embargo, EE.UU. también requiere de la cooperación de ambos rivales. Con China, necesita su apoyo para asuntos clave como la recuperación del acuerdo nuclear con Irán , los avances en cambio climático o el freno al programa armamentístico de Corea del Norte. Respecto a Moscú, acordó una extensión del programa de control de armamento nuclear NewSTART a pesar de la agresividad retórica.

Lo que la semana deja claro es que se anticipa una nueva era de tensiones entre potencias globales, en especial, una creciente rivalidad entre EE.UU. y China , que gana posiciones en países en desarrollo en América, África y Oriente Medio con su pujanza económica y tecnológica.

En la semana que entra, el ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov , visitará China, en un viaje en el que se discutirán las recientes tensiones de ambos países con EE.UU.

Blinken, que acaba de finalizar una gira en Asia para cimentar los apoyos estratégicos de Japón y Corea del Sur en la región Asia-Pacífico, viajará a su vez a Bruselas para una reunión de la OTAN, en el que el posicionamiento común frente a China será uno de los principales puntos en la agenda.

La Administración Biden busca que sus socios europeos sean pieza clave a la hora de contener a China en comercio global , ciberataque o abusos a derechos humanos.

A favor de Biden está el hecho de que, en un momento de gran polarización política en EE.UU., plantar cara a China es algo que une a republicanos y demócratas. Un grupo de legisladores de ambos partidos presentó el viernes una resolución para censurar los ataques de Pekín a la democracia en Hong Kong. «Todos los estadounidenses deben unirse contra los tiranos de Pekín», defendió el senador republicano Ben Sasse . «Fuerza y medidas es lo único que entiende el partido comunista chino», dijo el diputado Mike McCaul , el republicano de más alto rango en el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.