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África se enfrenta a dos graves amenazas: el coronavirus y el hambre

Aunque lentamente, el Covid-19 se propaga por el continente negro con 7.105 contagiados y 324 fallecidos

Enfermeros en pleno trabajo en el hospital de Kinsenso K. L. S.

Lwanga Kakule Silusawa

Esta tarde ha llamado Jacques, de 56 años y padre de siete hijos. Ha contado que, hace cuatro días, se le han acabado las pocas reservas de comida que tenía en casa y que, como no trabaja estos días, él y su familia lo están pasando muy mal y que temen lo peor. Ni siquiera ha empezado el confinamiento total en Kinshasa, la capital congoleña, pero Jacques ya siente el peso de la crisis. Y no es el único.

El 4 de marzo 2020, todo el continente africano registraba solo 11 casos de personas contaminadas por coronavirus, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hoy, 52 de los 54 países africanos ya están afectados . Santo Tomé y Príncipe, que ya antes de que llegara el virus había cerrado sus fronteras, fue el último en salir de la lista de los países libres de coronavirus al registrar el 8 de abril cuatro casos confirmados. Por falta de materiales necesarios para realizar los test, las cuatro muestras de los casos sospechosos fueron enviadas a Gabón. Por el momento, en África, solo dos países están oficialmente limpios: Las Islas Comoras y Lesoto.

Aun estando libres de la pandemia, los dos países esperan la llegada del coronavirus en las próximas semanas, proveniente de los respectivos países limítrofes, ya afectados. Mientras tanto, hace dos semanas, Lesoto decretó el confinamiento de todo el país.

La que estaba considerada como una pandemia ajena a África, se está expandiendo por todo el continente con un ritmo lento -comparado con el de China, Europa y EEUU-, aunque los expertos médicos prevén que será letal para el continente africano en las próximas semanas. Por el momento, en África, se han registrado 7.105 casos confirmados y 324 fallecidos, según los datos de la OMS, actualizados el 8 de abril. Según la misma fuente, Sudáfrica es el país más afectado con 1.749 casos, seguido por Argelia –1.468 casos- y Camerún -555 casos–. Argelia y Burkina Faso registran las tasas de letalidad más altas, 13 y 7% respectivamente, frente a 4,6% para todo el continente.

Hace unas semanas, la percepción de la pandemia en la mayoría de los países africanos era que –esta vez– no les tocaba a ellos, un continente que ha estado años combatiendo contra epidemias como el cólera, el VIH, la malaria, la tuberculosis o el ébola, entre otras. Para sentirse psicológicamente a salvo, muchos africanos consideraban la pandemia como algo ajeno: «A principio de marzo se escuchaba por la calle y circulaba por las redes sociales que la pandemia ataca más a los blancos que a los negros y que estos serían más resistentes y no morirían de ello. Pero ahora, viendo que se han registrado muertos entre los africanos, la gente empieza a comprender que esta enfermedad no entiende de razas y que golpea a todos por igual», cuenta Jean-Paul Muhandiro, misionero en Nairobi, Kenia.

En R. D. de Congo la gente pensaba que la pandemia era para los ricos, pero ahora empiezan a entender que ataca a todos. En efecto, en este país de África central, la mayoría de los casos confirmados positivos por coronavirus son personas que tienen medios y pueden viajar a Europa : viven en Kinshasa, la capital, en el barrio de La Gombe, una reputada barriada de clase alta que, de hecho, está totalmente confinada desde el lunes 6 de abril para no contaminar al resto de la ciudad.

Según las fuentes consultadas, una gran parte de la población, especialmente urbana, es consciente de la situación y de su peligro. Desde Kenia, por ejemplo, Jean-Paul cuenta que «el gobierno ha sensibilizado a la población a través de los medios de comunicación; y la Policía pasa por algunos barrios avisando a la población con los megáfonos. La Iglesia también ha jugado un papel muy importante; la gente comprendió la situación sobre todo después de la suspensión de las misas y otros cultos».

Pero la realidad no es la misma en la ciudad y en ámbito urbano. En Amakuriat, un pueblo situado a unos 600 km de Nairobi, en el noroeste de Kenia, la gente todavía no ha entendido lo que está pasando: «Aquí estamos aislados. La gente no dispone de aparatos de televisión, ni siquiera de radio. Solo los jefes de algunos pueblos y algunos agentes de policía van de casa en casa y sensibilizan con el boca a boca. Muchos no respetan la distancia prudencial de un metro entre personas; incluso los jóvenes estudiantes de secundaria todavía no han entendido por qué no van a la escuela», cuenta el misionero congoleño Gervais Katya, que lleva tres años trabajando en esta zona.

«No estamos preparados»

La mayoría de los países africanos cuentan con menos de un médico por cada 1.000 habitantes o menos de dos por cada 10.000 según el informe del PNUD 2018. Además, los países africanos cuentan con una media de 15 camas de hospital por cada 10.000 habitantes, y la gran mayoría de los hospitales no disponen de material necesarios para afrontar los contagios masivos: respiradores, guantes, gafas protectoras, mascarillas, entre otros.

En rueda de prensa, el doctor Kongo Minga, director de la clínica Ngaliema –uno de los hospitales de referencia en la capital congoleña, en el que estos días se atienden a al menos ocho personas contagiadas por coronavirus–, lamentaba la falta de material para afrontar la crisis sanitaria: «No estamos preparados para hacer frente a esta pandemia. Las condiciones en nuestros hospitales son tales que no tenemos respiradores. En nuestra clínica, contamos con uno solo». A la falta de materiales hay que añadir las dificultades de acceso al agua y a la electricidad en muchos hospitales y centros de salud que son, sin embargo, necesarias para una atención segura a los enfermos.

Por su parte, el coordinador del Secretariado Técnico a la Respuesta contra el coronavirus en R. D. de Congo, el doctor Muyembe Tamfum, en una entrevista a un medio local, reconoció que el sistema sanitario de este país no inspira confianza en la población por falta de medios: «Toda nuestra estructura plantea una problemática: el mal estado de nuestros hospitales, la falta de ambulancias y medicamentos, entre otras cosas». Y aseguró que las condiciones de atención a las personas afectadas por el virus van a mejorar, pero no especificó cómo ni con qué medios cuenta para hacerlo. República Democrática de Congo ha registrado hasta ahora 215 casos, según el Ministerio de Sanidad, de los que han fallecido veinte personas, y trece se han curado.

Aunque Zambia ha registrado oficialmente solo 39 casos, el ciudadano Silwembe Christopher está preocupado por la falta de eficacia y de cohesión para hacer frente a la crisis sanitaria en su país: «Zambia no ha tomado medidas estratégicas, ni siquiera para frenar la expansión del virus por los pocos casos importados concentrados en Lusaka, la capital. Creo que no está preparada contra la crisis del coronavirus. No hay materiales para hacer el test, especialmente en los pueblos. Además, la falta cohesión entre los diferentes actores políticos y eclesiásticos no está ayudando».

Aunque reconoce que su país no dispone de medios para enfrentarse a la infección por coronavirus a gran escala, el periodista ruandés Gaspard Mfashijwenimana, afincado en Kigali, cree que Ruanda se ha adelantado a la epidemia y está intentando facilitar a los ciudadanos las medidas: «Aparte de que cada uno de los hospitales cuenta con un departamento especial para atender a los enfermos de Covid-19, se han habilitado dos sitios principales para ello: Kanyinya y Kabgayi, en la provincia del Sur. Además, el agua y la electricidad habían sido distribuidas mucho antes de que irrumpa el virus en Ruanda; el gobierno y algunas personas de buena voluntad han empezado a compartir con los más pobres los bienes de primera necesidad como la comida, el jabón, entre otras cosas, afín de sobrevivir a la pandemia».

Medidas más estrictas

Las autoridades africanas seguían muy de cerca la evolución de la pandemia desde que se desencadenó en Wuhan hasta que llegó a Europa causando la muerte de miles de personas. Al registrarse pocos casos en sus países respectivos, decretaron paulatinamente algunas medidas para evitar la propagación del virus: el toque de queda, la suspensión de todas las actividades escolares , académicas, la interdicción de los encuentros de más de 20 personas, el cierre de los bares, cafés y restaurantes, el cierre de las fronteras, la suspensión de los vuelos procedentes de los países considerados de riesgo, la declaración del estado de urgencia sanitaria, el confinamiento parcial o total de todo o parte del territorio nacional, etc.

Estas medidas, que también han adoptado la mayoría de los países europeos, están acompañadas de intensas campañas por los medios de comunicación sobre la importancia de lavarse las manos, no tocarse ni abrazarse, salir a la calle solo cuando es necesario o respetar la distancia prudencial de un metro.

La crisis del coronavirus no es solo sanitaria; es también social. En África subsahariana, esta pandemia pone en evidencia la desigualdad social, que se nota a la hora de poner en práctica las medidas preventivas anunciadas por las autoridades. No las acogen igual los ricos que los pobres, pues quedarse en casa es un lujo que no se puede permitir cualquiera en los países africanos. Solo lo puede hacer quien tenga las reservas llenas de bienes de primera necesidad, especialmente comida. Algunos activistas de derechos humanos denuncian que las medidas contra la propagación del coronavirus no son realistas y piensan que son imposibles de cumplir ya que gran parte de la población no tiene reservas en sus casas . Por eso reclaman del gobierno medidas sociales como la distribución de alimentos para los más desfavorecidos.

Uno de los retos más grandes que se perfilan en el horizonte es el control de la propagación en las grandes aglomeraciones urbanas, donde viven hacinadas millones de personas en chabolas, expuestos a todos los riesgos sanitarios. El misionero Jean-Paul Muhandiro cuenta la cruda realidad existente en los barrios marginales de la capital keniana: «Son muchos los que viven cada día la incertidumbre, pelean en sus chabolas contra el cáncer, la diabetes y otras enfermedades graves sin recibir ninguna asistencia. Los que realmente tienen miedo del coronavirus no son ellos; son los burgueses, que viven en los barrios de Karen, Kileleshwa o Lavington. Tienen miedo de que el virus entre en los barrios pobres como Kibera porque temen por su propia vida. Tienen miedo de que los pobres los ataquen para tener algo de comer».

Esto mismo se diría de Kinshasa, la capital congoleña, con más de 11 millones de habitantes; o de Lagos, la capital económica de Nigeria, con más de 20 millones de habitantes, cuya gran mayoría viven en la extrema pobreza, hacinados en chabolas , en un ambiente insalubre, con menos de 2 dólares al día, sin agua ni electricidad.

La pobreza obliga a la gente a salir a la calle para buscar la comida, cuyo precio ha subido las últimas semanas. Así, el respeto de las medidas anunciadas por las autoridades parece difícil, incluso imposible de cumplir. Y cuando hablas con la gente, al menos aquí en Kinshasa, te das cuenta de que piensan que morirán de hambre antes que del coronavirus, con lo cual están más preocupados por prevenir la pandemia del hambre que la del coronavirus. Como Jacques.

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