La insurgencia del petróleo
Las protestas en la región de Turkana, al norte de Kenia, obligan a parar un proyecto de la británica Tullow Oil
EDUARDO S. MOLANO
Engrasar protestas a golpe de hidrocarburos. Un diputado keniano, James Lomenen, se encuentra bajo investigación después de que, presuntamente, incitara a la revuelta contra el proyecto que el gigante petrolero Tullow Oil mantiene en la región de Turkana, norte del país.
El pasado mes de ... julio, la compañía británica anunciaba el hallazgo en esta zona desértica de un depósito cercano a los 250 millones de barriles de petróleo . Sin embargo, la pasada semana, se veía obligada a suspender sus operaciones ante las protestas civiles.
Los demandantes exigen que el descubrimiento revierta en la comunidad local, unas de las más pobres de la región (en 2011, la Red de Sistemas de Asistencia Temprana contra la Hambruna -Fewsnet- aseguraba que en Turkana al menos un 37% de su población sufría desnutrición grave ).
De momento, el tono de las demandas no parece elevarse. Pese a ello, es el recuerdo de rebeliones pasadas contra el «oro negro» lo que despierta verdaderos temores.
El caso de Nigeria
En enero de 2006, el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (Mend) iniciaba una demoledora campaña en el sur de Nigeria contra intereses petrolíferos occidentales.
No en vano, el propio Gobierno nigeriano reconoce que, en solo dos años, el grupo ingresó cerca de 80 millones de euros en rescates . De igual modo, entre 2006 a 2009, la producción petrolera de Nigeria se redujo a casi la mitad: 1,6 millones de barriles al día.
Para paliar esta sangría económica, a mediados de 2009, Nigeria acordaba con el grupo rebelde una amnistía en la que se garantizaba servicios asistenciales a cerca de 10.000 militantes, a cambio de que éstos depusieran las armas.
Pese a producir cerca de 2,5 millones de barriles de crudo al día , ante la ausencia de refinerías eficientes, Nigeria importa prácticamente la totalidad del combustible que consume, sobre todo, desde Estados Unidos.
Obiageli Ezekwesili, economista y co-fundadora de Transparency International, calcula que hasta 400.000 millones de dólares en ingresos petroleros han sido robados o malgastados desde la independencia del país en 1960. No resulta extraño, por tanto, que su organización haya situado a Nigeria en el puesto 137 de las 174 naciones más corruptas del mundo.
Y la población comienza a cansarse de esperar sentada a un cambio de variable. En enero de 2012 y durante ocho días, el Gobierno de Nigeria se enfrentó a su particular «primavera árabe» después de que el presidente, Goodluck Jonathan, eliminara el subsidio al carburantes. Durante aquellos días, el coste al litro pasó de los 65 naira (31 céntimos de euro) a los 140 naira (68 céntimos), sumergiendo al país en una cruenta huelga general.
Finalmente, el precio final de la gasolina quedó estimado en 97 naira por litro (cerca de 47 céntimos de euro). Medida ciertamente irracional en un país donde la mayor parte de la población sobrevive con apenas dos dólares al día.
Aunque más sangrante fue, que solo cuatro meses después –en mayo-, un informe del Parlamento nigeriano revelara la «corrupción endémica y la ineficacia arraigada» que había sufrido este régimen de subvenciones al combustible en los años anteriores. En el documento se denunciaba cómo, entre otras cuestiones, la mala gestión y el robo de combustible por parte de los funcionarios del Gobierno costaron cerca de 5.500 millones de euros en tres años, alrededor de un cuarto del presupuesto anual del país.
No obstante, las protestas contra malas praxis no se limitan a Nigeria. Ni mucho menos a movimientos violentos. En 2010, un decreto presidencial en la República Democrática del Congo concedía a la compañía británica Soco la exploración del Bloque V, que abarca un área de aproximadamente 7.500 kilómetros cuadrados e incluye una sección del parque nacional de Virunga . Y, según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), las exploraciones petroleras previstas en la zona constituyen una sería amenaza para la reserva natural.
«Virunga representa un activo valioso para el Congo y contribuye a la herencia de África como el parque más antiguo y de mayor biodiversidad en el continente», dice el informe de WWF. «Los planes para su exploración y explotación petrolera ponen su valor en peligro», añade.
De igual modo, la organización asegura que Virunga tiene el potencial para generar 45.000 empleos permanentes a través de inversiones en energía hidroeléctrica, la industria pesquera y el turismo ecológico, de acuerdo con un análisis realizado por la consultora Dalberg Global Development Advisors.
En este sentido, la petrolera niega que el proyecto sea una amenaza para el ecosistema. Otros no parecen tan convencidos.
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