CHINA
Las madres de Tiananmen piden justicia al nuevo presidente de China, Xi Jinping
Cuando se cumplen 24 años de la masacre, el régimen chino detiene a disidentes y censura internet para impedir homenajes
PABLO M. DÍEZ
Ya ha pasado casi un cuarto de siglo de la masacre de Tiananmen , pero las madres de los jóvenes que cayeron abatidos por las balas del Ejército chino siguen esperando justicia. Con motivo del 24 aniversario de la matanza, que se cumple este ... martes, las familias de las víctimas han vuelto a publicar una carta abierta pidiendo al autoritario régimen de Pekín que asuma su responsabilidad por el aplastamiento militar de las protestas prodemocráticas que sacudieron a la capital china en 1989.
El destinatario último de dicha misiva, difundida desde Nueva York por la organización Derechos Humanos en China (Human Rights in China), es el presidente Xi Jinping , quien tomó posesión del cargo en marzo tras ser nombrado secretario general del Partido Comunista en noviembre del año pasado. A pesar de las esperanzas de cambio que había generado con su supuesto talante reformista y su mensaje de cercanía a la sociedad, las madres de Tiananmen se muestran decepcionadas con sus primeros meses de gobierno, en los que ha endurecido la censura y la represión sobre los disidentes.
«Quienes confiaban en que iba a llevar a cabo una reforma política han caído de repente en la decepción y la desesperación», asegura la carta, que no aprecia en él «ni el más mínimo arrepentimiento por las atrocidades cometidas durante tres décadas de maoísmo. Precisamente, lo que vemos son pasos de gigante atrás hacia la ortodoxia maoísta».
«Movimiento contrarrevolucionario»
Lideradas por la combativa Ding Zilin, una catedrática universitaria de 77 años que perdió a su hijo en las protestas, las madres de Tiananmen engloban a 120 familiares de víctimas de la represión que cada año, por estas fechas, reclaman una investigación independiente , indemnizaciones y un proceso judicial contra los responsables de la masacre, como el entonces primer ministro Li Peng.
Recurriendo a su discurso habitual, el régimen chino se limita a repetir que aquellas manifestaciones prodemocráticas eran un «movimiento contrarrevolucionario» que coincidió con la «Perestroika» de Gorbachov y la erosión del comunismo en el Este de Europa, esgrimiendo el progreso que ha traído el extraordinario crecimiento económico del país para justificar el sangriento aplastamiento de la revuelta. «Los éxitos de las dos últimas décadas muestran que el camino que escogió el Gobierno sirve a los intereses del pueblo chino», insistió la semana pasada el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Hong Lei , cuando los periodistas le preguntaron por la carta en su rueda de prensa diaria.
Para impedir manifestaciones y actos de homenaje en recuerdo del «liu si» (6-4, como denomina en mandarín a la fecha del 4 de junio en que tuvo lugar la masacre), la Policía ha detenido o confinado bajo arresto domiciliario a numerosos disidentes . Entre ellos destacan Wu Lihong, un ecologista a quien el régimen ha impedido viajar a Estados Unidos para recoger un premio, y Zhang Xianling , una madre de Tiananmen que tampoco podrá desplazarse a Hong Kong para participar en la tradicional vigilia que cada año recuerda a las víctimas.
La antigua colonia británica es el único lugar de China donde se permiten este tipo de actos. En el resto del país, la censura intenta borrar el recuerdo del «6-4» llegando a extremos surrealistas como bloquear en internet la búsqueda de términos como «Nintendo 64» sólo porque contiene ambos números.
«Este aniversario es el primero al que se enfrenta el nuevo presidente Xi Jinping, quien inauguró su mandato con el eslogan del “Sueño chino” y abogando por acabar con la corrupción y rejuvenecer la nación», recuerda en un comunicado Renee Xia , director de la organización Defensores Chinos de los Derechos Humanos (CHRD, en sus siglas en inglés). Pero, en su opinión, «el presidente Xi está fracasando en la prueba porque no ha mostrado ninguna voluntad por levantar el tabú sobre una de las páginas más negras de la historia reciente de China».
«Perestroika» de ojos rasgados
De hecho, todavía siguen pudriéndose en la cárcel un puñado de presos de los 1.600 condenados por participar en las protestas de Tiananmen. Según el grupo Du Hui , uno de ellos, Jiang Yaquen, de 73 años, fue liberado a finales de 2012 por su elevada edad y por padecer Alzheimer. En mayo del año pasado, y tras pasarse más de la mitad de su vida entre rejas, también fue puesto en libertad Li Yujun, condenado por quemar un tanque del Ejército la noche del 3 de junio de 1989, cuando las tropas se dirigían a la céntrica plaza pequinesa para sofocar la revuelta de los estudiantes que pedían reformas democráticas y el fin de la corrupción.
En aquel entonces, Li Yujun era un vendedor ambulante con poco más de 20 años y, como miles de chinos, se había echado a la calle para honrar la muerte del depuesto líder reformista Hu Yaobang , fallecido a finales de abril. Espoleada por los nuevos aires de libertad que hacían tambalearse al Telón de Acero en la Europa del Este y la Unión Soviética, la Primavera de Pekín reclamaba su propia «Perestroika» de ojos rasgados coincidiendo con una visita de Gorbachov a la capital china para participar en una reunión del Banco Mundial. Pero el aplastamiento a sangre y fuego de las manifestaciones estudiantiles se cobró cientos de muertos y puso fin a las demandas de la sociedad china. En la memoria colectiva quedará para siempre la estremecedora imagen del hombre desarmado cortando el paso a una columna de tanques, icono universal de la lucha del individuo contra la represión militar.
Apertura económica
A tenor de un libro publicado en Hong Kong y titulado «Conversaciones con Chen Xitong», que recoge las declaraciones del entonces alcalde de Pekín, condenado posteriormente a 16 años de cárcel por corrupción, unas 200 personas murieron cuando los tanques del Ejército desalojaron a tiros la plaza de Tiananmen y persiguieron a los manifestantes por las avenidas colindantes, donde cayeron la mayoría de las víctimas. Pero, a juicio de un informe de la Cruz Roja de aquella época, se contabilizaron al menos 727 muertos, ya que la ciudad se convirtió en un auténtico campo de batalla en el que los habitantes de Pekín montaron barricadas y se enfrentaron a los militares.
Casi un cuarto de siglo después, el régimen chino se ha volcado en su apertura económica y social para mejorar el nivel de vida, pero ha endurecido la represión contra los disidentes y antepuesto la estabilidad a cualquier tipo de justicia para las víctimas de Tiananmen.
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