Laura Valenzuela, la estrella que lo dejó todo por amor
Empezó a trabajar en televisión por casualidad y fue uno de los rostros más populares
Muere Laura Valenzuela a los 92 años
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Iniciar sesiónEspontánea, divertida, capaz de improvisar y de cambiar de registro para presentar cualquier formato, especialista en directos, todo eso y mucho más que ahora se exige a una presentadora de televisión, y que tan difícil resulta de encontrar, ya lo era Laura Valenzuela en ... 1956, cuando debutó en TVE desde los míticos estudios del paseo de La Habana. Más guapa y moderna no se podía ser. Rocío Espinosa, sevillana de nacimiento y madrileña de adopción, se cambió el nombre y apostó por uno artístico que rendía tributo a su abuela.
Llegó a la televisión por casualidad, porque Mariano Ozores le comentó que se presentara a una prueba que ella pasó destacando por su elegancia y porque apenas se equivocó, algo imprescindible en alguien que debía hacer cámara en riguroso directo. Y como la tele de entonces era en blanco y negro, pensaron que lo mejor era teñirle el pelo de rubio para que sus facciones destacaran más. Así cambió su vida para siempre. Atrás dejaba sus estudios en la Escuela Central de Comercio y sus trabajos como administrativa, así como sus pinitos como modelo.
Una de las anécdotas más divertidas, aunque en su momento a ella le hiciera poca gracia, se produjo en una tienda de moda en la que trabajaba y en la desfiló con un vestido del que se encaprichó una de las clientas más importantes. Por alguna extraña razón, ambas protagonizaron un encontronazo que le costó el puesto de trabajo. La clienta no era otra que Cayetana Fitz-James Stuart, la duquesa de Alba.
Durante años, todos los españoles la conocían como Laurita, tal era la familiaridad y el cariño que despertaba. Cuando el 12 de octubre de 1968 estrenó 'Galas del sábado' junto a Joaquín Prat, nadie imaginó que acababa de nacer la primera gran pareja de nuestra televisión. Era tal la química entre ambos que se daba por sentado que también eran pareja sentimental. Pero el corazón de Laura estaba entregado al productor José Luis Dibildos. Lo suyo no fue un flechazo sino un romance hecho a fuego lento. De hecho, antes de casarse, ella trabajó en diversas películas de la productora con un contrato que ella misma redactó: Laura se quejaba de la tacañería del que sería su marido, aunque logró firmar 13 películas del tirón, y aprovechando que su secretaria no había ido a trabajar, tiró de su experiencia como administrativa y organizó los papeles para que los firmara ahí mismo.
Tras la boda en 1971, ella lo dejó todo en el culmen de su carrera (había sido la única presentadora española del Festival de Eurovisión) para cuidar de él y de su hija, Lara, que le ha dado dos nietos con los que Laura ejercía encantada de abuela. Con la llegada de las privadas, Valerio Lazarov la convenció para regresar, algo que hizo pidiendo permiso a su marido, que se lo concedió porque sabía que su mujer echaba de menos la emoción del directo.
Como las grandes, quiso irse dejando en nuestra memoria el mejor recuerdo, diciendo adiós a los focos en 2012 tras recibir el Premio Toda Una Vida de la Academia de Televisión y retirándose a disfrutar del calor de los suyos.
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