FOTOMATÓN
Carmen Thyssen, de consorte de Tarzán a musa de museo
Es afable, despistada y conversadora. Si va a una fiesta, hay fiesta. Es lo contrario a los famosos de botellón que pasan, que no pasan
El motivo por el que Tita Cervera no quiere que el libro de Nieves Herrero vea la luz
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Iniciar sesiónTengo debilidad por Carmen Thyssen. Ahora está en medio del momento porque Nieves Herrero ha publicado una novela, con ella de protagonista, y Carmen no está agradecida, precisamente. Cualquier excusa sirve para que no se nos pase el momento de ponerle algo ... de prosa a mujeres como Carmen, que son reliquia de la fama de verdad y ejemplares únicos de una crónica social que casi va ya en vías de extinción, porque ahora nos toca a los escribientes la glosa de las 'instagramers' o bien el cachondeíto pertinente o impertinente de los populares peatonales de concurso. De modo que se nos va yendo del foco, o de la ocasión, Carmen Thyssen, pero conviene que no se nos vaya.
Carmen es mujer casada con la simpatía, y ya les digo yo que es un gozo si aparece en un cóctel, donde enseguida alterna como anfitriona, aunque no lo sea, y aún más si no lo es. A mí me ha dedicado alguna dulce bronca, pero siempre le he tenido ley, me reprenda un poco o no me reprenda nada. Yo aprovecho para llamarla «baronesa», porque en ella queda mundano. Da las gracias por escrito, como las aristócratas de siempre, en papel caro, y de adorno heráldico. Estos gestos ya no se estilan. Tiene letra grande y párvula.
Se entorna siempre algo naif en su poderío. Tiene ya una edad alta, pero Carmen no cumple años, sino que cumple fiestas, o cumple museos, o todo junto, y por eso dejó parado el reloj de la edad de las tartas de cumpleaños en las dieciocho velas. Para siempre. Carmen, a veces, ha salido en los papeles, a su pesar, por desavenencias con su hijo, al que veía «mal aconsejado». Esto a veces se lo colocaba en otros términos a la prensa. Yo creo que Carmen aspira a tener una familia, y no una familia de tatuajes, que es una cosa en la que se han entretenido a menudo Borja y su chica, Blanca.
Quiero decir que Carmen prefiere para su hijo una vida de restauradores, negocios y artistas, y no una vida de retratados del '¡Hola!' que van y vienen a Ibiza, porque algo hay que hacer. Carmen, recordémoslo, fue mujer de Tarzán, aquel Lex Barker, cuando ella era una monada. Enviudó, y luego se casó por un rato con Espartaco Santoni, que era un pirata ya casado, o sea, como si nada. Le salió Espartaco bígamo y simpatiquísimo, como a todas. Vino luego Hans Heinrich von Thyssen Bornemisza, y ahora sólo mantiene matrimonio con la simpatía de baronesa, pero baronesa a su manera.
Yo sospecho que hace muchas temporadas decidió que ya iba a vivir de viuda, aunque de viuda tiene poco o nada. Fue Miss, y no lo oculta. Insiste en que no es la viuda más rica de España, aunque al despertar, si quiere, puede mirarse en un Picasso propio, y no en un espejo de Ikea. A Carmen debemos algún museo de mucho bulto en España, y aquel hit «No a la tala», que es lo que ella cantaba cuando se encadenó a una acacia del Paseo del Prado, en Madrid, protestando por los proyectos no arbóreos de Gallardón. Carmen es afable, despistada y conversadora. Si va a una fiesta, hay fiesta. Es lo contrario a los famosos de botellón que pasan, que no pasan.
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