Las declaraciones inesperadas de Jesulín de Ubrique sobre su hija Andrea y María José Campanario

- Cuando sacó su disco, pronunciaba «toda, toda». Así que considera que «toa, toa» es una leyenda urbana, que achaca principalmente a su acento.

- Otra leyenda es lo de galán empedernido. No ha ligado tanto como se ha dicho. Ni siquiera en sus comienzos. «De mujeriego, nada».

- Duerme desnudo. No le gusta la ropa interior para ir a la cama, y con pijama se siente «como atado». «Yo duermo en bolas», ha reconocido.

- A Jesulín le gustan las mujeres con mucho carácter.

- Es más un romántico de lo que parece: «La persona que esté a mi lado, la asumo con sus defectos y sus virtudes. Igual que la persona que esté a mi lado tiene que asumir lo mío, porque también tengo defectos».

- De sus tres hijos, el pequeño es el que más problemillas le da con eso de la adolescencia (tiene 14 años): «La lleva como todos». Mal, se sobreentiende. Ahora entiende mejor a sus padres.

- Su perro le manda mensajes por teléfono para despertarle.

- No le huelen los pies. Es más, huele muy bien.

- No le gusta mucho viajar en barco.

- Tuvo una cogida tremenda y, por ella, una experiencia cercana a la muerte: «Yo creo que ese día me morí. Lo vi todo blanco. Pero no sentía dolor, estaba en paz, viendo toda mi vida, pero estaba bien, contento. Lo que sí he pensado muchas veces es que he sido buen tío porque yo, donde yo creo que estuve -dos segundos, tres segundos- era algo maravilloso. Y ahí yo creo que van las personas buenas».

Pero, como era de esperar, María José Campanario era la ausente de la que todos querían saber más. De hecho, la Campa había protagonizado la «promo» del programa, porque es un gancho de cara a la audiencia.

- Jesulín es, gracia a ella, una persona más abierta: «Yo me acuerdo, por ejemplo, cuando mi mujer empezó a hacer su carrera, tenía que ser presencial, en Oporto. Y, claro, yo era un hombre más hogareño. Yo era de casa, de mi mujer y mis hijos, y si hay que luchar, aquí estoy yo para salir de donde haya que salir. Y en ese aspecto era un poco egoísta. Le decía a mi mujer, ‘¿y tú qué necesidad tienes de ir hasta Oporto? Y la carrera y lo demás… Pero lo analicé cuando me acosté, y al despertar me dije, yo no soy quién para ponerte impedimentos para que pueda hacer algo o no. Ahí ella me abrió un horizonte que afortunadamente es lo que hace enriquecer la relación . Y mi mujer se pasaba quince días al mes fuera, durante cuatro años».

- A María José la conoció cuando acudió con unas amigas al campo. Él se fijó en ella y no le quitaba ojo. Hasta que vio una oportunidad de acercarse a ella «cuando se quedó apoyada en la barra que tengo allí». Estaba sola. Entonces le dije «María José, de esta cara no te vas a olvidar’. No sé si esto es un piropo. No sonrió, pero le temblaba aquí (Jesulín se señala la parte inferior del labio)».

Más maduro y relajado de lo que recordamos, Jesulín parece un hombre de campo que vive feliz con su familia ajeno a la actualidad mundana, centrado en lo suyo, en su propia vida, que con eso tiene bastante.