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Las mil vidas de Marilyn Monroe

Sigue siendo centro de atención 50 años de su muerte. «My week with Marilyn», con Michelle Williams, es la punta del iceberg de lo que está por venir

Las mil vidas de Marilyn Monroe ARCHIVO

OSCAR BELLOT

"Vive rápido, muere joven y dejarás un cadáver divertido" . Una máxima que no por manida deja de venir como anillo al dedo cuando de hablar de la constante vigencia de uno de los mayores mitos americanos del siglo XX se trata. El 5 de agosto de 1962 se apagaba la estrella de Marilyn Monroe . Una combinación fatal de barbitúricos acababa con la vida de la mujer que había desatado los lujuriosos anhelos de millones de hombres en todo el mundo al tiempo que provocaba las envidiosas miradas de las esposas y novias de estos. Su aparentemente esplendoroso reinado ocultaba un denso poso de tragedia. Deseada, sí, pero carente del amor verdadero que tanto había buscado y que siempre se le había negado. Era rehén de la leyenda creada a su alrededor, la cual acabó consumiéndola sin que nadie hiciese lo suficiente para evitarlo, deslumbrados todos como estaban por el engañoso brillo de un fenómeno que carecía de las ganas necesarias para seguir avivando por más tiempo su fuego.

Mas la llama que prendió sigue siendo eterna, como prueban el constante aluvión de libros, documentales, subastas y películas que tienen como centro de atención a la 'tentación rubia' . Un fervor por cada uno de sus movimientos que alcanza mayor grado de intensidad conforme se aproxima el cincuentenario de su trágica desaparición. Aunque aún faltan casi nueve meses para dicho aniversario, la industria del entretenimiento ha comenzado a desplegar ya sus cañones, dispuesta a bombardear con las imágenes de la protagonista de 'Con faldas y a lo loco' (Billy Wilder, 1959) a un público ávido de consumir cualquier cosa remotamente relacionada con la figura que aún sigue alimentando sus sueños.

La punta del iceberg es 'My week with Marilyn' , una cinta de Simon Curtis en la que Michelle Williams ('Brokeback Mountain. En terreno vedado') afronta el reto de meterse en la piel de la que probablemente sea la actriz más diseccionada de toda la historia. La intérprete nacida en Montana se quedó con un papel que anhelaban otras estrellas de Hollywood como Scarlett Johansson y que podría colocarla entre las finalistas de los Oscars. Basada en el relato de Colin Clark, un ayudante al que Laurence Olivier encargó la labor de cuidar de la actriz durante el rodaje de 'El príncipe y la corista' (1957), la película, en cuyo reparto figuran también Emma Watson y Kenneth Branagh, explora el choque entre un Olivier reverenciado por todos pero desbordado por una joven tan hermosa como caótica, una estrella ascendente que ambicionaba ser tomada en serio pero que sin embargo era incapaz de ceñirse a las exigencias del guión.

Imitadoras

Michelle Williams no es la primera ni seguramente será la última en tratar de emular a una mujer cuyo misterio sigue siendo inaprensible por mucho que hasta el más nimio de sus gestos haya sido diseccionado al milímetro. Lindsay Lohan, Nicole Kidman, Scarlett Johansson, Angelina Jolie, Katy Perry, Paris Hilton, Christina Aguilera… Todas han tratado de emularla copiando algunas de sus poses más icónicas en campañas publicitarias o portadas de revistas.

Lohan lo hace desnudándose en la edición de diciembre de 'Playboy' , la misma revista cuyo primer número vio la luz justamente hace ahora 58 años con una portada protagonizada, cómo no, por Norma Jean Baker , verdadero nombre de la chica que pasaría a la posteridad como Marilyn Monroe. Hoy esa portada es un codiciado objeto de coleccionista y las fotos que alberga en su

interior, una clara constatación de que si bien es posible copiar las poses, lo verdaderamente importante, la arrolladora carga de sensualidad que emana de la modelo, es refractaria a cualquier intento de transfusión. De ello puede dar fe Hugh Hefner , el hombre que se anotó el primero de sus muchos tantos al adquirir una fotografía en la que una modelo por entonces apenas desconocida posaba para un calendario y que acabaría contribuyendo como ninguna otra no solo al éxito comercial de la publicación sino a la liberación sexual que tanto preconizaba el dueño de 'Playboy'. Quizás por ello, el magnate no dudó en adquirir la parcela contigua a la tumba de Marilyn Monroe en el cementerio Westwood Village Memorial Park de Los Ángeles, con el fin de pasar la eternidad junto a la rubia que encarnaba todos sus sueños.

Libros

La fiebre desatada alrededor de Marilyn Monroe se contagió hace tiempo también a la industria editorial. En las librerías proliferan obras de todo tipo acerca de la actriz, desde biografías como la que en los años noventa escribieran Donald Spoto o Anthony Summers hasta indagaciones sobre su muerte como la que realizara Donald H. Wolfe en ' Marilyn Monroe: Investigación de un asesinato' pasando por obras que abordan específicamente sus matrimonios con James Dougherty, Joe DiMaggio y Arthur Miller e incluso libros de ficción en los que se especula con su relación con el presidente John F. Kennedy como 'Marilyn y JFK' (Aguilar), de François Forestier. También, claro está, volúmenes de marcado carácter gráfico como 'Marilyn Monroe: La última sesión' (Electa), de Bert Stern, o 'Los tesoros de Marilyn Monroe' (Timun Mas), de Jenna Glatzer.

Pero entre las novedades que han llegado al mercado en los últimos tiempos sobresalen dos. Por un lado, 'Marilyn Monroe: Fragmentos' (Seix Barral), un libro editado en 2010 que sorprendió a más de uno al revelar a una estrella que lejos de la imagen superficial que se vendía de ella, albergaba un profundo universo interior, una joven atormentada empeñada en demostrar a quienes la rodeaban que poseía mucho más que una cara bonita y un cuerpo de infarto.

La segunda es 'My Story' , un libro de memorias escrito por la protagonista de 'La tentación vive arriba' (Billy Wilder, 1955) cuando apenas tenía 28 años y para cuya redacción contó con la colaboración del guionista Ben Hecht y que acaba de editar en España Global Rhythm. En el libro, ricamente ilustrado con imágenes exclusivas de uno de sus fotógrafos de cabecera, Milton H. Greene, Marilyn derrocha sinceridad. No ahorra críticas hacia Hollywood, una industria cuyo glamour suele actuar de tapadera de unas cloacas que ella conoció a fondo -un lugar en el que "la virtud de una chica importa menos que su peinado" , escribe- pero también tiene tiempo para el autoanálisis con frases que acabarían siendo proféticas -"Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano"-. Un volumen que sirve como testimonio de primera mano de la fragilidad de una mujer que se llevó a la tumba más secretos de los que nunca será posible descubrir.

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