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Rubén Darío y Francisca Sánchez, una historia de amor ajena a los convencionalismos de la época

La campesina analfabeta se convirtió en la mujer de la vida del poeta y en su fuente de inspiración

El poeta Rubén Darío ABC

ANA CARRERA

Como todas las despedidas, la de octubre de 1914 en el puerto de Barcelona fue dolorosa y empañada en lágrimas. Lo que Rubén Darío , que embarcaba en un barco con destino Centroamérica para impartir unas conferencias de paz en plena I Guerra Mundial, y su gran amor Francisca Sánchez no sabían era que esa sería la la última. Dos años después, el poeta nicaragüense moriría a los 46 años como consecuencia de una cirrosis derivada de sus excesos con el alcohol.

Lo suyo fue amor a primera vista . Darío, que se encontraba en Madrid de enviado especial del diario argentino «La Nación», se quedó prendado nada más verla en la Casa de Campo de Madrid, en la primavera de 1899. Se encontraba dando un paseo con su amigo Valle-Inclán cuando la joven les obsequió con unas flores . La belleza y frescura de la hija de uno de los jardineros del Rey Alfonso XIII la convertiría en la mujer de su vida y en la dueña de sus relatos. Aplaudido fue «Cantos de vida y esperanza», que escribió, entre otros muchos, bajo su inspiración.

Nada les unía. Él era uno de los grandes poetas de la época y ella una mujer de clase humilde que no sabía ni leer ni escribir. Tal vez gracias a esas diferencias se enamoraron. Como reconoció años más tarde Francisca Sánchez a su nieta Rosa Villacastín (escribió «La princesa Paca: la gran pasión de Rubén Darío» junto a Manuel Francisco Reina), le conquistó por «su palabra».

Rubén Darío, con Francisca Sánchez EFE

Los 16 años que pasaron juntos no siempre fueron fáciles; más bien todo lo contrario. Por aquel entonces, Darío había enviudado de su primera mujer , Rafaela Contreras, y estaba casado con Rosario Murillo, apodada la Garza morena por su coqueteo con la magia negra y la santería, con la que dicen que fue engañado para casarse, a punta de pistola y completamente borracho. Pese a sus muchos intentos de separarse de ella -incluso pidió la nulidad al Vaticano-, nunca le concedieron el divorcio. Tuvieron que vivir su amor ajenos a los convencionalismos de una época en la que Paca no era bien vista.

Una vida en misivas

La carrera como periodista y el trabajo como diplomático de Darío obligaron a la pareja a vivir largos periodos separados. Los muchos viajes del poeta por todo el mundo hicieron que se perdiese acontecimientos importantes: el nacimiento de sus cuatro hijos con Paca, la muerte de tres de ellos… Aún así consiguieron que su relación funcionase. Su amor se alimentó en la distancia a través de cartas, que aún hoy se conservan.

Aunque Paca rehizo su vida y se casó con José Villacastín cinco años después de su fallecimiento, nunca superó la muerte del poeta. Se pasó lo que le quedó de vida intentando que la obra del que fue el amor de su vida se diese a conocer en el mundo. Tras su muerte, Francisca guardó en un baúl azul durante más de 40 años todo su legado literario : relatos, manuscritos y cartas, constituyendo el archivo más completo de Rubén Darío. Fue en 1956 cuando decidió donarlo al Estado español. «Soy española, no me vendo por dinero, no lo doy por el dinero que se me ofrece por todas partes. Soy española y debe ser para mi patria», dijo.

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