periodista, cofundador de Eurointelligence
Wolfgang Münchau: «Trump impondrá un acuerdo que no será bueno para Ucrania»
retos para un nuevo mundo
El periodista germano más influyente de Europa cree que «el modelo económico alemán ha muerto porque lo mató el consenso» que fue construido al hilo de la gran coalición y la falta de una oposición eficaz
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Wolfgang Münchau (Mülheim, 1961) está considerado uno de los periodistas más influyentes de Europa. Trabajó en 'The Times' y en 'Financial Times' y cofundó la consultora Eurointelligence con sede en Bruselas. Acaba de publicar 'Kaput: el fin del milagro alemán' (Plataforma Editorial, 2025), ... donde pone de relieve la cara B de la economía alemana y ha ofrecido una conferencia sobre el tema en la Fundación Rafael del Pino en Madrid con gran éxito.
- Trump ha llamado a Putin para hablar de paz en Ucrania marginando a sus aliados europeos de la OTAN. ¿Cuál es su opinión?
- No me sorprende. Siempre pensé que Trump no querría tratar esto con los europeos porque los europeos son débiles, están divididos, no han ejercido el liderazgo, se limitan a seguir a Estados Unidos, y debe haber considerado que la única manera de conseguir la paz es imponiéndola. La visión europea ha sido: ayudemos a Ucrania hasta que gane, pero Europa no le da a Ucrania lo que necesita para eso. Era una posición insostenible que prometía ayudar a Ucrania con muchas líneas rojas y barreras. Esto no funciona y Trump ha decidido terminar con esto. Probablemente será un acuerdo de paz forzada que no será bueno para Ucrania.
- Y un palo enorme para los europeos, ¿no?
- Sí, para los europeos es terrible, porque acabarán pagando todas las facturas y los americanos ninguna. Y la UE no tiene el dinero. La UE tampoco puede proteger a Ucrania. Ni siquiera puede garantizar su propia seguridad. Así que existe la posibilidad de que haya una guerra entre Europa y Rusia en algún momento. La cultura de dependencia que construimos con Estados Unidos significa que no hemos cuidado nuestros propios intereses. En general, los europeos se han mostrado complacientes con la política comercial de Trump y con lo que decía de Ucrania. Pensaban que se limitaría a hablar y hablar, pero no a actuar. Ahora ha demostrado que va muy en serio
-¿Qué pueden hacer los europeos en este mundo en que gobiernan los hombres fuertes como Xi, Putin o Trump?
- Creo que, como mínimo, deberíamos tener éxito económico. Nosotros no somos como Trump. Pero la UE necesita tener éxito económicamente. No podemos ser simplemente dependientes. Tenemos que velar por nuestros propios intereses y vivir nuestra vida sin Estados Unidos, si es necesario.
- Yascha Mounk dijo en una entrevista aquí que «Europa se fue de vacaciones de la historia en 1945».
- Sí, es una buena manera de verlo. Y es especialmente cierto para Alemania que básicamente está atrapada en el pasado, en el siglo XX. El punto culminante de la tecnología alemana fue el motor diésel en la década de 1980. Alemania no ha entrado en la era digital. Incluso si te dedicas a la fabricación, la digitalización es cada vez más importante.
-¿A qué se debe el fracaso con la digitalización? Podríamos pensar que la mentalidad alemana es demasiado concreta y poco abstracta, pero ahí están Hegel o Heinsenberg para desmentirlo. Pero es cierto que hay algo medieval en la economía alemana que es eso que los lleva a admirar la maestría del trabajo artesano, el secreto de sus técnicas, la transferencia sólo a los que pertenecen al mismo gremio…
- Ese planteamiento es una forma maravillosa de describir el contexto histórico de todo esto. La Alemania en la que crecí era tecnológicamente muy avanzada. Todo el mundo estudiaba ciencias, matemáticas, física, química y todas esas cosas. La mayoría de los alemanes que inventaron la mecánica cuántica escaparon antes de que los nazis los mataran así que Estados Unidos fue el lugar donde la aplicaron. Después del Proyecto Manhattan llegó el transistor en 1947 y los circuitos integrados diez años después. Y luego el PC e internet y eso cambió la historia. Pero el consenso alemán subestimó la importancia de lo digital. Los alemanes llevaron al límite las viejas tecnologías. Recuerdo que Siemens fabricó una central telefónica analógica en los años 90 que era muy buena. El problema es que, para entonces, en Estados Unidos todo el mundo se estaba digitalizado. Y la primera generación digital no era tan buena, pero la segunda fue mejor, y así sucesivamente. Alemania no lo vio venir. Es una tecnología que, como país, no comprendió.
- Lo más preocupante de su libro es el tipo de ceguera que se apodera de un país cuando las dos principales fuerzas políticas deciden ponerse de acuerdo. La oposición desaparece. Pero en España decimos admirar la gran coalición.
- Mi consejo para España es que no la copien. No admiro ese modelo. Es bueno que haya confrontación entre izquierda y derecha. El modelo económico alemán ha muerto porque lo mató el consenso. A los alemanes les encantan los grandes consensos. No les gustan las opiniones minoritarias. La gente es muy intolerante con los puntos de vista que no son la corriente principal. Y es difícil aparecer en los medios en Alemania. No es que la gente diga: 'oh, no estoy de acuerdo con esa persona'. Es que lo que dicen es que las opiniones de esta persona no deben ser difundidas, que ese punto de vista no debe expresarse en público. Eso es muy distinto de discutir. Así que creo que el sistema democrático español es más sano cuando hay una izquierda fuerte y una derecha fuerte que discrepan entre sí. No siempre es eficiente, pero creo que en general es mejor. Es como en Estados Unidos. Los republicanos y los demócratas nunca formarán una coalición, pero eso es lo que ocurrió en Alemania. La CDU se movió hacia el centro, el SPD se movió hacia el centro. Apenas se distinguen.
- ¿A quién votaría para que se produzca un cambio?
- No sabría a quién votar. Los partidos de izquierda y derecha son parte del consenso. Quiero decir, pueden no estar de acuerdo en la inmigración, pero la extrema derecha quiere volver al gas ruso y quieren reindustrializar el país, volver a tener empresas siderúrgicas. No hay nadie que diga: entremos de una vez en la era digital. Claro, vamos a tener IA y centros de datos. Pero para eso necesitamos políticas energéticas y un régimen regulador. Y no veo a nadie en todo el espectro político que quiera dar ese paso. Tendría que haber una figura como Thatcher. En Alemania, esa persona aún no ha llegado. Así que nos decimos que esto va a llevar 10 años como mínimo hasta que lleguemos a un punto en el que la gente empiece a abordar este problema.
-Hace 20 años, cuatro bancos alemanes estaban entre los 20 primeros y ahora hay que ir al puesto 700 del ranking para encontrar uno. El sistema está tan politizado que recuerda lo que sucedía en España con las cajas. ¿Cómo puede ocurrir esto en Alemania?
- En realidad, Alemania no es una economía de mercado, es más un capitalismo renano que se basa en gran medida en la coordinación del gobierno, los sindicatos, las empresas y los bancos. Y los políticos y los sindicatos se sientan en los consejos de los bancos y de las empresas. Así que todos se sientan en los consejos con todos y deciden juntos. Y así es como surge el consenso. Ahora, los mercados de capitales o de valores no funcionan por consenso. El de valores funciona por desacuerdo. Creas una empresa y haces algo totalmente diferente a los demás y convences a los inversores para que digan que tu negocio es rentable. Esto es muy distinto de lo que sucede en Alemania. ¿Qué hace un banco? Un banco presta contra garantía. Así que el trabajo de un banco no es financiar empresas de nueva creación porque estas no tienen garantías que ofrecer. Para muchas empresas modernas, los bancos no son adecuados. Lo que Alemania debería tener, pero no tiene, es un mercado de capitales. La diversificación de la economía requiere también la diversificación de los bancos. Pero, al final, son los bancos los que sostienen el sistema y es el sistema el que apoya a los bancos. Así que básicamente es todo el mundo apoyándose, como dos borrachos tratando de sostenerse el uno al otro.
-En su último libro antes de morir, 'La Europa alemana', el filósofo Ulrich Beck se regocijaba por la autocontención del poder alemán, por lo que él definía como una Alemania europea, pero temía el desarrollo de una Europa alemana.
- Sí, es interesante esa reflexión. Recuerdo haber tenido una conversación con él sobre la crisis de la eurozona. Beck era un gran pensador y creo que sus advertencias han sido acertadas. Y también estoy de acuerdo en que la antigua República Federal, antes de la unificación, fue la Alemania más exitosa que jamás existió. Entre 1945 y 1989, fue una Alemania pequeña, no un actor geopolítico. Fue un líder económico y un líder europeo. No ponía sus propios intereses por encima de los de los demás. Era una fuerza moderadora. Alemania se convirtió en otro país después de la unificación. Es el gran momento en que se generan muchos de los problemas de hoy. Tras la unificación, Alemania empezó a comportarse como una potencia. Bonn no era la capital de una potencia, era una pequeña ciudad agradable. Berlín, en cambio, es como París o Londres. Y Alemania se vio muy afectada por ello. De repente, el interés nacional salió a relucir. La gente nunca definió qué era eso. Resultó que el interés nacional era el de Volkswagen, Basf y todas las empresas.
- En el libro dice que siempre hay alguien que advierte contra apostar contra Alemania. Pero usted sostiene que esta crisis es peor que otras. ¿Por qué?
- La crisis de 1991-92 fue una crisis de financiación de la unificación. Fue una crisis macroeconómica. Y en los años 70, todo el mundo tuvo una crisis. Hubo recesiones, las cosas cíclicas clásicas. A principios de los 80 hubo otra recesión que fue un poco estructural, pero lo pudieron solucionar con una bajada de impuestos. La crisis de 2003 a 2005 fue una crisis de competitividad. Entonces pensé que era una crisis del modelo, pero lo solucionaron con competitividad. Pero la de hoy es una crisis del modelo económico. Y la derecha se equivoca si cree que se va a solucionar con parches.
- Estamos a pocos días de las elecciones alemanas. Y teniendo en cuenta cómo se ha desarrollado la campaña electoral, ¿cree que los alemanes son conscientes de la profundidad de la crisis?
-No, los alemanes no son conscientes. Creen que es un problema económico, como un problema de competitividad o de ciclo. Pero no lo ven. La crisis alemana es la crisis de un sistema. No es una recesión. La desindustrialización comenzó hace unos diez años. Y avanza lenta, pero regularmente. Así que este es un declive a largo plazo. Alemania no está rota, pero el modelo en el que se basa su riqueza está roto. Como es muy rica puede ir declinando durante mucho tiempo. Como ocurre a menudo en la vida, hay muchas más formas de no resolver un problema que de resolverlo.
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