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El clamor de tres generaciones de labradores: «Queremos ser agricultores y no nos dejan»

Los Domingo y los Ortega relatan la evolución del campo español, donde hoy se produce para exportar, con tecnología punta, pero bajo el yugo de una burocracia asfixiante. «Si no hubieran vaciado los pueblos, no habría que llenarlos», lamentan

Jinetes del pueblo

Ángel padre, Ángel hijo y Javier Domingo, que trabajan casi 300 hectáreas de olivar en Valdaracete Tania Sieira

Ángel Domingo (padre) ha hecho de todo en el campo. «Desde que era así», dice levantando la mano a la altura del pecho. «Y ya toda la vida. No he hecho otra cosa. Pero todo ha cambiado mucho, yo hoy no podría ser agricultor». ... A sus 82 años, todavía recuerda la época en la que segaba a mano y el que tenía dos mulas era rico. Recogía la aceituna en cestas y le pagaban por lo que entregaba al dueño del olivar. Nada que ver con las cosechadoras y las máquinas vibradoras y los tendales que usan su hijo Ángel (50) y su nieto Javier (22). Él es la cuarta generación de esta saga de madrileños que hoy vive del campo por pura devoción, ya no por obligación, como en la posguerra. Trabajan casi 300 hectáreas de olivos (casi un centenar propias) en Valdaracete, un pequeño municipio situado entre la cuenca del Tajo y la del Tajuña que tiene más en común con la vecina Castilla-La Mancha que con las ciudades dormitorio que rodean la capital.

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