con permiso
El caramelito de los centros de datos y Talgo, en vía muerta
El mundo digital necesita inmensas cajas fuertes donde guardar el aberrante caudal de datos. Los que vendieron ayer barato, a precio de infraestructura básica, hoy se tiran de los pelos con los múltiplos que ha traído el uso de la IA. Una frustración parecida a la de los dueños de Talgo, compuestos y sin novia por el veto del Gobierno al socio húngaro
El ministro de Transportes, Óscar Puente
El comienzo del nuevo curso empresarial consolida algunos de los negocios más prometedores, como todo lo relacionado con el almacenaje de la ingente cantidad de información que precisa un mundo trazado con vectores cuánticos, análisis de datos y de inteligencia artificial intensivos. La custodia ... de ese volumen fabuloso es una oportunidad única para constructoras –sigan la pista a ACS, donde como saben no hay sitio para tolilis, miren el propio Florentino Pérez, su presidente, su gestión en estado puro, fuera de foco y trabajando en lo importante, cimentando el futuro de su compañía– y operadores de estos centros estratégicos clave.
La atracción de talento para este nuevo unicornio digital no es el único reto del momento, pues actualmente el desarrollo de los planes pasa por encontrar emplazamientos suficientes, diseñados a gran escala y que cumplan con el doble criterio de la aceptabilidad y sostenibilidad. Amazon y Microsoft son dos buenos ejemplos con sus proyecciones de ciencia ficción en Virginia y Kentucky.
La cuestión es que para alimentar y refrigerar a estas inmensidades industriales hacen falta emplazamientos que contengan el impacto en la huella de carbono: la tan traída inteligencia artificial (IA) generativa consume más de diez veces la energía que precisa una simple búsqueda en Google. La refrigeración de alta densidad y la alimentación a gran escala ha traído al primer plano el uso de la energía nuclear y he ahí un nuevo problema para el discurso tontorrón del Gobierno y el poco espacio que le había dejado el país a sus socios de Podemos. Pues... un apunte más para los despistados: Amazon, Microsoft y Google han encargado la construcción de seis plantas nucleares ¡para su uso exclusivo! que la IA se antoja insostenible sin esta energía
El caso es que hoy, es totalmente incompatible que España pueda convertirse en un 'hub' de centro de datos europeo con la demonización de lo nuclear: los parques de datos apuestan por minicentrales nucleares adosadas al complejo, capaces de suministrar la energía necesaria y rentabilizar el negocio. Solo así, vía independencia energética, tendría alguna oportunidad este negocio en nuestro país, compaginando los reactores de pequeña escala con las baterías de alta capacidad. Esa es la única oportunidad que se le abriría a nuestra España vaciada y con la que ahora se frotan las manos otros países europeos con menos contradicciones programáticas y, sobre todo, mayor voluntad de ocupar algún papel en la era tecnológica.
Y es que mientras que España cierra nucleares otros países las construyen y grandes empresas ven la energía nuclear, a través de estos reactores, la salvación de la industria. De hecho, aquí, Redeia sigue sin atender la demanda de conexiones que existen para grandes 'hubs' de datos, para renovables, para conexiones de coche eléctrico y para la industria. Mientras que el Gobierno mantiene límites a la inversión en Redes, Redeia invierte incluso por debajo de esos límites. Es decir ni siquiera cumple con lo previsto. La flamante ministra de la cuestión, Sara Aagesen, tiene ahí un marrón que debe solucionar, amén de otros tantos.
Por cierto, ¿se imaginan que Polonia o Hungría se postulan como alternativas de bajo coste y facilidades normativas a los proyectos patrios existentes? No pocos se malician con la posibilidad de que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, esté preparando una forma de devolver a la Administración Sánchez el golpe dado a Magyar Wagon a cuenta de Talgo. El veto de España a la operación alegando necesidades de retención de negocio-bandera nunca se ha entendido en aquel país, como sigue sin entenderse entre los accionistas de la compañía ferroviaria, a los que se les prohibió un precio de venta a cinco euros por acción y ahora se les quiere forzar a hacerlo por cuatro. Así es la cosa.
El ministro de Transportes, Óscar Puente, que igual critica a Tesla que elogia a Sidenor, asegura que la venta de Talgo ha de cerrarse antes de que acabe enero, con una salida a la vasca que podría terminar con la entrada de nuevos fondos cercanos al PNV e incluso de Criteria. No sé por qué me da que nada de nada. Al final, poderoso caballero es don dinero, y el fondo mayoritario en el accionariado, Trilantic, no traga con eso de que mantener los colores de no se sabe qué banderas le vaya a costar la friolera de varias decenas de millones de euros. Sidenor no sube el precio y Javier Bañón, socio español de Trilantic, no se baja de la moto, como tampoco lo hace la familia Oriol. Lógico.
Al Gobierno se le van acumulando los líos del invierno en la cornisa, y mientras se lamenta por la internacional ultraderechista que dice lideran el multimillonario Elon Musk y un porrón de jueces malísimas personas, Talgo sigue sin arreglarse, los datos sin centros estratégicos a gran nivel y los funcionarios caminito de la Seguridad Social tras la negativa de Adeslas y DKV a arruinarse por la falta de planificación y visión a largo plazo de quienes se han empeñado en subirse a un tren de política y humo que termina en la estación de ninguna parte.