Cristóbal Montoro: «El punto de no retorno no está lejos, de ahí el nerviosismo»
El portavoz de Economía del PP dice que «el Gobierno no puede estar de vacaciones en medio de esta crisis. Ha bajado sus defensas»
MARIANO CALLEJA
El látigo del Gobierno en asuntos económicos no se muerde la lengua. Su teoría es que no valen los paños calientes ni tratar de ocultar una realidad que califica de «muy frágil» y al límite de las posibilidades de España: «Hay que reconocerlo, ... para poder reaccionar con urgencia». Ante las críticas que volvió a recibir ayer de la vicepresidenta Elena Salgado, se defiende: «Tengo la obligación moral de decir a la gente lo que está pasando».
—¿Cómo se frena esta presión?
—De la misma manera que se debió frenar la crisis en España, siendo un país fiable, creíble, con una política económica que genere confianza dentro y fuera del país, con un objetivo de déficit público que esté en una senda creíble, y promoviendo las reformas que se necesitan con urgencia para crecer y crear empleo. España es un país que no crece, con un paro del 21%, y eso sólo genera falta de credibilidad y confianza. La situación así es muy frágil y delicada.
—¿Hasta dónde puede aguantar España antes de ser intervenida? ¿Dónde tenemos el límite?
—Ese límite existe, es el punto de no retorno, y es a partir del cual el Estado, en las emisiones siguientes de deuda, no puede colocarla, a sabiendas de que se producirá una quita. El límite no está tan lejos, de ahí el nerviosismo que estamos viendo en el Gobierno. Podemos estar cerca de una situación muy complicada, que hay que reconocer, para poder reaccionar con la máxima urgencia.
—Las elecciones se han adelantado y la presión de los mercados continúa. ¿De qué ha servido entonces?
—Estamos en un proyecto de adelanto electoral con demasiado tiempo de por medio. El Gobierno ha perdido capacidad operativa de seguir gobernando al adelantar las elecciones, ya que tiene un candidato que lanza su propia alternativa al Gobierno, que a su vez no quiere perjudicarle. Todo esto se produce en una interinidad de varios meses, cuando debería ser un plazo muy corto en el tiempo. Hasta el 20-N vamos a sufrir una presión de los mercados muy peligrosa.
—¿Habría que convocar las elecciones antes del 20-N entonces?
—La convocatoria se ha hecho con un plazo demasiado largo. Visto lo visto, deberíamos salir cuando antes de esta zona de vulnerabilidad, algo que no es posible hacer sin un nuevo Gobierno. Ahora, el Gobierno debería estar dispuesto a todo, y también a cambiar el calendario electoral para no llegar a una situación límite. Deberían haberse convocado elecciones en septiembre, porque hay tiempo de sobra para explicar el contenido de los programas, y los candidatos son perfectamente conocidos por los ciudadanos. Hay que clarificar el horizonte político cuanto antes.
—¿Qué garantiza que tras las elecciones no seguirá todo igual?
—Lo garantizan los programas. Los ciudadanos confían en un programa de Gobierno. Luego, si no es eficaz, habrá que cambiarlo. Pero aquí lo importante es la capacidad de elegir cuanto antes. Desde luego, como sigamos así, nos van a imponer las reformas desde fuera, y eso lo queremos evitar.
—¿Cómo se recupera la confianza a corto plazo?
—Hay que hacer un programa de choque, que incluya reformas en el sector público, basadas en la austeridad, hay que ordenar las competencias de las administraciones públicas, y establecer techos de gasto para todos. Hacen falta reformas tributarias, incluido el IVA, hay que completar la reforma del sector bancario, y también hay que aplicar nuevas políticas en el campo energético.
—¿Y hace falta un pacto de Estado entre PP y PSOE para salir de esta crisis?
—Lo que hay que hacer es ir a las elecciones con programas. Decir que a partir de ahí es imprescindible un acuerdo es una tontería. Un partido político se presenta con su programa, y cuando esté en condiciones de gobernar debe llegar a consensos lo más amplios posibles, pero sin renunciar a su proyecto. ¿Por qué tiene que haber un pacto? Lo que se necesita es una mayoría suficiente y a partir de ahí se buscarán coincidencias.
—¿Qué la parecen las idas y venidas de Zapatero entre Moncloa y Doñana al inicio de sus vacaciones?
—Es grotesco. Me voy, ahora vuelvo. Es una cosa... Es por la imagen que da de no saber si la normalidad está en ir a Doñana o volver. Mientras tanto, casi todo el Gobierno está de vacaciones. Hay que evitar estos bailes. El Gobierno no puede estar de vacaciones en medio de esta crisis. Es como si hubiera bajado las defensas, en un mes como agosto, que es complicado para los mercados. Hay que recordar que esta crisis estalló en agosto de 2007.
—El jefe de la oposición también está de vacaciones. ¿No debería volver a Madrid?
—Nosotros estamos donde nos corresponde, estamos preparando la campaña, y en cuanto nos llame el Gobierno, ya verá usted lo que tardamos en tiempo y forma en presentarnos donde haga falta. Estamos pendientes de los acontecimientos y de hacer nuestro papel, que no es de Gobierno actualmente.
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