El mundo avanza, la Eurozona menos, España no

La buena noticia es que la mitad de los empresarios del mundo son muy optimistas, a comienzos del nuevo ejercicio, según PricewaterhouseCoopers (PwC). La mala noticia es que pocos de entre ellos son de la eurozona y, si lo son, apenas sólo son alemanes. Un 80% de sus ejecutivos se dicen “muy optimistas” y más de la mitad ampliará personal este año ante el crecimiento de la demanda.

Directivos de los mayores consorcios regionales y globales contemplan ya el futuro con el mismo optimismo que antes de la crisis financiera, según se desprende de una encuesta de la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC), entre 1.200 empresarios de 69 países. Un 48% de ellos estima que su empresa incrementará su volumen de ventas este año de 2011.

Pero en la zona del euro, el peso de la deuda lastra las expectativas empresariales; hasta el punto que el economista Nouriel Rubini dijo considerarla en estos momentos uno de los "mayores riesgos" para la economía global: “Sus problemas siguen sin resolverse”. Señaló la incertidumbre que rodea la crisis de la deuda pública como asimismo las débiles perspectivas de crecimiento y competitividad. En esto, tampoco coopera la anémica actividad registrada en las mayores potencias, como EEUU y Japón.

En contraste con el nuevo tono, más de la mitad de los empresarios españoles mira al nuevo año con aprehensión, temiendo nuevas cargas fiscales para reducir el déficit de caja. La inestabilidad de los mercados y el acceso a la financiación es asimismo preocupación principal de dos de cada tres empresarios, el mismo número que no tiene esperanzas en el ejercicio 2011.

Pese a verse ahora una mejor respuesta política, en la zona del euro los problemas fundamentales "siguen sin resolverse", dijo Roubini, hace falta “más liquidez y recursos oficiales” para evitar nuevos contagios, y ha singularizado el problema de España, que sería demasiado grande para caer, pero también para ser rescatada".

Con matices diferenciados, el profesor de Columbia Xavier Sala i Martín se ha mostrado a este diario “más optimista” con el gobierno de España que cuando vino aquí “el año pasado a culpar a la prensa de todo”. “Ahora sí se mueve algo en la buena dirección, es importante para la confianza adelantarse a las condiciones de Basilea III” para las garantías bancarias; si bien con excepción de la última palabra en la órden de capitalización bancaria de la vicepresidenta Salgado: “En vez de nacionalización, tenían que haber puesto cierre”, en referencia a entidades que no logren una recapitalización en el mercado.

Recuerda que el problema en que incurre el gobierno español fue el mismo que hundió al irlandés, abocándolo al rescate por comprometerse a salvar a su banca. La exposición de las cajas espaolas al sector inmobiliario y de la construcción puede ser superior al estimado, “podría rondar los 400.000 euros, esto es el 40% del PIB”, la cifra que hundió a Irlanda. “Un país con un problema de deuda como España” no puede incurrir en un lastre así sin ahogarse.

La confianza creciente habla de un desenganche de las nuevas potencias en desarrollo, pero los expertos estiman que este proceso va para largo y Occidente no debe confiarse. Los informes vistos en Davos reconocen un crecimiento global y un optimismo, debido al impulso de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y otros emergentes, que no obstante encaran presión inflacionista en crudos y alimentos, pero se constata que las economías del sur de Europa no encuentran el modo de activar el crecimiento.

En este sentido, el fundador del Foro, profesor Klaus Schwab, ha advertido en una entrevista contra los problemas que encara la generación joven, especialmente en España, y dice no descartar revueltas como las vistas en mayo de 1968 en París: "Es muy posible que un día afrontemos una revuelta contra la negligencia de nuestra generación en resolver los problemas” y agregó que en España, especialmente, “el paro juvenil es insostenible a largo plazo".

Además de la conflictividad social heredada de la crisis, la principal preocupación de empresas y gobiernos es el descenso hacia una guerra comercial. Hace tres años, una respuesta unificada y consensuada a la crisis amortizó el recurso al nacionalismo y la protección de mercados; pero nada garantiza que el peligro haya pasado y menos entre potencias con serias diferencias comerciales y en el mercado de divisas, como las que separan a China de EEUU, pero también con Japón y la UE o Brasil, que dice sufrir una guerra de divisas.

Por ello el nuevo intento de los ministros de Comercio de renovar el ya caduco acuerdo de Doha será visto con aprehensión como prueba de futuros derroteros. Y, según coinciden expertos en Davos, “una guerra comercial es verosímil”, como ha dicho el profesor de la escuela de negocios IMD, Jean Pierre Lehmann.