Tenis
Alcaraz, un viaje vertiginoso hacia la cima
Con 19 años, Alcaraz conquista el planeta tenis tras un curso de crecimiento milimetrado
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Iniciar sesiónSe recordará este US Open por muchísimas cosas: la despedida de Serena Williams, un adiós un poco rápido de Rafael Nadal, la ausencia de Novak Djokovic. Pero, sobre todo, se recordará por Carlos Alcaraz. El español se ha convertido en el espectáculo del tenis ... en mayúsculas. Por su tenis, con esa infinidad de recursos y esa magia que saca de vez en cuando; por sus partidos, esos tres últimos a cinco sets, con bola de partido en contra ante Jannik Sinner, por esa templanza ante el resurgimiento de Frances Tiafoe con casi toda la grada a su favor; y, sin duda, por su carisma: autofotos con el personal, regalar las zapatillas, ser él dentro y fuera de la pista. Y se recordará porque aquí es donde Alcaraz ha conquistado la proeza mayor. El sexto español en pisar una final del US Open, tras Rafael Nadal, Arantxa Sánchez Vicario, Juan Carlos Ferrero, Manuel Orantes y Manolo Santana. El quinto en ganarlo. Y cuarto español también sentado en el trono de la ATP, tras Moyá, Ferrero y Nadal. En un viaje meteórico hacia las estrellas que ha protagonizado en apenas un año.
Tres horas y 36 minutos duró su primer partido de la ATP, victoria ante Albert Ramos, con 16 años. Tres horas y veinte ha durado este último disputado, ante Casper Ruud, en la final del US Open. Un viaje hacia las estrellas estratosférico y vertiginoso que, no obstante, casi no ha hecho más que empezar. Hace 365 días que Alcaraz tumbó a Stefanos Tsitsipas en la tercera ronda de este mismo torneo en Flushing Meadows. Allí, su alegría, sus brazos al aire, su comunión con la grada y su juego, empezaron a revolucionar al planeta tenis. Desde esa primera tarjeta de visita, el español no ha hecho más que crecer. En todos los sentidos. En todas las pistas. A ritmo de gigante y ante los ojos de los espectadores. Se esperaba, lo sabían los expertos, lo indicaban sus primeros pasos. Lo ha confirmado él a golpe de triunfos, récords y reconstrucciones.
Todo empezó en El Palmar, en el club en el que Alcaraz comenzó a golpear a la pelota. Con Kiko Navarro como entrenador de aquellos años de aprendizaje y de juegos, de rabietas y de hoteles inquietantes, de viajes en tren y de trofeos que no enseñaba en el colegio por vergüenza. Un talento despistado que idolatraba a Roger Federer en aquellos años y que soñaba con ser número 1. Después llegaría el paso grande, el cambio de actitud, la evolución en el profesionalismo. Ya no era un juego, agotados los rivales para subir el nivel en Murcia, encuentra una plaza en la escuela de Juan Carlos Ferrero, de quien está siguiendo los pasos: este ascendió al 1 aquí, en el US Open de 2003, aunque perdió la final con Andy Roddick. El pupilo ya lo ha superado.
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Javier Ansorena
A partir de ahí, el niño de los récords, el desarrollo prematuro, el 2022 deslumbrante. Aquel Alcaraz que ganó en Umag 2021 su primer título ATP en poco se parecía al que conquistó Río en 2022, el más joven en lograr un ATP 500; llegaría a Miami para recomponer la historia del tenis español, pues nunca, ni Rafa Nadal, había ganado en esa pista. Lo hizo él, récord de precocidad, inauguró su era y la confirmó con el Conde de Godó. Ya con su marchamo, pues levantó una bola de partido ante Alex de Miñaur. En Madrid, la magia. Solo un año después de perder en su 18 cumpleaños contra Nadal, consiguió la revancha y la superó: victoria después contra Novak Djokovic -el primer tenista en lograrlo en tierra- y título ante Alexander Zverev; el más joven en ganar en la Caja Mágica, claro.
Con 19 años, la convicción de que podía hacer cosas muy grandes. Pero ante el peaje de ese soñar hacia lo alto, la realidad tozuda del tenis: pierdes más de lo que ganas. Llegó la presión, el vértigo de las alturas, Sinner. El italiano le enfrenta a su espejo: derrota en octavos de Wimbledon y en la final de Umag. Saberse cuatro del mundo lo enfrenta a sí mismo en Canadá, derrota en primera ronda. «No he sabido manejar la presión». El primer paso para solucionar el problema ya está dado. Cuartos de final en Cincinnati. Todavía la sombra ahí. Despejada de un soplido en este US Open en el que es el Alcaraz mágico de las grandes noches, el que ha dejado a Nueva York despierto hasta altas horas de la madrugada, el que ha conseguido triunfos de épica y de fuegos artificiales. Pero ha sido también el Alcaraz más calmado, el menos efervescente, el más seguro, el mejor. Y lo que todavía está por llegar.
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