el álbum
Lora, de jornalero a internacional
daguerre
La grandeza jamás se podrá medir atendiendo al sistema métrico decimal porque los centímetros nunca serán útiles para fijar la talla humana de una persona. A Enrique Lora, antiguo propietario del «7» en el Sevilla, hoy el dorsal de Jesús Navas —ambos de limitada corpulencia, ... canteranos y capitanes, uno de La Puebla del Río y el otro de Los Palacios, los dos internacionales con España, sevillismo de quilates—, lo apodaron —acertadísimo Paco García Montes «Juan Tribuna»— como el centrocampista con botas de siete leguas por su incansable y generosa entrega en el campo, en especial por la banda derecha, del mismo modo que a Navas se le conoce —apelativo debido a Jesús Alvarado— como el Duende de Los Palacios por la magia de un fútbol que encandila desde la diestra.
A Lora también se le conoció en el pasado, años 70, aquella época en la que ingresó para siempre en la nómina de los grandes en la historia del Sevilla por una valía futbolera que aunaba fuerza, técnica, disciplina, velocidad y fondo, como el «impuesto de lujo» tras un episodio —nada ha cambiado, ayer como hoy...— provocado por la prensa de Madrid. En febrero de 1970, España, la selección nacional, volvía a «su» casa, el estadio Sánchez-Pizjuán, la cuna del Jugador Número Doce, donde nunca ha perdido, para disputar un amistoso a Alemania Federal, subcampeona del mundo, que se preparaba para el Mundial de México. Kubala convocó a Lora, el pulmón del Sevilla de Max Merkel, aquel Sevilla que fue el primer equipo que tras ascender de Segunda logró clasificarse —temporada 1969-70— en tercera posición. En Madrid, siempre Madrid, tildaron a Lora de «impuesto» para calentar la taquilla ante aquel amistoso frente a Uwe Seeler, Vogts, Netzer, Müller... España sorprendió y —goles de Antón Arieta— ganó por 2-0. Lora dio más de una bofetada sin mano. Madrid rectificó: «Un impuesto... de lujo». Ahí comenzó una carrera internacional de 14 partidos —incluso con el Sevilla en Segunda— de la mano de Kubala, quien no obstante humillaría al de La Puebla —octubre de 1972— en un partido frente a Yugoslavia tras mandarle que sustituyera al valencianista Sol y sustituirle sólo cinco minutos después por el atlético Ufarte. Años después, en el Sevilla, Carriega le hizo lo mismo en un partido en el Calderón.
Lora —hoy cumple 67 años— nunca olvidó sus humildes orígenes —jornalero que fue en los campos de La Puebla del Río— y el hambre que pasó. En sus comienzos, siendo un chiquillo, Lora alternó el fútbol con el trabajo de bracero —arroz, maíz, algodón...— porque en casa de sus padres apretaba mucho la necesidad. Después de dejar el tajo tomaba la bicicleta para ir a entrenarse en el campo del Puerto con los juveniles del Sevilla Atlético B. El club le daba siete duros para el desplazamiento, pero él —«Medio Metro» como lo llamaba Salvador, Rodri en las alineaciones, compañero en la línea media— dejaba las 35 pesetas en su casa e iba y volvía pedaleando por la ribera del río.
Al subir al Sevilla Atlético —los primeros dineros, el arreglo de la casa materna...— todo cambió. Trocó un campo de muchos e ingratos sudores por otro de sudores gratificantes. Once temporadas —ay, aquellas sevillanas de Los Hermanos Reyes...— en el Sevilla con dos ascensos, partidos europeos, trofeos Ciudad de Sevilla... Capitán y jugador ejemplar: nunca fue expulsado y sólo vio una tarjeta amarilla. El retiro le vino en el Recreativo, con el que logró otro ascenso. Siempre el mismo, cuando le llegó la fama ayudó a muchos pero muy pocos le echaron una mano cuando lo engañaron y precisó de apoyo en el duro partido de la vida. Ahora, tanto tiempo después, Lora puede seguir presumiendo de haber sido el humilde jornalero que llegó a internacional.
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