Laporta ha perdido siempre

De hecho, el propio Real Madrid está también altamente interesado en que el Barça y una idea del Barça sobreviva, y su presidente Florentino Pérez es quien más ha hecho por garantizarlo. Laporta y sus fechorías destruirán al Barça tarde o temprano, y no quedará más remedio que ponerlo en venta, una venta que Laporta promueve y desea desde el día que volvió a ser presidente. ¿Por qué? Es fácil imaginarlo en un hombre que entre sus dos presidencias tuvo casi que vivir de prestado.

Pero antes de hundir al Barça, Laporta se habría hundido a sí mismo de no haber sido por el cambio crucial en la Ley del Fútbol que prepararon Florentino y el entonces secretario general de Deportes, Víctor Francos, mano derecha del ministro Miquel Iceta. Para que no se notara, la ley se presentó a través del PNV; para que no se notara y porque formando parte el Athletic de Bilbao la misma excepción que Barcelona y Madrid, los nacionalistas vascos querían colocar a Ricardo Barkala –tan miembro del partido como falto de los recursos necesarios para avalar– al frente del club. El cambio consistía en que los presidentes y sus directivos no estuvieran obligados a avalar los presupuestos ni pagar en caso de pérdidas. Gracias a Florentino, Laporta se mantuvo en la presidencia. A pesar del PNV, Barkala fue derrotado por Jon Uriarte.

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Laporta se encontró a un club arruinado y pensó que le salía más a cuenta acabar de vaciarlo y luego venderlo al mejor postor –controlando, por supuesto, minuciosamente la operación– que intentar salvarlo. Y esto es lo que ha hecho con las palancas, sus comisionistas habituales y tantos y tantos fichajes que no han servido nada más que para mover dinero entre su círculo de mánagers de confianza. Los 91 millones de pérdidas que en el ejercicio de la temporada pasada no ha tenido más remedio que aceptar son sólo la punta del iceberg de una gestión pretendidamente desastrosa para justificar la venta del club y el correspondiente desfile de millones.

A pesar de lo burdo de sus manejos, la afición y la prensa deportiva catalana han tragado con todo en los últimos años, y otra prueba de la impunidad que siente el presidente es que se ha atrevido a prohibir la presencia de los socios en la próxima asamblea de compromisarios –órgano supremo de gobierno de la entidad– bajo el argumento de que celebrarla de modo telemático es más barato. Laporta no es más que un tirano consentido por una masa social de fanáticos y de ágrafos, y así puede ahorrar en democracia lo que se gasta en comilonas.