Iago Aspas

En el Liverpool y en el Sevilla no cuajó, uno de esos casos llamativos de futbolista que sí rinde cuando está cerca de los suyos. Aspas es de Moaña y ahí le gusta vivir, rodeado de su gente y honrando al escudo que defendió desde que era un niño. Para entrar en la cantera mintió piadosamente sobre su edad, y sirve esa anécdota para presentar a este delantero pillo que hace lo que sea por llegar al objetivo. Con casi 31 años, le llega el regalo del Mundial.

Debutó en la selección con Lopetegui, en Wembley nada menos, y desde entonces ha sido un fijo en la convocatoria. Seguramente, por su forma de entender el juego, sería el mejor nueve para España de los que están en Rusia, pero también es verdad que los otros aportan cosas diferentes. Lo que es seguro es que con Aspas habrá electricidad en el área y mucho acierto.

En cierto modo, Aspas es un jugador de eclosión tardía, muy mejorado y sensato con el paso del tiempo. De sangre caliente, a veces demasiado, cae a banda con alegría y se exprime por la izquierda con naturalidad. Regatea bien, corre mucho y muy rápido y tiene un olfato instintivo que le lleva a acumular un puñado de goles en su mochila. Con España, de hecho, no le ha ido nada mal.

Se nota en su fútbol ese gen callejero, ese gen de barrio que ya no abunda en las escuelas de fútbol de hoy en día. Aspas es pillo, pero también inteligente en el campo como para entender un buen desmarque o como para hacer más fácil la vida a los centrocampistas. Además, tiene una ilusión y un hombre muy sana y eso se contagia en el grupo. Será, seguro, protagonista en Rusia.