Busquets

Es ya un veterano de la selección, con más de cien internacionalidades que le otorgan un papel de líder indiscutible. Él, sin embargo, actúa en silencio, alejado de los focos porque los rechaza, incansable en el eje del centro del campo para que todo el equipo funcione a su ritmo. Si no estuviera Busquets, habría que inventarse otro igual, aunque parece que es imposible.

Lo tiene prácticamente todo para su puesto. Se coloca donde toca, da sentido a la creación, en un pase rompe líneas y en defensa se multiplica para tapar todos los agujeros que pueda haber. Empezó en la selección como complemento de Xabi Alonso en ese doble pivote que tan bien funcionó en Sudáfrica (pese a la derrota en el debut) y ahora manda a sus anchas, un entrenador en el césped que también dirige con acierto. No es un lunar, pero sí que es cierto que, aunque no sea su función ya que tampoco pisa en exceso el área del enemigo, le falta algo más de gol.

Su eclosión fue meteórica y, sin apenas rodaje en grandes citas, fue titular en el Mundial de 2010. Había debutado antes, en 2009, pero desde que juró bandera se supo que había un jugador de largo recorrido. Ha sido fijo en todos estos años y lo será también en Rusia, a la espera de que el Barcelona se asegure su futuro con un nuevo contrato. Busquets es el pulmón, el aliento, el mejor amigo del equipo. Y, encima, se le escucha y se le respeta ya que tiene galones de capitán.