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Fútbol

El primer impacto al llegar a Doha: quiere ser Las Vegas, pero sin pecado

Mundial Qatar 2022

El emirato recibe a los visitantes todavía en obras y con más carteles que alegría popular

Mundial Qatar, en directo: Mané abandona la concentración de Senegal 

Doha se prepara para el Mundial AFP

Pío García

Doha

Se han dicho muchas cosas de Qatar. Se ha dicho que el país tiene fabulosos depósitos de gas y que, gracias a esos yacimientos, sus emires atan los camellos con longanizas y son capaces de firmar cheques cuyas cifras, portentosamente llenas de ceros, desafían ... el álgebra tradicional y son ilegibles para el común de los mortales. Se ha dicho también que obligan a las mujeres a ponerse velo y a adoptar una posición subordinada, que castigan duramente a las parejas gais, que imponen, en fin, una asfixiante dictadura moral que asume los principios del wahabismo, una de las corrientes más rigoristas y ceñudas de la religión islámica. Todo eso se ha dicho, y es verdad. Sin embargo, cuando uno aterriza en el aeropuerto de la capital, Doha, reluciente como si acabara de pasar el mayordomo del algodón, no recibe todas esas impresiones de golpe. Hay que aguzar la vista, comprender las sutilezas escondidas y no caer en la tentación, tan frecuente en los viajeros ocasionales, de afirmar tajantemente «esto es así».

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