LOS CROMOS DE NIETO / HISTORIAS DE LIGA
Los aires de Salva Ballesta
Le calló la boca a Oleguer Presas con una metáfora canina y escatológica
El Niño del Prater

Por las torrenteras de los equipos grandes, que diría el sabio, pero también por sus sufrimientos, hubo un piloto, un héroe del fútbol que remataba lo imposible. Hasta una sandía según confesión propia. Salva Ballesta, actual responsable de las leyendas de la RFEF, ... trae a este cromo ese fútbol de entrega, generado en campos de tierra y con un amor sacrosanto a la disciplina, que es la receta contra los caprichos de la Jet.
Salva Ballesta dejó siempre un 'bouquet' feliz en los equipos por los que pasó, aunque, entre idas, cesiones y vueltas, fue en el Málaga donde vivió sus días más azules. O más blanquiazules, por precisar. Zaragozano de Sevilla, o del sur, fue precisamente el hijo del mítico Campanal, su profesor de tenis, quien le animó para que probara en las categorías inferiores del Sevilla.
Toda una serendipia que a alguien acostumbrado a las leyes tan exactas de la gravedad y los vientos le abrió las puertas del mundo. Del Racing, del Valencia, del Málaga, del Bolton, del Atlético... Su movida geografía quiere, hay que incidir, situarlo en Málaga. Por aquellos aires amenos, después de que los surcara Catanha, la gaviota de Recife, Salvador Ballesta quedó como un ídolo querido en un Málaga al que Juande Ramos le quitó los complejos. En su hoja de servicios queda ser el Pichichi con los cántabros.
También el callarle la boca a una calamidad como Oleguer Presas con una metáfora canina y escatológica. Salva Ballesta es libérrimo, y ahí queda su historia con Jesús Gil, en uno sus grandes momentos, cuando rechazó una oferta de Lendoiro para aquel Depor aún rutilante y él prefirió el infierno con los rojiblancos. Eso mismo habla de su carácter indómito y del abrazo de Gil.
Un hombre que ha pasado por la Selección, el Écija y por el Levante, un trotamundos alegre del fútbol patrio, bien tiene una novela. Por eso, España limita con Salva Ballesta. Quizá el epílogo de un fútbol de talento y testosterona, efectivo, que se ha ido perdiendo; primero por el 'tiki taka' y después por las gacelas imberbes de la última hornada. No se le va el aire marcial y solidario. Amén.
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