Fútbol
Gianni Infantino, el señor Lobo de la FIFA
Reelegido presidente sin oposición, el hombre más poderoso del deporte, busca globalizar el fútbol y que su organización deje de ser sinónimo de corrupción
Infantino, reelegido para gobernar el fútbol
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Iniciar sesiónA Gianni Infantino (Brig, Suiza, 1970) cabe reconocerle un mérito indudable: desde que llegó a la FIFA, en 2016, los escándalos de una institución que llegó a ser considerada podrida ya no provienen de sobornos y comisiones ilegales. El actual presidente practica el ... malabarismo para conjugar los valores que expresa su renovada organización con los patrocinadores que elige para rentabilizar una fabulosa máquina de generar dinero. «Todo el mundo debe reconocer -como dice un colaborador suyo a este periódico- que ya nadie se lo mete en el bolsillo».
Aupado por el vacío de poder que dejaron en 2015 los 'quemados' Joseph Blatter y Michel Platini tras la redada organizada por el FBI para descabezar una organización que apestaba a corrupción, Infantino ha logrado ser reelegido recientemente por unanimidad para encabezar la FIFA otros cuatro años. Sus reglas de transparencia han logrado incluso convencer al Departamento de Justicia de Estados Unidos, que no perdonaron a Blatter y sus amigos que los petrodólares les robasen la organización del Mundial 2022. Después de años de incredulidad y críticas a Qatar por motivos que van desde el clima y el calendario a los Derechos Humanos, Infantino presume ahora de haber liderado «el mejor Mundial de la historia».
Su coronación en el congreso celebrado hace unos días en Ruanda refleja el respaldo a su política económica y de gobernanza tras las fuertes críticas de la comunidad internacional y algunas federaciones europeas -como Alemania y Noruega- que siguen reprobando el polémico Mundial de Qatar: por ejemplo, los miles de obreros muertos en la construcción de los estadios y la prohibición de mostrar el apoyo a los homosexuales perseguidos en el país árabe. El último escándalo de la FIFA (la voluntad de firmar a Arabia Saudí como patrocinador oficial del próximo Mundial femenino de Fútbol) ha mostrado la preocupación del ente con sede en Suiza, además de cierta debilidad. «Hubo conversaciones con 'Visit Saudi', pero al final no desembocaron en un contrato… Así que fue una tormenta en un vaso de agua», dijo Infantino con cierta altanería antes de criticar el doble rasero del Gobierno australiano y anunciar: «Queremos ver cómo podemos involucrar a los patrocinadores saudíes, y a los de Qatar, en el fútbol femenino en general».
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Infantino dedicó precisamente al fútbol femenino su última intervención en el reciente Congreso de la FIFA; dijo estar trabajando para que «en 2026 y 2027 haya una remuneración equitativa para hombres y mujeres y que las asociaciones reciban más de lo que están recibiendo por participar en el Mundial». «La FIFA está recibiendo ofertas entre 10 y 100 veces inferiores para el Mundial femenino en relación al masculino -continuó-. ¿Les parece normal? Si nos ofrecen un 20 o un 25% menos, de acuerdo; pero no un 100. ¿Así cómo vamos a conseguir organizarlo?», se preguntó en voz alta.
A Infantino se le ve en el fútbol como una especie de 'señor Lobo', el personaje de la película 'Pulp Fiction' de Quentin Tarantino, brillantemente interpretado por Harvey Keitel, que se dedicaba a resolver problemas. El presidente es conocido por su facilidad oratoria y capacidad para agradar, además de la dedicación al trabajo.
Licenciado en Derecho Deportivo por la Universidad de Friburgo (Suiza), Infantino ingresó en la UEFA en el 2000. Un año después se casó con la libanesa Leena Al-Ashqar, con quien tiene cuatro hijas. Desde entonces, no dejó de subir en el organigrama del fútbol internacional. Durante años fue un rostro conocido en la televisión: era la 'mano inocente' encargada de extraer las bolas del sorteo de la Champions League. También asesoró en cuestiones legales a varias ligas europeas (entre ellas, la española).
Impulsado por Platini
Pese a ello, no gozaba aparentemente del prestigio suficiente como para suceder al caído Blatter; fue el apoyo de Michel Platini (presidente de la UEFA y delfín de propio Blatter) lo que lo catapultó a la presidencia tras derrotar en la votación al jeque de Baréin Salman bin Ibrahim Al-Khalifa, al príncipe de Jordania Ali Bin Al Hussei y al francés Jerome Champagne. Su reto, como dice la propia página web de la FIFA, ni más ni menos que «reposicionar a la FIFA como una organización creíble, fiable, moderna, profesional y transparente».
La falta de candidatos opositores en el reciente congreso prueba el respaldo interno a su gestión; los disidentes están fuera de la organización (y no tienen derecho a votar en las elecciones de la FIFA). Son clubes, ligas (principalmente europeas, incluida la española) y sindicatos de jugadores, además de la UEFA: un vínculo deteriorado por la mala relación entre Infantino y Alexander Ceferin, el presidente del fútbol europeo, para quien la FIFA se va convirtiendo en un competidor que organiza torneos propios y pretendió además organizar un Mundial cada dos años. Una decisión que, en opinión de Ceferin, «canibalizaría al fútbol femenino, a los Juegos Olímpicos, en definitiva, a otros deportes».
Los principales focos de Infantino (además de la implantación del VAR, que siempre defendió) han sido la gobernanza y el crecimiento del fútbol en Asia, África y Oceanía, continentes donde suma el apoyo de muchas decenas de federaciones gracias al dinero que les vuelve de jugosos patrocinios con países de Oriente Medio. Recientemente, la organización anunció un presupuesto récord para el próximo cuatrienio: 11.000 millones de euros. Su inclinación a moderar el peso relativo de Europa -y Sudamérica- en el fútbol mundial vino avalado desde un principio por su decisión de elegir como número dos de la organización a la diplomática senegalesa Fatma Samoura. Infantino dirigió posteriormente en persona la preparación del Mundial 2022 y los contratos de patrocinio; llegó a mudarse a Doha, donde sigue residiendo actualmente con un sueldo fijo de aproximadamente un millón y medio de euros anuales (más otro tanto variable).
Víctima de deslices
«Europa debería pedir perdón por los últimos 3.000 años», afirmó durante el Mundial, acusando de hipocresía a las voces críticas con la falta de derechos fundamentales en el país organizador. A pesar de este tipo de declaraciones sorprendentes y algún que otro desliz (como un selfi frente al féretro de Pelé hace pocos meses), Infantino es generalmente considerado como un hombre hábil y simpático, que supo agradar en su momento tanto a Trump como a Putin, igual que a los jeques árabes, y que también se acuerda de los que ya no están en primera fila. El año pasado viajó por sorpresa a Madrid para asistir a un homenaje de la Asociación de Futbolistas Españoles al defenestrado Ángel María Villar, expresidente del fútbol español y exvicepresidente de la FIFA; meses después, invitó al exdirigente vizcaíno a Qatar para que viviera todo el Mundial en primera persona mientras en España espera en soledad a que se acabe la instrucción de un juicio seis años después.
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«Prometí organizar la mejor Copa del Mundo de la historia y lo conseguimos», concluyó con orgullo ante sus colegas tras ser reelegido: «Cinco mil millones de telespectadores, tres millones de aficionados en los estadios, selecciones de los cinco continentes clasificados, Marruecos primer país africano en llegar a semifinales… La infraestructura fue perfecta, cero incidentes». Después ablandó la mirada: «Permitidme simplemente daros las gracias a todos. Los que me queréis sois muchos y pocos los que me odiáis, pero os quiero a todos… Podéis seguir confiando». Le falta probablemente otro mandato, como mínimo, para que la confianza en la FIFA se generalice también en la opinión pública.
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