El Borussia Dortmund arrasa al Atlético

El estadio Signal Iduna Park encierra alguno de los misterios que convierten al fútbol en un deporte hipnótico. Puro magnetismo para las masas. Imponente el preámbulo, 70.000 almas atronando en un recinto que parece pequeño y engaña. Es una caldera. Un muro amarillo de en la franja sur de al menos 20.000 personas que parecen colgadas de un puerto de montaña con más del 25 por ciento de inclinación. Contagia la versión alemana del «You’ll never walk alone» (nunca caminarás solo) cantado a capella. El partido presenta a los futbolistas germanos en una vociferante sesión individualizada, y se olvida de los jugadores del rival, que para eso ya está internet y se puede consultar...

Atmósfera cargada en la industrial y gris Dortmund que el Atlético combatió con personalidad, presencia y empaque en el campo durante el primer acto. Simeone y su tropa se crecen en ambientes duros, donde no se adivinan vías de escape. No fue un espejismo: el Atlético rebajó la tensión con el balón en su poder .

Tiene jugadores para combinar, buscar la sociedad, triangular en las bandas según los sectores y cuadrículas del rugby que le apasionan al Profe Ortega. La plantilla que gestiona Simeone ya es solo una cofradía de guerrilleros con el pañuelo anudado a la sien. Con Lemar, Thomas, Griezmann, el equipo puede jugar a otra cosa, algo más de elaboración sin recaer, nunca lo hará con Simeone, en la retórica de los 150 pases sin profundidad.

No compareció Rodrigo de inicio, un jugador que cala en el colchonerismo por su impronta singular, colocación y buen pie para el toque. Lo hizo Thomas, cuya aportación siempre es relevante porque es un tipo con criterio y propiedad en las soluciones. El Atlético gobernó y tuvo el gol en la bota de Griezmann (zurdazo al lateral), Diego Costa (potente desmarque y mala elección en el recorte) y otra vez Griezmann (fuera su derechazo).

Pero se marchó al intermedio con un gol en contra por un tiro de Witsel que rebotó en Saúl y descolocó a Oblak . Un infortunio que desarmó durante unos minutos la coraza rojiblanca. El Borussia no amenaza, pega siempre. Su fútbol es profundo, interesante, perpendicular, encarnado en Marco Reus, aquel volante que prometía la eternidad y al que frenaron las lesiones. En carrera con el balón, a veces parece imparable. Por allí combinó Gotze, siempre eficaz de espaldas y de cara al balón. Pulisic parece realmente bueno... Durante buena parte de la noche, recordó a aquel equipo que asombró a Europa con Jurgen Klopp. Encuentro de alto voltaje en la industrial Dortmund.

Thomas fue amonestado y Simeone zanjó el asunto: metió a Rodrigo para no comprometer la remontada por una amarilla. Rodrigo aporta una virtud por encima del resto: claridad. Lucidez en el manejo del balón, sensatez para ubicarse en la defensa. El Atlético tiene un tesoro.

La clarividencia de Rodrigo influyó en el despegue rojiblanco en el segundo acto. Mucho más entregado en la presión, más enérgico en la recuperación, más preciso en el pase, anudó tantas ocasiones en tan pocos minutos que resultó anormal que no marcase. Saúl tuvo cuatro ocasiones , una de ellas al palo, antes de ser sustituido. Detalle inhabitual, porque el canterano es intocable para Simeone.

Lo que se vio fue un equipo con determinación, que no aceptó una arruga en el traje y que apretó de lo lindo en un estadio que impone a las almas pusilánimes. No lo fue el Atlético, todo lo contrario. Expuso para ganar, arriesgó Simeone en los cambios (Correa por Saúl), pero estaba escito que ayer no era la noche. Correa no estiró la puntera en una dejada de Griezmann al estilo NBA. Y al segundo intento, el argentino chocó contra el poste . En una de las numerosas arrancadas de Reus, el Borussia encontró la sentencia. Un pase atrás que empujó Guerreiro. Y luego, el colofón con los tantos de Sancho y Guerreiro a la contra.