Un Giro de Italia sometido a la ley de Pogacar

Coppi registró duelos legendarios con Gino Bartali, dos Italias en una carrera que es símbolo nacional como la pasta, la vespa o la mafia. El primer corredor en ejecutar el doblete Giro-Tour apenas tuvo ocho días de descanso entre ambas citas.

Una cuestión que tiene muy en cuenta la legión de preparadores, nutricionistas, biomecánicos y médicos que acompañan a Pogacar. Hay más de un mes entre el rosa y el amarillo francés, tiempo suficiente, creen los especialistas del UAE, para que el fenómeno recargue pilas y amplíe el descanso.

En los sesenta emergió Jacques Anquetil, el señor crono, vencedor de ambas carreras en 1964. Más que nadie hizo historia el 'Caníbal' Eddy Merckx, el mejor ciclista de siempre por palmarés e influencia, tres veces autor del doble Giro-Tour (1970, 72 y 74).

Bernard Hinault, el 'tejón' francés, voraz y competitivo como nadie, emuló a sus iguales en 1982 y 1985. Aquel histórico rival de Perico Delgado, Stephen Roche, lo consiguió en 1987, su año de esplendor.

El único español en la lista es el inigualable Miguel Induráin, en disputa con Nadal como mejor deportista nacional de siempre, ganó el Giro y el Tour en su época dorada, 1992 y 1993. Marco Pantani, el ciclista de la fantasía, es el último en la nómina, 1998, veintiséis años ya de su exhibición en Italia y su victoria ante Ullrich en Francia.

Con relativa facilidad se dice o escribe ahora que Tadej Pogacar es el mejor ciclista de la historia por su versatilidad, su generosidad en el esfuerzo, su ambición y carácter, y ese tono vitalista que imprime a cada uno de sus triunfos (70 con 25 años). Ya sea en el Tour o en la Volta a Cataluña, el esloveno es una garantía de espectáculo y respeto a las carreras en las que concursa.

Pero su superioridad es tan apabullante en este Giro que comienza en Turín que, como tantas otras tardes, la emoción está anulada desde el principio porque no hay otro favorito, salvo accidente o desgracia que nadie quiere. Todo lo que no sea una victoria del balcánico entrará en el capítulo de lo inimaginable.

«Cada vez que tomo la salida en una carrera, se dice de mí que soy el favorito. Estoy acostumbrado a serlo, he aprendido a vivir con ello y estoy preparado. Sé que todos querrán vencerme y que mi equipo será el que deba controlar la carrera», comenta Pogacar en rueda de prensa, medio imposibles ya las entrevistas con la estrella.

La reciente caída de figuras en el País Vasco (Roglic, Evenepoel, Vingegaard, los tres con el Tour en su programa y no el Giro) recuerda que el ciclismo es el deporte más expuesto a las inclemencias exteriores: el asfalto de las carreteras, la lluvia, el viento, la nieve, el frío, los perros, los aficionados con móvil... Pogacar sufrió una fractura de muñeca el año pasado en la Lieja-Bastoña-Lieja.

Pogacar se presenta en el Giro con muy poca competición y muchos éxitos, siete victorias en diez días de carreras, que incluyen la Strade Bianche, la Volta a Cataluña y la Lieja. «Es injusto hablar solo de mí porque es irrespetuoso para los demás corredores. Todo el mundo ha trabajado duro y quiere ganar. Y es posible. Pero quizás es también mi culpa», dice en alusión a las exhibiciones que suele aplicar en cada victoria.

En el Giro se encontrará con buenos ciclistas lejos de su nivel, el vencedor de un Tour Geraint Thomas (segundo el año pasado tras Roglic), el australiano Ben O'Connor, el veterano francés Romain Bardet o el joven belga Cian Uijtdebroeks. En otra dimensión destaca el debut de Julian Alaphilippe o la participación de Filippo Ganna, que tiene una estupenda opción para lucir con dos contrarrelojes y 76 kilómetros, tan en desuso estas distancias en el ciclismo moderno.

Será un Giro menos montañoso que en otras ediciones, pero con los colosos clásicos que convierten a esta carrera en única, el Stelvio (techo de la carrera probablemente con nieve), el Mortirolo (pionero de las rampas imposibles) o el Monte Grappa.