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Reportaje

Deportistas para toda la vida: ¿qué comen los profesionales cuando se retiran?

Cada día mejor preparados, también en la cocina, los deportistas tienden a prolongar sus hábitos tras la retirada

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En el mundillo de los 'coach', una nueva profesión surgida por la necesidad de escuchar en boca de otros lo que nos gustaría oír, abunda la idea de que bastan 21 días de repetición para construir un hábito . Qué ocurrirá entonces cuando se trata de toda una vida: más que cometidos automatizados, probablemente se trate de algo imperceptible, un cúmulo de acciones que se entrelazan con la respiración o los parpadeos.

Al deportista profesional la disciplina le viene de serie, como si se tratase de un sistema operativo integrado en su disco duro. Ocurre con el entrenamiento, el descanso y la alimentación, las tres patas sobre las que se sostiene el rendimiento al más alto nivel. Ala retirada, cuando llega, no le es fácil remover hábitos que llevan ahí toda una vida.

Samuel Sánchez , campeón olímpico en ciclismo en ruta en 2008, engordó entre cuatro y cinco kilos cuando dejó de pedalear cinco horas diarias, allá por 2017. Nada que le preocupe, porque es el peso que rondaba cada temporada cuando llegaba el descanso de invierno. Y además, la rueda sigue girando: aunque ya no se pegue las empachadas de bicicleta de antes, mantiene una rutina de entrenamiento que combina con esquí o gimnasio. Lo explica, precisamente, tras comerse unos garbanzos estofados con chorizo y un yogurt con frutos rojos.

«Lo que adquirí cuando competía fueron unos hábitos, una forma de comer que sigo teniendo ahora. Sí he reducido las cantidades , porque no consumo lo que antes. Pero la base es la misma y, además, tengo la suerte de que a mi mujer le gusta comer bien», explica el ovetense, que cuando competía podía llegar a las cinco mil calorías diarias –una dieta estándar puede rondar las 2.500–. Dice que, aunque sea una práctica común en disciplinas donde hay que medir todo al milímetro, él nunca fue amigo de pesarse la comida, si acaso alguna vez la pasta, que junto al arroz, la patata o los cereales, además de una importante cantidad de batidos para facilitar las digestiones, constituían la base de su dieta.

Costumbres adquiridas

El diagnóstico es coral entre aquellos a quienes se pregunta: el que ha sido deportista no deja de serlo cuando llega el momento de parar. A Álvaro Domínguez ese paso le llegó demasiado pronto. Fue en 2016, con 27 años, por culpa de una lesión de espalda que le estaba haciendo la vida imposible. En su caso, los hábitos adquiridos en la cantera sufrieron una revolución a raíz de sus tres hernias discales. «Aprendí que si me quería recuperar bien tenía que afinar en todos los sentidos. Después de un partido me podía comer dos trozos de tarta, tres donuts, una palmera... Aunque el cuerpo me pedía azúcar, no es la mejor manera para recuperarse», cuenta el ex del Atlético de Madrid.

Es ésta, la de la educación, una de las grandes tareas que tienen que atender los servicios médicos de cada club. Lo explica la doctora Helena Herrero , jefa de los de la Federación Española de Fútbol, que destacaba la importancia de enseñarles a «adecuar su alimentación a su nueva situación y a la demanda de nutrientes de cada momento».

Todo esto tiene también un importante componente psicológico. Es el resultado de poner frente al espejo a alguien que toda su vida ha visto cómo se le devuelve la imagen de un cuerpo determinado y que no concibe otras formas aunque ya no sea su herramienta para ganarse el jornal.

«El cuerpo te pide hacer deporte. El cuerpo y la mente», dice David Barrufet , ex portero de balonmano del Barcelona y la selección. «Sí que es cierto que tienes que controlarte con la comida: sabes que no puedes comer lo mismo que antes porque, si no, vas a engordar», continúa. Él, que ahora se ha pasado a los despachos, reconoce que necesita unos minutos de actividad al final del día, «para airear los músculos». Coincide Domínguez: «Necesitas verte bien, porque siempre lo has hecho y la cabeza te lo pide: te da confianza en ti mismo».

Lo que no quita, claro está, que llegado el momento haya, por fin, espacio para disfrutar lo que antes se penalizaba. «Ahora, si me apetece comer una pizza o una hamburguesa, me la como, pero sí intento que sea en un sitio donde lo hagan de forma casera, con la mayor calidad posible», comenta Sánchez. Lo mismo le pasa a Domínguez: «Ayer cené hamburguesas y brownies con unos amigos, pero hoy me he levantado y me he ido al gimnasio. Sólo hay que saber mantener un cierto equilibrio».

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