Toñín el del capote, de madridismo y oro
CUÉNTAME, BÚFALO
Icono del Bernabéu, el sin par aficionado revela las similitudes de la tauromaquia y el balompié, cosidas en él para los restos. Noches mágicas y puertas grandes
Justo Algaba, cuando la inspiración es la soledad
MADRID
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Iniciar sesiónToñín. Vallecas. Un capote añoso que ha visto la sobriedad de Raúl, el arte de Ramos, la juventud creadora de Nacho y así por los siglos de los siglos y de la tauromaquia. Que él ha viajado por España llevando madridismo y toros, ... si no son lo dos, el balompié y la tauromaquia «partes de lo mismo, de la fiesta, de nuestra identidad». La doble esencia de lo hispano, que conquistó el mundo y dejó un idioma, un balón y un infinito de latitudes.
Toñín el del Capote, nacido Antonio Castaño, se sale del perfil del aficionado al toro. Del perfil de sus redes donde su capote curtido va y viene en las grandes noches del Bernabéu y en los atardeceres, o ventosos o con vencejos, de Las Ventas. Sabe que en esta sección se va a ir dando voz a aquellos que guardan memoria amarga y también feliz de San Isidro, que es hablar de los toros en general. Esta serie viene dada, y no es ocioso repetirla, por el título de aquel adagio de Búfalo a Juncal: «Cuéntame cómo fue aquella corrida», y con Toñín, que tiene en el televisor la accidentada corrida de Ángel Téllez, hay que estar ojo avizor porque guarda a Paco Rabal en su hornacina.
Más allá del fútbol, sin caer en la abigarrada decoración de su bar, de su peña, el protagonista enseña amoroso una foto «con Victorino, un día» que acompañó a «Pascual, carnicero de Las Ventas, al matadero de Coria». Ni Pascual ni Victorino habitan ya este Valle de Lágrimas, pero la foto está presente, con el decolorarse del tiempo, y el marco limpio como una patena.
Pérez Azaústre, por San Isidro hacia la eternidad
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A Toñín, el del Capote, se le vieron largas verónicas en la plaza de España de Sevilla, hace poco, con algún salto y la ilusión de ganar la Copa del Rey en La Cartuja, de donde vienen no pocas cerámicas taurinas. No pierde de vista ni su madridismo ni su «taurofilia», que para algo son la Sagrada Trinidad 'de dos' de todo bar que se precie. Y como barista, que es la acepción no castiza de tabernero, su ritual en San Isidro es bajar desde Manuel Becerra por la acera de la izquierda, dando cumplida visita a los del gremio: «Los Timbales, La Taurina, El Capote, Los Clarines.
Y siempre con el capote de merengue y oro, que ya no le pesa y tiene los brazos rocosos de dibujar medias en el Bernabéu, en la Puerta del Príncipe de Sevilla, donde los vendedores de botijos le recriminan con «un quillo, Toñín, no te pongas ahí, que por ahí pasó hace 'ná' Morante en 'prosesión'».
Más luego está la memoria de su padre, que ya no se estaba en guerra, ni en transición, aquel verano. «Tendría seis o siete años, pero lo veo como en una nube». Sí, en cambio, concibe con pasmosa lucidez lo que debe ser la Fiesta: «Una verbena, que San Isidro es la verbena de todos los pueblos de España, ¿no?». Y la pregunta resuena entre los parroquianos, que no entienden el despliegue en la tarde fría de Vallecas.
Juanito, torero donde los haya, mira con gallardía desde un cartel gitano. «Mira, ése sí que fue torero». Y hasta Don Santiago Bernabéu, que le organizó un festival benéfico a Vicente Pastor. Esto Toñin lo sabe por la memoria mágica del toro, de las fotos en blanco y negro. A quién sí que ve en color es Alejandro Talavante, un 23 de mayo de los 'isidros', en la víspera de la final madrileña de Lisboa. «Yo ya he tocado el capote, espero que mañana lo toquéis vosotros».
Talavante
Y lo tocaron. Falló Talavante con la espada, pero eso no le impidió irlo a ver al Palace en una faena en la que sólo le falló la suerte suprema, aunque Toñín perdona todo a su torero. Un año antes, el extremeño se encerró con seis vitorinos con más acierto que triunfó; un chasco del que se resarcería días después. Viniendo del silencio sepulcral de Las Ventas, era inevitable sondearle sobre la ortodoxia del coso de la calle de Alcalá.
«Hay una corriente muy fuerte, mística, entre Las Ventas y el Bernabéu»
«En los dos sitios hay mística, una fiesta en la que nada está escrito. Hay una corriente muy fuerte entre ambos recintos». Sus ojillos vuelven a la plaza y al estadio, y quizá se le mezclan las remembranzas. Del ensueño se le saca pronto amparados en lo arquitectónico. «El Bernabéu tiene que estar ahí, grande, majestuoso». Acaso porque «Las Ventas es un monumento», con la ya mentada «ortodoxia» que, afirma Toñín cuando se vacía su local, «es la grandeza más mundial».
Eso sí, a Florentino Pérez le va a proponer algún festejo en el estadio. «Claro que sí». Y es que igual que en Chamartín está los «duendecillos de los Gentos», en Las Ventas está el alma dejada por «los grandes maestros : «Manolete, Curro o César Rincón». Del colombiano sólo tiene parabienes. «Frente al torero de Madrid, mira César como tiene a Las Ventas como un santuario».
Ahí, arguye, está la «torería». Ya, cuando se vacía su tasca, vuelve a rememorar los flechazos. Y se acuerda cuando la Parca sobrevoló Las Ventas, aquella cogida a Julio Aparicio un 21 de mayo de 2010. Han pasado 13 años, pero no se le olvidará a Toñin que la muerte estuvo, y venció el milagro. Ya lloró mares por su otro «torero», Juanito Maravilla. El de Fuengirola.
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SuscribeteLicenciado y DEA en Periodismo, especialista en las relaciones entre prensa y literatura. Autor de los libros 'Contra los tontos por ciento', 'El altilllo' y 'El año de la rubia'. Columnas y reportajes. Ganador del Ateneo de Málaga de Periodismo y finalista del Manuel Alcántara de reportajes y del Premio Unicaja de articulismo, ha colaborado con la SER, Canal Sur, Trece Tv o RTVE.
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