¡Repiquen las campanas por Morante en Salamanca!

Recibió con una tijerilla de rodillas al de Garcigrande. Ante la tardanza del toro en repetir, improvisó con chicuelinas y verónicas extraordinarias. Más aún lo fue el quite por cordobinas, toreando con una belleza sin igual. Indescriptible la borrachera de toreo que hubo después: comenzó de rodillas en el tercio, y después hubo en el ruedo una obra inspirada, improvisada y perfecta en su imperfección. El enclasado toro de Justo Hernández permitió que creara (o recreara) suertes desconocidas, como una manoletina con la muleta por delante. «¿Pero qué está haciendo?», se oía mientras los gritos de «¡torero, torero!» inundaban la escena. Trincherazos, recortes y remates en su máxima expresión. Al igual que el toreo fundamental. Mató de un estoconazo, y salieron los cuatro pañuelos: rabo y vuelta a Repique.

Ya la faena al primero nos regaló una monumental verónica por el derecho. Brindó al Viti una obra que comenzó por bajo ante un flojo toro de La Ventana. La categoría de una tanda de derechazos fue extraordinaria, en especial uno absolutamente insuperable, casi redondo. Hacía amagos de rajarse el animal, pero Morante lo cosió a su extraordinaria muleta, creando una belleza de faena también al natural, marrada con los aceros.

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El peor de la tarde fue el tercero, un vareado toro de García Jiménez que no permitió al cigarrero torear de salida, pero sí quitó a la verónica rematando con una media rodilla en tierra. Comenzó José Antonio con ayudados por alto, con un desdén que podría estar en una escultura junto al Viti y Julio Robles. Pero el toro no valía absolutamente nada. Una vez visto, lo macheteó con su torería, haciendo estampas de La Lidia, y cogió la espada. Con todo lo visto, la plaza salía loca gritando: «José-Antonio-Morante-de-la-Puebla».

Se presentaba Marco Pérez ante sus paisanos, y lo hizo con el toro Molinito, de Garcigrande. El animal salió con mucho nervio, pero acusó el criminal puyazo, rectificado con otro en el pico de la paletilla de remate. Claro, es complicado valorar así las condiciones de un toro. Se paró y cabeceaba. Lo mejor que hizo Marco fue el brindis a Santiago Martín.

Muy abanto, propio de la casa, fue el cuarto, que llegó a la muleta siendo un zambombo. Se dobló con él Pérez, dejando algún doblón bueno, al igual que una tanda de naturales meritorios, porque supo tirar del de El Puerto, y robarle lo que tenía, con valor. Nadie hubiera apostado un duro por este animal, pero acabó Marco exprimiendo al apagado toro, y le dio fiesta con circulares. De nuevo volvió a tirarse mal a matar.

Después de la locura morantista, parecía imposible levantar aquello. Pero salió Despertador, y despertó en Marco su orgullo torero. Lo recibió de rodillas, hizo el quite de oro, y de nuevo de hinojos comenzó la faena, metiendo bien los riñones, y llevando el toro el hocico por el suelo. Era difícil estar a la altura del extraordinario toro de García Jiménez, de una clase superior. Y ahí estuvo el otro mérito de Pérez: qué pedazo naturales le dio. Hasta las luquecinas finales le salieron bien a un chaval que, lejos de hundirse, sacó su mejor versión.

En una tarde fagocitada por Morante, Marcó demostró la capacidad de cuajar un extraordinario toro; al igual que en Morante se ve el pasado, el presente y el futuro, porque Morante es el toreo.