Sí al bienestar animal, pero ¿de qué animal estamos hablando?
Fernando Savater realizó el prólogo de un coloquio organizado por la Plataforma Hombres y Animales en su Sitio
César Jiménez, ante la reaparición por un día: «Cuando dejé de torear no tenía intención de volver, porque dejé de sentirme como se tiene que sentir un torero»

Esa es la pregunta que se desprende del prólogo del filósofoFernando Savater a la mesa redonda El bienestar animal a examen, organizada por la Plataforma Hombres y Animales en su Sitio, y celebrada en el Ateneo De Madrid este 5 de ... marzo.
Savater ha recordado que los animales domésticos son al hilo de los siglos una creación humana. Éstos, además, animales de cría y de granja, han desaparecido poco a poco de nuestro entorno directo, y como nos hemos alejado de ellos por alejarnos del campo, tendemos ahora a sacralizar el animal en sí, poniéndolo a nuestro nivel o rebajándonos al suyo. Los griegos y los romanos, insiste el filósofo, nos han enseñado que la barbarie consiste a confundir los unos y los otros, y que ésta desemboca en la locura de un Calígula otorgando a su caballo la dignidad de senador. Hay que adaptar la exigencia del bienestar a la condición de cada animal, y no pensar que lo favorecemos, como hacen algunos con las mascotas, convirtiéndolas en esclavos forzados de nuestros modos de vida y hasta disfrazándolas de personas. El primer bienestar que les debemos es el respeto de su animalidad dejándoles el sitio que les corresponde al lado de nosotros.
Carmen Chacón del Pueyo, economista, ganadera de vacas retintas y gestora de coto, vive en sus carnes el sobrepeso de la burocracia con una cantidad de reglamentos excesivos, dictados por urbanitas que desconocen las realidades del campo, y de las condiciones del bienestar de los animales criados ahí. Este desconocimiento, que ha marcado la ley, muchas veces se torna en contra de los agricultores y de los ganaderos, y alarga el espacio de la España vaciada, vaciada además por los cazadores, cansados también por tantos reglamentos que les impiden asumir su misión para el equilibrio ecológico de la fauna silvestre.
Es poco decir, según Lucía Martín, directora ejecutiva de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia, que la administración, particularmente desde Bruselas, ignora la naturaleza del ganado bravo cuando, por ejemplo, sus normas imponen que durante su transporte se suelte a los animales cada cinco horas. Eso refleja, una vez más, la desconexión de la ciudad con el mundo rural, un mundo rural, sin embargo, que está despertando. Prueba de ello, en el ámbito taurino, la fuerza de los festejos populares, que resisten a cualquier ideología política, y en los cuales hay una participación creciente de los jóvenes, como también en las corridas. En cuanto a la tauromaquia, nos dice Lucía Martín, conviene diseñar de nuevo el relato teniendo en cuanta la realidad. Casi todos se fijan en los diez últimos minutos de la lidia y dejan de lado los cuatro años y más, durante los cuales este ganado bravo está criado en unas condiciones ambientales excepcionales - «¡un hotel 5 estrellas!». La directora concluye con la idea de que no se puede lograr su bienestar si no se contextualiza a cada uno de los animales, y con ese mensaje alentador para todos los componentes del mundo rural: ¡hay que salir y explicarse a la sociedad!
Paula Martínez Ros, profesora de veterinaria en la Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia, se atreve de golpe a definir el bienestar animal: se da cuando éste queda libre de sed, de hambre, de calor, de frio, y de dolor innecesario; cuando esta libertad le permite manifestar el comportamiento propio de su especie. En los diez mil espectáculos de Bous al carrer de la provincia de Valencia el toro queda libre de desarrollar el instinto natural de su acometividad. En las corridas también el toro bravo vive y muere según su naturaleza, acometiendo hasta el final. Si no es así, miremos lo que pasa en el campo abierto de la dehesa,donde el animal tiene la opción de no responder a los cites, de no repetir la embestida cuando ha sido picado, y de salir huyendo, lo que hace muy pocas veces. Los errores sobre este concepto de bienestar, excesivamente manoseado, se explican por el hecho de confundir el bienestar animal con el bienestar social, vinculado con los hábitos de las personas.
Por su parte, Albert Ituren Oliver, profesor en el departamento de derecho administrativo y procesal de la Universidad de Valencia, critica la forma en que se ha legislado sobre bienestar animal, señalando que se ha hecho «todo mal y empezando por el tejado», lo que ha llevado a la intervención del Tribunal Constitucional para anular partes de la legislación. Apunta a la falta de experiencia de los legisladores y a la influencia de ideologías en la creación de estas normas. Reclama una ley estatal de bienestar animal que sea compatible con los reglamentos autonómicos, evitando contradicciones en ese desorden acumulativo, y recogiendo las visiones y preocupaciones del mundo rural. Muchas normas instauradas revelan desconocimiento de sus consecuencias para los animales, como la prohibición de los plomos en la caza que va a hacer que muchas presas mueran más lentamente de sus heridas.
Las conclusiones de esta mesa redonda han sido claras: todos los humanos civilizados comparten la preocupación por el bienestar animal, pero las interpretaciones de ello son muy diversas en función del entorno y de los tipos de animales con los que se relacionan. Muchas se basan en el desconocimiento de la realidad de estos contextos, en particular en el campo. Corresponde a los que viven en él, o cerca de él, la obligación de mejorar su relato y de transmitirlo.
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