'La plaça del diamant': una Colometa múltiple y eterna

Carlota Subirós aporta una mirada contemporánea sobre la obra: Colometa se despliega en una decena de intérpretes que transmiten, cual memoria oral, la peripecia de esta mujer humilde del barrio barcelonés de Gracia

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Vicenta Ndongo, en 'La plaça del diamant' David Ruano / TNC

Crítica de teatro

'La plaça del diamant'

  • Autora Mercè Rodoreda
  • Adaptación Ferran Dordal y Carlota Subirós
  • Dirección Carlota Subirós
  • Escenografía Max Glaenzel
  • Vestuario Marta Rafa Serra
  • Iluminación Carlos Marqueríe
  • Intérpretes Clara Aguilar (música en directo), Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Vicenta Ndongo, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Vanessa Segura, Yolanda Sey
  • Lugar Teatre Nacional de Catalunya, Barcelona

Corría 1979 cuando Mercè Rodoreda expresó al director Joan Ollé el deseo que algún día se pusiera 'La plaça del Diamant' en un escenario teatral. En 1982, solo un año antes de morir, la escritora pudo ver la versión cinematográfica que dirigió ... Paco Betriu con Sílvia Munt en el papel de Colometa. No fue hasta 2004 cuando el propio Ollé estrenó una adaptación libre de 'La plaça del Diamant'; tres monólogos referidos a las edades de Colometa -la inocencia, el aprendizaje, la experiencia- interpretados, respectivamente, por Mercè Pons, Rosa Renom y Montserrat Carulla. El deseo de Rodoreda se volvió a cumplir en 2007 con otra adaptación teatral, esta vez de Josep Maria Benet i Jornet, con Sílvia Bel de Colometa. Y en 2014, con un monólogo a cargo de Lolita Flores.

En el cuarenta aniversario de la muerte de Rodoreda, Carlota Subirós aporta una mirada contemporánea sobre 'La plaça del Diamant': Colometa se despliega en una decena de intérpretes que transmiten, cual memoria oral, la peripecia de esta mujer humilde del barrio barcelonés de Gracia que atraviesa los años de la República, la guerra civil y la posguerra hasta convertirse en el arquetipo de esa humanidad anónima que padece la Historia.

La escenografía de Max Glaenzel resalta esa voluntad de rescatar la vida cotidiana. El amplio escenario permite desplegar una diversidad de objetos 'significativos': esparcidos cual zoco de la memoria, explican la vida de la Colometa.

Las once intérpretes, entre las que se cuenta una que traslada la narración a la gestualidad de la danza y otra encargada de la música en directo, expresan la coreografía de la oralidad con el movimiento corporal y el simbolismo de esos objetos en cada etapa vital de la protagonista.

En relación con las anteriores versiones de la obra de Rodoreda, podría decirse que esta de Subirós conecta más con la de Joan Ollé en 2004: primacía del texto rododeriano, ahora enriquecido con un original aparato escenográfico. Un montaje que requiere la máxima compenetración de las once actrices (alguna con dicción mejorable): al componer una Colometa múltiple y eterna deben conjugar la narración y la constante mutación del paisaje escénico. El resultado es sobresaliente.

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