'Nuestros muertos': el peso de nuestros fantasmas
Crítica de teatro
El texto de Mariano Llorente plantea con inteligencia un ajuste de cuentas entre el presente y el pasado, muestra nuestros vertederos ideológicos y, sobre todo, la dimensión del dolor
Dolor y sangre de mentira en 'Altsasu'
Una escena de 'Nuestros muertos'
Crítica de teatro
'Nuestros muertos'
- Texto y dirección Mariano Llorente
- Vestuario y escenografía Laila Ripoll
- Iluminación David Roldán
- Música Mariano Marín
- Vestuario Paola de Diego
- Intérpretes María Álvarez, Carlos Jiménez- Alfaro, Clara Cabrera y Javier Díaz
- Lugar Sala Cuarta Pared, Madrid
Intensa, reflexiva, emocionante, 'Nuestros muertos' derrocha calidad desde el primer minuto. Hay mucho de teatralmente verdadero en ese diálogo que va de una silla a otra, de un rostro a otro, de una vida a otra. Mariano Llorente plantea un juego de espejos ... en el que se reflejan dos historias personales y presenta un juego de ficción, bajo el falsete del teatro documento, de un realismo tan subrayado que potencia el entendimiento de la realidad y el que esa realidad pase a la esfera de lo simbólico, desde el mismo nombre de los personajes hasta el color de su vestuario.
Ascensión sufre, a sus ochenta años, el duelo de todas las Españas incomprensibles: la que mató a su hijo en un atentado de ETA y la que paseó a su padre republicano en una terrible noche de nuestra guerra civil. Antxón, por su parte, es el terrorista arrepentido, el que carga con el peso de quién fue, de quién es, ese montón de añicos que busca su identidad. Las confesiones de ambos alrededor de la mesa de la prisión de Nanclares de Oca es un desafío actoral de alta tensión: gestos, miradas, silencios, palabras, sudores, lágrimas, humor, toda una tragedia que María Álvarez y Carlos Jiménez- Alfaro levantan hasta hacer que el grado de desarrollo técnico de su trabajo se vea convertido para los espectadores en una conmoción emotiva.
El texto de Mariano Llorente plantea con inteligencia un ajuste de cuentas entre el presente y el pasado, muestra nuestros vertederos ideológicos y, sobre todo, la dimensión del dolor. Es tan arrollador que no da tregua, se bifurca compositivamente, como los senderos de Borges, para dar entrada a otros personajes (los interpretados por Clara Cabrera y Javier Díaz) que amplían, precisan e intensifican toda la trama argumental. Sus palabras, sus reflexiones son como un tiro o poco de titadine arrojados al patio de butacas. Nos mete en la montaña rusa de nuestra historia más siniestra para elevar un canto fúnebre que es una catarsis, un planto por los muertos que necesitan el ritual de una purificación.
'Nuestros muertos' es una obra relevante que pone ante nuestros ojos el peso de todos nuestros fantasmas, la densidad de todas nuestras pesadillas. Una obra que establece un diálogo con los agujeros negros de la biografía de un país y donde el teatro como arte se reconcilia consigo mismo en esos dos personajes memorables, simbólicamente vestidos de blanco y de gris, como los colores de la memoria. Es, nada más y nada menos, que dos horas de teatro como lo definió Arthur Miller: la humanidad enfrentándose a sí misma.