La SGAE rescata la memoria histórica de sus socios represaliados
La entidad presenta un libro y una exposición, fruto de cuatro años de trabajo, en los que documenta la persecución de creadores por motivos políticos en la Guerra Civil y en la posguerra
«Hemos hecho esta investigación para conocer la dimensión de la enorme pérdida que todo eso supuso para la cultura española», asegura Onetti. El lema elegido: «Nos duele igual García Lorca que Muñoz Seca»
Solidaridad en tiempos revueltos, por Antonio Onetti
Madrid
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Iniciar sesiónEn una viñeta del legendario Mingote, Federico García Lorca y Pedro Muñoz Seca aparecen sentados sobre una nube, conversando. «Todavía nos llaman rojo maricón a uno y fascista astracanesco al otro. Pero lo hacen sin rencor, solo para justificarse por habernos asesinado». La ... escena destila una ironía trágica: Lorca, ejecutado por los fascistas en Granada al estallar la Guerra Civil en 1936, y Muñoz Seca, fusilado tres meses después por los republicanos en Paracuellos de Jarama, encarnan los extremos de una España que se desgarró a sí misma. Esta imagen sirve como emblema del último proyecto de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), titulado 'Ángeles y demonios', una investigación de cuatro años que por fin ha cristalizado en un libro y una exposición, con el objetivo de iluminar cómo sus socios vivieron la llegada de la Segunda República, y la posterior represión durante la Guerra Civil y la posguerra. El lema elegido –«Nos duele igual García Lorca que Muñoz Seca»– resume su espíritu.
«No hemos hecho esta investigación para entrar en el debate de la memoria histórica, lo hemos hecho para conocer qué somos, qué fuimos, qué fue de nuestros socios y, sobre todo, para conocer la dimensión de la enorme pérdida que todo eso supuso para la cultura española», aseguró Antonio Onetti, presidente de la entidad. «Nosotros como entidad no entramos en el debate político, no caemos en esta polarización que parece condenarnos a todos a estar a favor y a estar en contra constantemente de todo. Nosotros estamos con la democracia, con los derechos humanos y con nuestros autores», insistió Onetti. No hay en este trabajo equidistancias ni banderías, vino a decir el presidente de la SGAE, porque García Lorca y Muñoz Seca no fueron los únicos. La exposición –en el Palacio de Longoria hasta el 22 de abril– y el libro documentan las vidas de quienes, dedicados al teatro, la música, la zarzuela o el cine, enfrentaron la cárcel, el exilio, el asesinato o la persecución «por sus ideas o simplemente por ser quienes eran».
Entre los nombres que emergen en 'Ángeles y demonios' destacan figuras como Melchor Rodríguez, conocido como el 'ángel rojo', un anarquista que, como delegado especial de Prisiones en 1936, salvó a más de 13.000 presos al exigir que ningún traslado se realizara sin su firma, enfrentándose incluso a sus propios camaradas de la CNT y la FAI, que lo tildaron de traidor. En diciembre del 36 detuvo a una multitud que buscaba venganza por un bombardeo franquista en la cárcel de Alcalá de Henares. Salvó a 1.532 reclusos, entre ellos figuras clave del futuro régimen franquista como Muñoz Grandes, Serrano Suñer, o el periodista Bobby Deglané. También destaca Joaquín Dicenta Alonso, fundador del Sindicato de Autores, quien logró que muchos creadores pudieran trabajar durante los primeros años de la guerra. «Esta investigación revela cómo los autores se protegieron entre sí, independientemente de su bando», explica Onetti, tanto en los primeros compases de la guerra como en la posguerra.
La SGAE, fundada en 1932 como federación de asociaciones de autores, nació en un momento de efervescencia cultural: la Residencia de Estudiantes, las Misiones Pedagógicas y La Barraca marcaron el pulso de la República. Pero la guerra lo cambió todo. «El estallido de la Guerra Civil lleva a la socialización de los teatros, en manos de los sindicatos, y en un principio se multiplican las obras doctrinarias y un teatro muy ideologizado, como el que proponen Alberti y María Teresa León en el Teatro de la Zarzuela». Pero el teatro comercial, el que colgaba los carteles de 'no hay billetes', se mantuvo vivo, con obras de autores como Muñoz Seca. «Llegaron a la conclusión de que tenían que volver a programar obras de esos autores para que los teatros se llenaran». La SGAE también se fracturó: la UGT colectivizó la sede de Madrid, mientras los sublevados crearon una versión paralela en La Coruña. Con la victoria franquista, la Falange tomó el control y dio inicio a un proceso de depuración.
El libro y la exposición detallan los múltiples castigos impuestos tras 1939, tras haber desempolvado archivos, cartas olvidadas y expedientes de depuración. Hubo juicios sumarísimos, como los que enfrentaron algunos autores; otros optaron por el exilio. Los condenados a prisión vieron confiscados sus derechos de autor, un golpe económico que se sumaba a la reclusión. Entre los 25 autores citados en el recorrido, figura Adela Anaya, autora del himno '14 de abril', que fue inhabilitada para cargos de responsabilidad pese a haber sido depurada favorablemente. Se sucedieron condenas de treinta, veinte y doce años por haber colaborado con la causa republicana. También hubo casos de rectificación de las sentencias, levantando las inhabilitaciones, como le sucedió a Manuel Manteca. El exilio, descrito en este trabajo como «la mayor sangría intelectual de nuestra historia», se llevó a figuras como Luis Cernuda, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y Max Aub.
Entre el medio millón de personas que salieron de España, hubo también numerosas creadoras. Las mujeres sufrieron un doble ostracismo. Escritoras como María Lejárraga, Matilde Muñoz Barbieri y Mercè Rodoreda; compositoras como Rosa García Ascot, María Teresa Prieto y María Rodrigo; cineastas como Margarita Alexandre; coreógrafas como Encarnación López Júlvez, conocida como 'La Argentinita'; y bailaoras como Carmen Amaya, «han permanecido en los márgenes de la historia, cuando no han sido directamente ignoradas o incluso estigmatizadas». Fueron abandonadas por su adscripción a la España vencida y, además, por ser mujeres, señala la exposición, que busca rescatarlas del olvido o el estigma.
María Luz González Peña, directora del Centro de Documentación y Archivo (Cedoa) y una de las coordinadoras del proyecto, resume el trabajo desplegado con dos citas: la de Manuel Azaña, «Gane quien gane, pierde España», y la de Melchor Rodríguez, «Se puede morir por las ideas, pero no matar por ellas». Esta investigación, añadió Onetti, «nos pone el espejo delante de lo que fuimos, de lo que somos y de lo que queremos ser».
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