El cine de lo insano, lo exótico, lo lírico

Su gran cualidad como director: ser un fabuloso creador de climas y temperaturas

A Agustí Villaronga lo ha pillado la muerte dando un salto: el director que sabía ir desde el principio, con 'Tras el cristal', hasta el fondo oscuro del pozo para recoger allí la leña seca que haría arder sus historias, acababa de brincar al género ... de la comedia con su última película, 'Loli Tormenta', que nos deja aún sin estrenar.

Como cineasta, Villaronga siempre ha buscado un vértice difícil entre lo nocivo y perturbador, lo lejano y exótico, y lo poético y espiritual, puntos que se hacen visibles en tres obras clave dentro de su filmografía, 'Tras el cristal', 'El niño de la luna' y 'El mar', en las que aparecen algunas constantes de su estilo y narrativa, como la guerra, sus efectos, el dolor, el mal, la ciencia desenfocada, lo sobrenatural, la enfermedad y los ecos de la guerra civil. Este último punto lo llevó al máximo en 'Pa negre', su película más premiada y valorada, cuyas reflexiones y atmósfera la han colocado entre los grandes títulos de la historia del cine español. Aunque, y sobre todo, permitió identificar lo que es su gran cualidad como director de cine: un fabuloso creador de climas y temperaturas con una enorme capacidad de golpear con su inventiva visual (la primera escena de 'Pa negre' es difícil de olvidar).

No tiene una filmografía larga, pero sí potente, personalísima, y también unos cuantos títulos notables dentro de su, digamos, zona intermedia; con películas siempre sugerentes y atentas a sus intereses por lo terrorífico, como 'Aro Tolbukhin: en la mente del asesino'; a lo climático y exótico, como 'El pasajero clandestino', 'Después de la lluvia' o 'El rey de La Habana', o a su mirada inclasificable a la guerra civil, como 'Incierta gloria'. Además de su inesperada incursión en el mundo de las grandes superproducciones, con la poco vista y entendida 'Nacido Rey', sobre la historia de Faisal, el hijo del primer Rey de Arabia Saudí y su intervención en las relaciones diplomáticas con Europa al término de la Primera Guerra Mundial.

Si como director a Villaronga podría considerársele alguien de complejidad palpable, como persona, en cambio, era un tipo excepcional, de carácter tranquilo y de modales exquisitos. Algunas de sus películas, las más crueles, las más oscuras, tal vez animaran a la huida, pero su presencia elegante, su tono de voz agradable y su gesto siempre algo convaleciente en el rostro animaban justo a lo contrario, a una entrañable cercanía. No veremos, lamentablemente, si la comedia había llegado para quedarse en él.

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