El 'Bach vermut' sabe a gloria
El Centro Nacional de Difusión Musical recupera uno de sus ciclos más populares
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Iniciar sesiónEntre los muchos ciclos que organiza el Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), el 'Bach vermut' se abre a lo insólito. Música infrecuente, conversación tranquila y alguna cata gastronómica forman parte del protocolo de cada concierto, en la mañana de un sábado al mes ... desde hace ocho temporadas. 'Bach vermut' es una anomalía diseñada para poner en funcionamiento el gran órgano Grenzing de la sala sinfónica del Auditorio Nacional de Música, uno de entre los muchos instrumentos que dormitan en Madrid, la mayoría convertidos en objeto decorativo desde que la liturgia católica decidió abandonar la música de calidad y se entregó al guitarreo. La ceremonia y la propia ciudad perdió entonces una parte sustantiva de un misterio muy particular, según legalizó Sebastián de Covarrubias cuando elevó al órgano a la categoría de lo espiritual simplemente porque se tañe con el viento.
Esa aparente contradicción entre lo invisible y lo manifiestamente monumental es lo que da al instrumento una calidad enigmática. Al 'Bach vermut' se acude porque es difícil sustraerse al efecto de semejante dignidad y porque entre las originalidades del ciclo está la posibilidad de inmiscuirse en el engranaje. Poco antes de que el metaverso venga a reconstruir hazañas en un escenario virtual, fiable y sensorialmente perceptible, el 'Bach vermut' ya propone observar las proezas organísticas del intérprete a través de dos pantallas que fijan la atención en la agilidad de las manos sobre los teclados, la de los pies en el pedalero y en el cambio de los registros. Bach que, por encima de cualquier otra consideración, era un músico práctico, dejó testimonio de su habilidad como intérprete entre crónicas, varios documentos y algún que otro retrato meramente anecdótico. En las primeras temporadas del 'Bach vermut', cuando su música era imprescindible, escuchar, ver y casi sentir significaba recuperar la conmoción que según se cuenta sufrían aquellos que oyeron al cantor de Leipzig.
Poco a poco, el repertorio histórico se ha ido abriendo en muy distintas direcciones, tratando de explorar usos más insólitos del instrumento. La dispar sonoridad del órgano sirvió, por ejemplo, para llenar de efectos las primeras películas mudas. Cañonazos, el estrépito del tren, el cabalgar de los ejércitos… el crujir de las coreográficas acrobacias de Buster Keaton acompañarán este curso la proyección de 'El maquinista de la general' con el organista Juan de la Rubia. Hay otros conciertos dedicados a la transcripción de obras de concierto a cargo de Loreto Aramendi, y orquestales como 'La valse' de Ravel o el preludio de 'Tristán e Isolda' por Jonathan Scott y David Briggs, alguno que recuerda el 200 aniversario de César Franck con Gunther Rost, el que se centra en el repertorio español de Ángel Montero, incluso en el muy singular repertorio a cuatro manos para el Vernet-Meckler Organ Duet y en la música coral defendida por David Malet y el coro de la CAM.
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El órgano, lo decía en este caso el sabio Felipe Pedrell, es un instrumento plural. Él mismo recogió variedades insólitas entre las que se encuentran el órgano de los sabores cuyas teclas producían un sonido y al tiempo dejaban caer una gota de licor en una botellita, que era agradable o nauseabunda según la habilidad de intérprete a quien se obligaba a beber el brebaje final. En esto, el 'Bach vermut' es más misericorde y se conforma con la posibilidad de concluir la sesión con una buena degustación gastronómica en el propio auditorio, mientras se conversa, a veces con el intérprete, y se escuchan arreglos jazzsísticos de obras de Bach. La hora del aperitivo se acompaña de empanadas, gildas, quesos y fiambres como remate de la sesión. Todo parece sencillo e inmediato pero hay un mérito importante: el 'Bach vermut' de Madrid, y su correlato en algunas catedrales españolas, ha conseguido crear una nueva y definitiva afición musical, lo que muchos persiguen y pocos alcanzan.
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