Aquiles y la isla de las tentaciones

El 'ballet bouffon' de Rameau fue escrito para la boda de la infanta María Teresa Rafaela, hija de Felipe V, con el delfín de Francia, hijo de Luis XV. Se estrenó en Versalles mientras la corte madrileña hacía lo propio en el Buen Retiro con 'Achille in Sciro' de Francesco Corselli. La escenifica ahora el Teatro Real de Madrid, a partir de la edición de Álvaro Torrente, afianzando la buena racha de recuperaciones que desde hace algunos años atiende al patrimonio musical español de la época. Queda por hacer, sin duda. Solo pensar que en 1992 se presentó 'Atys' de Lully en el Teatro de la Zarzuela, con dirección musical de William Christie y en una fantástica producción de Jean-Marie Villégier, marca ya una clara diferencia entre el 'tallo francés' y el 'lirio español'.

Quizá sea eso, es decir, la falta de rodaje o de referencias previas, lo que determina ahora el trabajo de Clément, tan suelta ante Rameau y tan constreñida al recrear un enredo que tiene a su favor la chispa de una engañosa sexualidad. La Esciros de Clément no es la isla de las tentaciones, desde luego, sino una cueva, no especialmente interesante, donde los aciertos escénicos se reducen a lo anecdótico: entre ellos, la presencia callada de María Teresa y de su real familia que animan poco y se pasean mucho. Podría pensarse que la codificada música de Corselli fuerza semejante rigor, pero no es así porque el plano dramático de 'Achille in Sciro' tiene sustancia y el musical encierra posibilidades expresivas más que suficientes como para romper la homogeneidad que Ivor Bolton impone a la modesta Orquesta Barroca de Sevilla.

El estreno del viernes sumó aplausos, especialmente dirigidos a algunos intérpretes. El contratenor Gabriel Díaz puede estar muy orgulloso del trabajo, después de sustituir a última hora a Franco Fagioli y crecerse en un papel muy complicado, con siete arias en diversos afectos. Basta, como ejemplo, la interválica imposible de 'Potria fra tante pene' y la seguridad de la ejecución. En ese contexto estuvo la Teagene de Sabina Puértolas siempre resuelta a partir de la compleja 'Chi mai vide altrove ancora' en el filo del segundo acto. La determinación de la Deidamia de Francesca Aspromonte y la seguridad del Ulisse de Tim Mead acaban por resumir lo más destacado.

'Achille in Sciro' llega al Real tras la cancelación provocada por el confinamiento. Han sido tres años de espera que el teatro anuncia como símbolo de supervivencia. Superados, por fin, queda sin excusa la posibilidad de que en el futuro la obra de Corselli y de otros grandes de nuestra historia se vea y escuche con dignidad.