Nuestras amigas, las Goldberg
La pianista Angela Hewitt celebra medio siglo de relación con una de las obras más icónicas para teclado de Bach
Angela Hewitt, en el Palau de la Música Catalana
Recuerdo como si fuese ayer la primera vez que las escuché. Fue el 11 de enero de 1998, en Barcelona, en el Teatre Nacional de Catalunya. Las tocó Eulàlia Solé y me acompañaba Judit Llussà, maestra de piano de la infancia a la que había ... reencontrado poco antes. Pasé aquellas Navidades escuchando en bucle y estudiando las 'Variaciones Goldberg' como si me fuera la vida en ello. Y quizás me iba, quién sabe. Es lo que tienen sus páginas: si caes en ellas, te atrapan. El mío debe de ser un caso entre millones, pero lo de la pianista canadiense Angela Hewitt va mucho más allá. De alguna manera, ella se casó con Bach y en la boda sonaron las Goldberg.
Clásica
Variaciones Goldberg
- Música: J.S. Bach.
- Intérprete: A. Hewitt, piano.
- Fecha: 1 de octubre.
- Lugar: Palau de la Música, Barcelona.
Tenía 15 años cuando su profesor de piano le propuso empezar a estudiarlas. Seis o siete meses más tarde, las tocó en público por primera vez. Ahora, está haciendo una gira mundial para celebrar que hace medio siglo de ese momento. En este tiempo no solamente ha interpretado las 'Variaciones Goldberg' por todo el mundo, sino que las ha grabado en dos ocasiones y ha ofrecido conciertos con la integral completa de música para teclado del maestro alemán. Actualmente, está haciendo lo propio con las sonatas i conciertos para piano de Mozart. De carácter discreto y estilo circunspecto, no tiene el tirón mediático de otros colegas, ni tan siquiera es muy conocida entre los aficionados a la música clásica, pero su público es de una fidelidad a prueba de bombas, sabedor de que es una joya no oculta, pero sí poco visible.
En su recital de aniversario (¿Goldbergsario, quizás?) en Barcelona, hizo exactamente lo esperado, lo previsible: dar una lección magistral de dominio, elegancia y conocimiento en profundidad de la partitura. Todo según el guion. Su versión, actualmente, aborda la obra desde un punto de vista plenamente romántico, por barroca que sea. Da rienda suelta al 'rubato', ese acelerar y frenar que a un purista del clavicémbalo le chirriaría, y también a los contrastes dinámicos: forte, piano, crescendo, diminuendo... Todo lo que Bach no podía hacer con los instrumentos que tenía a su disposición, pero al mismo tiempo todo al servicio de una música que trasciende épocas y fronteras.
Porque esa es otra de las claves de Hewitt: por más que ofrece una visión personal de la partitura, tiene claro que la intérprete tiene que dar un humilde paso atrás para servir a la obra, sin forzarla por forzarla. De ahí que, siendo la suya una versión plenamente contemporánea resulte plausible, emocionante y sólida como pocas. Además, pone el propio piano moderno al servicio del delicado juego de voces de Bach. Su fraseo, su impecable articulación, permiten seguir cada una de las líneas melódicas que urden la densa trama, pero manteniendo al mismo tiempo la claridad. Se pregunta uno si su labor con Mozart tendrá algo que ver con esa aparente ligereza que imprime a Bach.
Sin ánimo de entrar en demasiados detalles, su 'Variación 25' fue sublime. Abordada con un tempo lento e hipnótico, Hewitt expuso todo el misterio de unos compases en los que Bach parece salir de este mundo para llevarnos a otro lugar. Con esa lentitud, Hewitt se recrea en los juegos armónicos imposibles, las extrañas tonalidades y el flirteo con la disonancia que el compositor hizo cristalizar en los que quizás sean los pasajes más fascinantes de su inmensa obra —y eso que la competencia es durísima en ese palmarés.
En definitiva, un concierto para llevar en el recuerdo y esperar con ansia el reencuentro con Bach, las Goldberg y Hewitt, juntos o por separado.
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