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Sting, aguijón inofensivo

El excantante de The Police ofreció en el Real un concierto correcto y carente de sorpresas

Sting, anoche durante su concierto en el Teatro Real de Madrid ÁNGEL DE ANTONIO

PABLO CARRERO

No debe Sting su sobrenombre –«aguijón», en su traducción al castellano– precisamente a lo incisivo y afilado de su repertorio o de las letras de sus canciones, sino, más bien, a su costumbre de llevar nuevaoleras camisetas de rayas en sus primeros tiempos como líder de The Police . Los años no han endurecido el carácter de su música ni el suyo propio como artista , aunque en los últimos tiempos haya tratado de presumir de haber hecho, el año pasado, su «primer disco de rock en más de una década», como proclamaba la campaña promocional de su flamante última entrega, «57th & 9th».

A sus sesenta y cinco tacos, Sting, que probablemente nunca fue un «bala perdida» y que no llevaba muy bien que asociasen a su grupo con el movimiento punk, no está para veleidades rockeras ni derroches excesivos de energía y entrega, de modo que eso de actuar en un escenario como el del Teatro Real de Madrid le viene a estas alturas como anillo al dedo. Y es que el marco resultó mucho más significativo de lo que a priori podría parecer. El marco, el público, el pastón que había que soltar al pasar por taquilla…

Con una carrera en solitario ciertamente irregular tras la separación de The Police, a Sting no le queda más remedio que recurrir –juiciosamente– al brillante repertorio que el trío facturó entre los últimos años setenta y los primeros ochenta, cosa que deja clara desde el principio, ya que, después de un aperitivo acústico –«Great North Road»–, arranca con la formidable canción que daba título al último y más popular disco de The Police , «Synchronicity». –Eso sí, hasta más allá de la mitad del tema la voz de Sting brilló por su ausencia, generando una creciente tensión entre el respetable que acabó con una encendida ovación cuando finalmente el técnico de sonido dio con la tecla adecuada–.

Obvia selección

Lo que siguió a continuación fue una más que obvia selección de los más significativos títulos de su carrera en solitario –«English man in New York», «She’s too good for me», «Mad about you» y un par de concesiones a su nuevo álbum, destacando la resultona «Can’t stop thinking of you»–, dejando para la segunda parte del concierto otra colección igualmente carente de sorpresas del repertorio de The Police en versiones ciertamente domesticadas.

Resueltos los iniciales problemas técnicos, el sonido fue magnífico, la puesta en escena sobria y elegante , los juegos de luces brillantes sin apabullar y, naturalmente, la ejecución por parte de los músicos ciertamente impecable.

Todo muy correcto, muy digno de un público poco exigente, muy digno también de un marco incomparable, poco propicio, por lo que se ve, para pasiones rockeras.

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