crítica de música
Plácido Domingo, ser y estar
El intérprete protagonizó anoche, junto a la soprano Ana María Martínez, un concierto dentro de «Las noches del Real»
por alberto gonzález lapuente
El fenómeno Plácido Domingo es tan poliédrico que han sido muchas las ocasiones en las que apenas un fina línea ha determinado la frontera entre lo artístico y lo festivalero. Hoy parece que las cosas son distintas, al menos a juzgar por el recital ... que anoche se escuchó en el Teatro Real : manifiestamente escaso desde el punto de vista vocal, y musicalmente torpe si se atiende a lo interpretativo. De manera que a falta de ciencia todo se compensó con altas dosis de sentimentalidad gracias a un público apasionado que convirtió la aparición sobre el escenario en una muestra irrefrenable de fervor, que no se recató en aplaudir a mitad de alguna escena, y que concluyó con una emocionante despedida, entre bises y flores, capaz de provocar la felicidad suprema de cualquier intérprete.
Domingo estuvo nervioso e incómodo , falto de aire, incapaz de rematar una frase con verdadera elocuencia, a veces apuntando problemas de afinación, de expresar con la nobleza que de él cabe esperar, y apuntalando bruscamente para sacar fuerzas de flaqueza en los momentos culminantes.
No acertó con la ópera y se estrelló (aunque sea difícil de creer) con la zarzuela. Hubo, desde luego, detalles de distinci ón, quizá «Là ci darem la mano»; de gallardía y jaleada chulería, tal vez ante el Rafaeliyo de «El gato montés»; y de comedida autoridad , en la inevitable «tierra extremeña» de «Luisa Fernanda».
Pero incluso aquí sumó errores particularmente acentuados por el maestro Alejo Pérez con quien los desajustes fueron constantes, quien consiguió que la Orquesta del Real tuviera una de las peores actuaciones de los últimos tiempos y a quien varias músicas se le cayeron al suelo insustanciales. Para olvidar, el intermedio de «Goyescas».
Junto a Domingo estuvo Ana María Martínez resolviendo sus intervenciones con igualdad y monotonía, y una calidad vocal envidiable. Y juntos consiguieron el «¡olé!» del público y el silencio respetuoso de algunos solitarios. «A mi España» se tituló este concierto de «Las noches del Real», cuya poquedad y desatino también asomó a través de las erratas incluidas en la hojilla repartida como programa de mano. Domingo tiene razón: habría sido mejor en un estadio de fútbol.
Plácido Domingo, ser y estar
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