La inexpugnable morada de Amón y de Isis en Debod
El templo, cuya reconstrucción se inauguró en Madrid hace 50 años, era un recinto sagrado al que muy pocos tenían acceso
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Iniciar sesiónEl silbato del guardia llama la atención a una pareja que pretendía fotografiarse junto al Templo de Debod, sin pasar por la entrada oficial. El acceso está regulado por motivos de seguridad y de conservación del monumento, pero cualquiera puede pasar a admirar ... su interior si guarda la habitual cola. Nada que ver a cuando el templo estaba en su máximo apogeo en época faraónica. Tampoco la visión que tenían de él los habitantes de la Nubia egipcia se parecía a esa icónica estampa que ofrece ahora en Madrid, tan fotografiada en sus atardeceres.
Una alta muralla de adobe impedía al común de los mortales egipcios contemplar la morada de sus dioses, Isis de Filé y Amón de Debod. El recinto era sagrado y únicamente los sacerdotes o el personal adscrito al templo podía entrar en él, a través de una discreta puerta en una esquina. Solo en ocasiones especiales, cuando las deidades salían en procesión en andas hasta la terraza de culto que se abría sobre el río Nilo, el pueblo llano podía contemplar las ceremonias. Eso sí, de lejos y sin llegar a ver sus imágenes, pues éstas iban ocultas en sus naos (una especie de hornacina o sagrario) sobre sus barcas.
Cada pilono que hoy se alza en solitario ante la fachada del templo estaba flanqueado por dos torres y servía de puerta a un patio que de forma concéntrica protegía de impurezas el santuario donde se guardaban las estatuillas de Amón e Isis, en sus respectivos naos. El templo de Debod tuvo hasta tres portales, aunque solo dos hayan llegado hasta nuestros días. El segundo, el más antiguo, fue construido en época de el faraón Ptolomeo VI, con un disco solar alado en la gola que, entre las dos torres, formaba el signo jeroglífico del 'ajet', el sol en el horizonte. Los otros dos serían de época romana.
«Uno adelantaba y engrandecía el espacio y era el acceso al recinto sagrado, la puerta de entrada de las divinidades, y el posterior es posible que diera paso a un recinto que seguramente no llegó a hacerse, como un patio porticado ante la fachada parecido al que hay en Filé dedicado a Isis», explica Alfonso Martín Flores, conservador del templo de Debod. En uno de los pilonos se pueden ver las quicialeras donde se apoyaban las puertas de madera, tal vez chapadas en bronce, que no todos podían franquear.
Hay piedras que aún conservan unos números grabados, de cuando el templo fue desmontado y posteriormente trasladado a España en recompensa por la contribución a la campaña de salvamento de los monumentos nubios liderada por la Unesco. También se ve en ellas las huellas de peregrino de quienes llegaron a acceder a estos patios y arrancaron polvo con sus manos para utilizarla en pócimas relacionadas con la fertilidad. Martín Flores señala que «personas de alto standing sí tenían acceso a los patios e incluso es posible que en las últimas etapas también los propios fieles».
Construido por un rey de Meroe
Unos bloques hallados en el siglo XIX y en las excavaciones de los años 60 indican que tal vez existió un templo anterior de Seti I, padre de Ramsés II, pero fue un rey de Meroe quien en torno al 190-180 a.C. hizo construir la primera capilla dedicada a Amón de Debod, la divinidad que se adoraba en esta localidad, y a la diosa Isis de Filé, con gran influencia en la zona. Adijalamani, que gobernó en Nubia en el siglo II a.C., se hizo representar en los relieves ante los dioses como rey del Alto y Bajo Egipto e hijo de Ra, los títulos más destacados de los faraones egipcios.
La construcción más antigua del templo coincide con la expansión de los reyes meroítas, que aprovecharon un momento de crisis en Egipto para arañar espacio en esta zona de la baja Nubia, pero los ptolomeos no tardaron en volver a ocupar el lugar. A la capilla que había hecho edificar Adijalamani le añadieron distintas estancias y los santuarios pasaron a estar al fondo, con una capilla central que ocupaban Amón e Isis en sus naos, entre serpientes labradas y otros signos que aseguraban su protección. Era el lugar más sagrado del templo, iluminado tan solo por una pequeña rendija al amanecer, cuando se abría su puerta. A ambos lados adosaron otras dos capillas laterales para otras divinidades, que contaban además con unas criptas disimuladas en el interior de los muros para el almacenamiento de elementos preciosos y adornos. Ahora se ven solo sus vanos, pero también éstas se cerraban con puertas. La de la derecha era de una sola hoja. Se ve por el hueco horadado que conserva la pared para recibirla.
En época romana se decoró -y quizá se construyó también- el pronaos o vestíbulo donde el emperador Augusto se hizo representar como faraón, presentando ofrendas a Isis y Osiris. A su derecha se encuentra una estancia cuya función se desconoce y a su izquierda, el acceso a la terraza de culto, actualmente cubierta, donde se subían las imágenes de los dioses en las festividades de año nuevo para que recibieran los rayos solares. El piso superior cuenta además una pequeña capilla dedicada a Osiris, donde ahora se muestra una maqueta del templo en todo su esplendor.
La última intervención en el templo se realizó en un momento posterior al de Augusto, pues se rompieron los relieves del pronaos para construir un añadido que se cree que pudo ser un mammisi, una especie de capilla donde se realizaban ceremonias relacionadas con el niño dios o el hijo de divinidades del templo. Estas capillas suelen estar exentas, pero en este caso se hizo con una conexión directa desde el vestíbulo. «Solo conocemos un caso parecido en Deir el Medina, en la necrópolis de Luxor, que tenía un templo dedicado a la diosa Hathor y que fue engrandecido en época ptolemaica», apunta Flores.
50 años bajo las aguas
Se desconoce la fecha del cierre del templo, como sí ocurre en el de Dendur, actualmente en el Met, donde una inscripción indica cuándo fue consagrado como iglesia. El templo de Debod no siguió este camino o al menos no existen claros signos que apunten en esa dirección. «Pensamos que a lo largo del siglo V fue paulatinamente abandonado», dice el conservador.
Se conservó bastante entero hasta mediados del siglo XIX, pero a partir de entonces su declive se aceleró. Este experto explica que algunas de sus piedras fueron reutilizadas en otras construcciones en el periodo de preindustrialización de Egipto y durante la guerra del Nilo, la Nubia quedó bajo control militar británico y los abandonados templos de esta zona estuvieron dejados de la mano de Dios. «Cuando el egiptólogo Gaston Masperó pide un informe sobre el estado de conservación de estos templos, con motivo de la elevación de la antigua presa de Asuán, comenta que uno de los más destrozados que se encontró fue el de Debod».
La construcción en 1898 de la presa en la Primera Catarata para regular el caudal del Nilo no afectó al templo, pero el agua lo alcanzó en los siguientes recrecimientos. «En el tercero de 1906 el nivel de agua máximo de la presa ya cubría por completo el templo», recuerda Flores. En los 50 años en los que permaneció sumergido durante casi 10 meses anuales se perdieron los restos de los brillantes colores de sus relieves y se deterioraron aún más sus piedras.
50 años en Madrid
Su salvación llegó en el verano de 1960, cuando comenzó a ser desmontado por un equipo del Servicio de Antigüedades Egipcias junto a una misión polaca. El templo de Debod sería el primero en ser rescatado ante la construcción de la represa de Asuán. Sus sillares fueron trasladados a la Isla de Elefantina, aunque no todos sus elementos arquitectónicos fueron rescatados. Bajo el lago Naser quedaron para siempre los cimientos del templo y los restos de la terraza cultual y de la vía de acceso.
Para alentar a otros países a contribuir al salvamento de los monumentos nubios, el gobierno egipcio anunció la entrega del templo de Debod, así como los de Dendur, Taffa y Ellesiya, a los países que más se destacaran. España solicitaría formalmente su donación en 1964 y tres años después ésta fue aceptada aunque aún hubo que esperar a 1968 para que el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser firmara el decreto por el que se ofrecía «el templo de Debod al Estado Español y a su pueblo, en consideración a sus esfuerzos en la contribución para el salvamento de los templos de Abu Simbel».
El arqueólogo Martín Almagro Basch, al mando de un equipo español, se hizo cargo de la entrega, el embalaje y su traslado a España. Las 1.350 cajas con los 1.724 sillares del templo se transportaron en 1969 en barcazas por el Nilo hasta Alejandría y de allí en el carguero 'Benisa' hasta Valencia. A Madrid llegaron en junio de ese mismo año en noventa camiones.
La reconstrucción de este monumental puzle de 2.200 años en el solar del antiguo Cuartel de la Montaña, en la montaña del Príncipe Pío, se prolongaría hasta 1971. No fue sencillo, pues cerca de un centenar de bloques habían perdido su numeración y unos cuatrocientos estaban erróneamente etiquetados. Además, hubo que emplear piedra salmantina de Villamayor para completar los elementos que faltaban. Por fin, el 20 de julio de 1972 se inauguró oficialmente.
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