Héctor Abad Faciolince: «Solo he recibido insultos para mí y mi familia por ser crítico con Petro»
El escritor colombiano presenta en España su nueva novela 'Salvo mi corazón, todo está bien' (Alfaguara)
Madrid
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Iniciar sesiónNingún libro de Héctor Abad Faciolince ocurre fuera de la vida. Aunque diriman el duelo, la pérdida o el miedo, se aferran a ella. Escrita en tiempos de pandemia, su nueva novela 'Salvo mi corazón, todo está bien' (Alfaguara) extrae la esencia ... de la escritura del colombiano: entre la ternura, el humor y la catástrofe. En esta ocasión, Abad Faciolince se vale de Luis Córdoba, un cura sensible y excéntrico que llega a una casa con dos mujeres y varios niños, mientras espera un trasplante de corazón.
Rodeado de tanta vida, a este sacerdote se le desboca el pulso. Con un pie en la muerte, desea esa otra vida.. Como en 'El olvido que seremos' o 'La oculta', la narrativa de Abad echa mano de sus propias vivencias. Se deja leer, espontánea y luminosa, incluso en sus pasajes más duros. Y así lo refleja en su conversación. No hay acritud ni ironía en sus palabras , excepto, eso sí, al hablar de la realidad política. «Solo he recibido insultos por no ser del ala de Petro», comenta en esta entrevista concedida a ABC.
—¿Duelo y celebración se solapan en sus historias?
—Uno habla de la muerte para subrayar la oportunidad única, irrepetible y corta de aprovechar la vida. La presencia de la muerte magnifica la vida. Esta novela surgió de la experiencia de la pandemia, cuando estuvimos amenazados por una enfermedad. Entonces resurgió la vieja semilla de la historia de un cura que debe operarse el corazón y llega a una casa con dos mujeres y se da cuenta de que en los últimos 35 años ha perdido una vida magnífica: el hogar, los niños corriendo. A él le fascina lo que le horrorizaba al marido de una de esas mujeres, que se marcha.
—«Hay historias clínicas que no consiguen explicar lo que es la muerte», escribe. Pero hay novelas que no consiguen explicar lo que es la vida.
—El cura original en el que me inspiré se llamaba Luis Alberto Álvarez. Vivió en el Medellín de los años más grotescos y vulgares del dinero fácil. En ese lugar, él reafirmaba la vida. Se decantaba por el buen cine, la buena música y nos dirigió por el mundo de la belleza.
—¡Un anticlerical como usted!
—Este era un cura atípico. Lo conocí en un curso de neorrealismo italiano. No vestía de cura ni decía serlo. Como yo he sido muy mata curas, ateo y anticlerical, quise contar esa historia. Investigando para la novela, me di cuenta de que muchos jesuitas que promovieron el cine. Eran herejes porque entraban en el mundo del cuerpo y la belleza.
—¿Es esta una novela a lo Cándido de Voltaire, «en el mejor de los mundos posibles …»?
—Voltaire estaba muy obsesionado con la idea que el mundo era horrible, pero lo contaba con una gracia, levedad y alegría que dan ganas de vivir en ese espacio en el que, en medio de ese horror, hay una única solución: cultivar un jardín. Estos personajes están enfermos del corazón, pero tienen su jardín, que puede ser la música, el fútbol, la belleza, los libros.
—¿Cuál es el suyo?
—Empecé a escribir a los trece años, acabo de cumplir 64. Llevo 50 años dedicados a todo lo que tiene que ver con escribir. Comencé con reseñas de libros, también a traducir. Fui corrector de pruebas, librero, trabajé como bibliotecario. Ahora tengo con mi esposa una pequeña editorial. He escrito ya quince o veinte libros. Ese es el jardín que he cultivado. Pero algo que me importa todavía más es el haber sido hijo, sin ser indigno de mi padre y mi madre, y ser buen padre en una sociedad como la colombiana, en la que la figura del padre es una ausencia.
—Córdoba llega a una familia sin padre
—Mientras espera un corazón no le queda más remedio que ser padre y esposo.
—Escribió esta novela en la casa donde García Márquez comenzó 'Cien años de soledad'
—Sí, gané una beca literaria en México para trabajar en la casa de García Márquez en San Ángel. Estuve cerca de tres meses en la habitación en la que dormían él y su mujer Mercedes Barcha. Me sentí intimidado por un compromiso tan grande que pensé que no iba ser capaz de cumplir. Además, había un perro que ladraba todo el tiempo. Yo pensaba que era el fantasma de García Márquez protestando por mi presencia en esa casa. Me dije que haría un libro digno de esta beca. Alguno de los capítulos que más me gustan los escribí ahí . También descubrí que mi vieja afección cardiaca había empeorado y tuve que operarme a la vuelta.
«Tuve que dejar las redes para escribir esta novela»
Héctor Abad Faciolince tardó casi veinte años en escribir El olvido que seremos, recientemente adaptado por Fernando Trueba . Demoró casi media vida para ordenar y asignar palabras a una muerte arbitraria, brutal e inexplicable y que impulsó su voz literatura como una de las más importantes de su país. Ante la pregunta sobre cómo sobrelleva un escritor la polarización en sociedades en las que crece el populismo, Abad, que nunca ha renunciado a pronunciarse en asuntos públicos, asegura: «Para escribir esta novela me salí de redes sociales, en particular de Twitter. Al no ser yo un escritor petrista, de izquierdas, y por no ser tampoco un activista social como mi padre, lo único que he recibido son insultos para mí y mi familia. Simplemente por ser crítico y poner en duda que este señor sea una buena persona y una solución para mi país».
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