El escándalo de las facturas: «Excavan en la tumba de un visir para vivir ellos como visires»

El secretario general de la Fundación Gaselec esgrime facturas de marisquerías y restaurantes en Madrid, Málaga o Segovia, de billetes de avión personales, de cremas capilares, pastillas para la menopausia, gafas o collares de perro. «Pagamos su casa en Luxor los 365 días del año, cuando las campañas duran dos meses o tres a lo sumo y viajaban en business cuando lo tenemos prohibido, pero me camuflaban los billetes», recuerda.

Cabanillas participó durante unos días en las primeras campañas arqueológicas y «tenía tanta confianza en Valentín que no miraba, hasta que empecé a ver cosas raras». Según explica, durante sus estancias lo mantenían «aislado, no me dejaban que fuera con los estudiantes» y, aunque al principio no le dio importancia, en su última campaña coincidió en el viaje con una chica y lo que le contó le «revolvió el estómago».

Revisó todas las facturas y se echó las manos a la cabeza. «Los chicos se pagaban su viaje, el alojamiento y el seguro, pero a mí me pasaban el viaje y el seguro», sostiene y muestra una factura por más de 6.000 euros de seguro, cuando en el documento de confidencialidad del mismo año se indica que el «cooperante», que pagaba una suma de 2.500 euros "para hacer frente a los gastos" que se produjeran "en el desarrollo del proyecto", debía "formalizar la correspondiente póliza de seguros para cubrir sus riesgos por accidente o enfermedad durante su permanencia en Egipto". El integrante debía acogerse a la cobertura de la póliza general suscrita por el Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, "abonando a este la parte alícuota de la prima que le corresponda (alrededor de 200/350 euros aproximadamente dependiendo de los días de la estancia)".

La factura que pasaron a su patrocinador

El documento de confidencialidad de 2015

«Obligaban a todo el equipo a comprar licores y chocolates en los Duty Free para las fiestas que hacían los jueves por la tarde en su casa y luego cargaban los gastos a la fundación», continúa.

Entre las facturas, encontró unas de una pizzería de Luxor, donde él también estuvo en alguna ocasión con el equipo. Recuerda que los jóvenes se pedían la pizza más barata, mientras los directores del proyecto visir Amen-hotep Huy no miraban los precios y después les hacían pagar a todos a escote. «¡Pero es que encima después la factura se la pasaba a la fundación como gastos de protocolo!».

A juicio de Cabanillas, «son amenos, agradables, parece que saben mucho y te dan a entender que todo el mundo va en contra de ellos sin razón, pero empiezas a ver sus conductas y te das cuenta de que estafan a todo el mundo».