ARTE
«Nuestro trabajo es una forma de respirar, un pequeño milagro»
Antonio López y Jaume Plensa son dos de los artistas más admirados y queridos de nuestro país. Se conocen gracias a ABC Cultural. Con motivo del número especial de su 30 aniversario, los reúne, rodeados de emperadores romanos, en el Museo del Prado. Un encuentro para la Historia
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Iniciar sesiónHace un día de perros en Madrid. El cielo, plomizo, parece pintado por Winslow Homer. A 3.000 kilómetros ha empezado la invasión rusa en Ucrania. Es viernes 25 de febrero . Hemos convocado en el Museo del Prado a dos de los artistas ... españoles más cotizados, pero también más populares. Curiosamente, no se conocen. La cita, a las 13.30 en la puerta de Murillo. Jaume Plensa , que ha viajado a Madrid con motivo de ARCO, retrasa un día su vuelta a Barcelona para mantener este encuentro. Llega puntual, acompañado por Laura, su esposa. Antonio López , verso suelto, deambula ya por este museo que tanto ama. Los vigilantes tiran de Walkie Talkie para saber por dónde anda el de Tomelloso: «Lo he visto entrar», dice uno. «Acaba de pasar por aquí», comenta otra. Sugerimos buscarlo por las salas de Velázquez, pero aparece, a paso ligero, bien protegido del frío y la lluvia con gabardina, bufanda y gorra.
Generosamente, el Prado ha cedido para esta charla una de sus salas de escultura. Como testigos de excepción del encuentro, un grupo de emperadores romanos: Adriano, Augusto, Marco Aurelio, Trajano... La ocasión no merece menos. Hechas las presentaciones de rigor, se interesan por cómo les va. «Soy mucho mayor que tú», advierte Antonio. «Ya te pillaré», apostilla Jaume. Ríen con ganas. El manchego tiene 86 años. El catalán, 66. Se sientan ante ‘Orestes y Pílades’, un hermoso mármol (h. 10 a.C.).
La realidad manda y la charla arranca con la mirada puesta en Ucrania. « El hombre se ha pasado su historia peleándose . ¿Por qué? Es una locura. Yo nací en enero del 36 y en julio se inicia una guerra que dura tres años. ¿Qué vas a decir? El siglo XX fue desastroso, pero el XIX, mejor no mirarlo. No se aprende, no. Nos tendría que llevar de la mano gente mejor», dice Antonio. « Nadie gana, todo el mundo va a perder mucho . El ser humano es irreemplazable; un muerto no es un número más, es alguien que desaparece y esto me tiene completamente destrozado. Parece que hemos retrocedido un siglo de pronto», apunta Jaume.
Suele decirse que las crisis agudizan el talento. No están de acuerdo. Las musas, que andan por una sala del Prado, no muy lejos de allí, acuden en tiempos de guerra, pero también de paz. «El ser humano es muy contradictorio. Primero crea el problema y después intenta resolverlo. Tenemos la necesidad de destruir para después construir –explica Plensa–. La ternura del ser humano es esa imperfección que no superamos. He tenido la suerte de vivir en un periodo sin guerra. Es verdad lo que decía Antonio: nacer en el 36 en este país... pues, hombre, algo queda, ¿no? Parece que no aprendemos». «Los errores del hombre no solo se ven en lo que llamamos guerra, también en lo que llamamos paz», añade López.
¿Cómo se enfrentan a la creación? ¿Cuánto hay de placer, de angustia, de frustración? «Yo hago lo que puedo –contesta el manchego con resignación–. Para mí es muy importante el trabajo. Y ese espacio lo defiendo hasta donde puedo. Trabajo muy cerca de la vida . La escultura es un trabajo mucho más colectivo que la pintura...» Le interrumpe Plensa: «La vida del pintor es supercómoda. Es para pincharle un poquito, a ver si se anima» (ríe). «Depende de qué pintor hables. No, cómoda no; es hermosa, si te va bien », devuelve la pelota Antonio.
La retoma el artista catalán. «Para mí, crear una obra es como escribir un diario . Decía Brancusi que lo importante no era hacer, sino sentir el estado de hacer. Siempre me ha gustado ese estado de ánimo, que a veces llega y a veces no. Me gusta mucho el sentido del viaje. Viajo mucho por mi obra, pero además me encanta. Es una gran escuela. Siempre he pensado que mi taller es mi cabeza . Por tanto, nunca he sentido que estaba lejos del taller. Cuando fabricas menos, no quiere decir que pienses menos, estás imaginando. A veces he sentido envidia del pintor. Tiene un trato muy directo con la obra, muy personal e íntimo. La escultura necesita un equipo, un entorno, tiene un pie en la industria».
«La escultura me gusta muchísimo como espectador. Lo maravilloso de ella es que puede salir fuera. La sociedad la ha necesitado para sus templos, para sus ciudades. ¿Dónde estaban las pinturas? Dentro. Las esculturas han acompañado al hombre en su vida. Y eso me apasiona». Quien habla es Antonio López. «En la pintura puedes narrar una ficción, la escultura es real –advierte Plensa–. Siempre estás hablando de algo que te desborda y que está por encima de ti. Esta relación con la divinidad ha hecho que la escultura sea muy importante en el día a día de la gente».
En Florencia se reúnen estos días las tres ‘Piedades’ de Miguel Ángel . Un bálsamo en estos tiempos oscuros. «Es conmovedor. Creó mucha belleza, pero expresa cosas muy trágicas. Su ‘Juicio final’ es una cosa pavorosa», comenta el artista de Tomelloso. «Un día, viendo sus pinturas en el Vaticano con un amigo, este me decía: ‘Jaume, esto no es un éxito de Miguel Ángel, es un éxito de todos’. Se va formando una pirámide y hay uno que toca el cielo», explica el barcelonés.
Picasso ha vuelto, 125 años después, a la Academia de Bellas Artes . Solía escaparse al Prado para copiar a los maestros. ¿Han hecho pellas alguna vez con tal fin? «Un profesor me dijo que debía venir al Prado a copiar. No le hice ni caso. No le veía sentido copiar a Velázquez . Ya muy mayor, y voluntariamente, fui a la Facultad de Bellas Artes para copiar unas cabezas de Olimpia que me impresionaban», confiesa Antonio. El padre de Plensa era un gran lector. De pequeño, Jaume le acompañaba a las tiendas de libros de segunda mano. Se quedaba fascinado con las cubiertas de libros etruscos, griegos, egipcios... « El Prado, para mí, fue el Museo de Arte Románico . Estoy fascinado con el arte del Románico desde niño. Me encantaba ver las esculturas por detrás. Pero nunca he hecho copias. Siempre me ha emocionado el arte hecho por intuición. Me apasionaba la anatomía, pero no tenía ni idea: imaginaba los pulmones, los pies, los ojos, el corazón...»
Y seguimos con Picasso. Le dieron la oportunidad de medirse con quien quisiera en el Louvre. Eligió a Zurbarán. ¿Con quién les gustaría medirse? «No pienso esas cosas –dice Antonio–. Lo normal es que gane la pintura moderna. Hace años vi en el Prado una exposición de Manet en la galería central. Manet no ganaba, Velázquez tampoco. No ganaba nadie». «Pero tampoco pierde nadie –le rebate Jaume–. A mí me gusta la mezcla. He expuesto en lugares donde hay obras más clásicas. Creo que no hay varias Historias del Arte, solo una. Unos hemos nacido antes, y otros después. He aprendido mucho de gente que parece opuesta». Aunque le pareció «poco valiente» la forma en la que mostraron a Giacometti en las salas del Prado hace un tiempo. Antonio López recuerda que expuso en Milán una de sus obras frente a ‘La cena de Emaús’, de Caravaggio. « ¿Puedo decir una burrada? Perdía Caravaggio . Lo veía demasiado negro, demasiado acogotado por los siglos». Cree que «el arte moderno es muy trágico. Bacon, Giacometti... son artistas que expresan una parte muy negra del mundo. Antes, en las desgracias, estaban los dioses, que protegían a las personas. ¿Ahora quién está?»
Plensa y López andan obsesionados con la figura humana , omnipresente en sus trabajos. Ambos tienen escultura pública en lugares emblemáticos de Madrid, no lejos del Prado: ‘Julia’ , en la plaza de Colón; ‘Día’ y ‘Noche’ (dos cabezas de una nieta de Antonio cuando era un bebé), fuera de la estación de Atocha. «Para mí, es difícil incorporar el arte moderno en la calle. Si alguien quiere y tiene dinero, lo hace –se lamenta el manchego–. Siempre ha habido cuotas que pagar. Seas Velázquez, seas Picasso, seas quien seas. Si me encargan algo, lo hago con muchísimo gusto. Pero creo que en el XIX se acaba la naturalidad con la que la escultura se muestra en el exterior». Plensa, que tiene obra pública por medio planeta, no está de acuerdo: «La escultura tiene esa capacidad extraordinaria de generar un lugar de encuentro, de que pasen cosas. Hay una necesidad increíble de introducir belleza en el día a día de la gente. Se ha desarrollado muy poco el mundo del espacio público, que ha sido ocupado casi totalmente por la arquitectura. Queda aún mucho trabajo por hacer en el espacio público , pero creo mucho en él, es muy democrático».
Estamos celebrando los 30 años de ABC Cultural . ¿Cómo valoran estas tres décadas de cultura en España? «Cuando hice Bellas Artes, del 50 al 55, en España solo había cuatro escuelas de Bellas Artes, no eran aún facultades. Sinceramente, creo que el arte tiene apoyo en nuestro país. Y hay un arte que se lo merece y otro que no. Está más desatendido el campo que el arte , sin comparación», sentencia Antonio López. «Creo que en estos 30 años ha mejorado mucho –añade Plensa–. La sociedad española ha evolucionado bastante, pero aún falta por hacer. Llevo 30 años trabajando en todo el mundo. Me encanta Madrid. Es una ciudad de acogida extraordinaria , en la que me siento muy a gusto. Pero también lo estoy en Tokio o en Chicago. Cuando oigo otras palabras, otras formas de pensar, me estimulan. España, de cuando empecé a hoy... Ostras, es otro país. Hay una juventud maravillosa que está tomando el relevo de una forma extraordinaria. Pero estaría bien que hubiera una ley de Mecenazgo y los coleccionistas tuvieran ayudas fiscales para ceder sus obras a los museos».
Ambos compran obras de arte. Como de costumbre, este año había obras de Plensa en ARCO . No de Antonio, aunque sí una de su propiedad, pintada por su querida Mari. No estaba a la venta. Ya se vio en la primera edición de ARCO, en 1982. «Me gusta que esté la feria. Que vayas o no, es lo de menos. Me pasa igual con el cine», dice Antonio López. «Me gusta venir a Madrid y aprovecho la excusa de ARCO –dice Plensa–. Se ha convertido en un ágora, un lugar de encuentro . Madrid es una ciudad que respira con su feria. Es muy positivo». Ambos gozan desde hace años del favor del público. No hay fórmulas mágicas. Son unos trabajadores incansables . «Yo ya trabajo un poquito menos», se lamenta Antonio. Nadie lo diría, viéndole el verano pasado pintando estoicamente en la Puerta del Sol. «Es verdad. Sí, me gusta el trabajo. Es mi vida. Estoy peor cuando no trabajo. Jaume y yo trabajamos con libertad y lo que hacemos gusta a la gente, en líneas generales». «No lo considero trabajo. Estoy de acuerdo con Antonio: es una actitud, una forma de respirar. Nuestro trabajo es un pequeño milagro . Para mí, es un placer poder trabajar, pero que lo quieran compartir es una locura».
Lejos de quienes buscan confrontaciones entre Madrid y Barcelona , ambos han emprendido felices ese viaje de ida y vuelta. Antonio López está pintando Barcelona por primera vez . Quiere hacer tres vistas de la ciudad. «Mi experiencia en Barcelona no puede ser mejor. A lo largo de mi vida he pintado prácticamente solo en Tomelloso y en Madrid. Yo necesito trabajar del natural, pero es un trajín enorme. La gran ciudad es incomodísima. Ahora he añadido Sevilla, Bilbao y Barcelona. Me viene muy bien salir de mi mundo, un poco opresivo, del artista que está constantemente en su espacio. Salgo a la vida, por eso pinto en la calle». Plensa dice que es fantástico lo que ha pasado con ‘Julia’ en Madrid : «Tenía que estar un año y ya lleva cuatro. Se ha convertido en un icono de la ciudad. La gente pide que no se vaya». Aunque al principio le pareció un «regalo envenenado», su experiencia con ‘Julia’ «ha sido maravillosa. Parece que le ha dado orden y ternura a esa plaza. Era necesario reivindicar este concepto de feminidad, de silencio, del mundo interior». Recuerda que en 2018 coincidieron en Madrid una exposición en el Palacio de Cristal del Retiro, la instalación de ‘Julia’ en Colón y la pieza que hay en el patio de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson. «Aquel año Madrid se convirtió en mi lugar», dice.
Antonio López añora el Museo de Reproducciones de Madrid: «Ver la Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, toda la decoración del Partenón, el ‘Moisés’, de Miguel Ángel... Yo tenía 13 años. Venía de Tomelloso. Me deslumbró aquello como no me ha deslumbrado nunca nada. Ni el Prado ni ningún otro museo». Plensa cree que « el arte es transformador y la belleza, revolucionaria . La escultura es como el mensaje en una botella. A través de la materia puedes hablar de lo invisible, de lo intocable. Soy mediterráneo; si no lo toco, no me lo creo. Necesito verificar permanentemente las cosas. Hace muchos años instalé una escultura en Des Moines (Iowa). Me invitaron a dar una conferencia. Al final, una señora me dijo: ‘Está usted todo el tiempo hablando de interactuar con su obra, pero al lado de sus esculturas hay un cartel que pone ‘Por favor, no tocar’. ¿Cómo lo justifica?’ Le dije: Creo que el museo se ha olvidado de terminar la frase. Sería: ‘Por favor, no tocar, acariciar’ . No nos han educado para acariciar, pero mi escultura siempre ha buscado esta relación de la caricia. En esta sala me tengo que contener, porque las tocaría todas [mira a Charo Lapausa, jefa de relaciones con los medios del museo]. A veces, las esculturas se sienten un poco solas y les gustaría que alguien las tocara: una caricia, saber si está fría, qué textura tiene la piel...»
En la reordenación del Museo Reina Sofía , ni están, y de momento ni se esperan, obras de Jaume Plensa y de Antonio López. ¿Le dan importancia? «Sí, cómo no va a tener importancia –contesta Antonio–. Pero él [su director, Manuel Borja-Villel] está haciendo su trabajo y yo el mío. Yo no me puedo meter en su trabajo ni él viene a mi casa a decirme lo que debo hacer. Hay que dejar las cosas como están. No puedes estar siempre peleándote . María Corral remodeló ese museo y quitó el realismo de mi generación. Yo dije que no quería exponer allí. Pero, si no tienes esa ocasión de decir no, ¿qué vas a hacer, lloriquear?». Y a usted, Jaume, ¿le enfada? «No, en absoluto. Creo que las ausencias a veces pueden ser más importantes que las presencias . Estamos en un lugar maravilloso. Disfrutémoslo. En un pasaje del ‘Quijote’, le invitan a una boda. Están peleándose por sentarse en la cabecera de la mesa. Y él dice: ‘No sé por qué os peleáis. Donde yo me siente será la cabecera’».
Acaba la charla. ¿Quieren agua? «Si no hemos hablado tanto, ¿no?», dice Antonio López. Los 65 minutos han pasado volando. Ambos son excelentes conversadores. «Antonio, un placer», se despide Jaume con un apretón de manos. «Igualmente», dice el manchego, que vuelve a perderse por las salas del Prado.
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