Los cuatro golpes que noquearon al 'boom' latinoamericano
Alfaguara publica la correspondencia entre Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar y García Márquez. Un epistolario que va de la literatura y la amistad al pugilato ideológico
Vargas Llosa: «Los escritores ya no están tan mal vistos»
Y Barcelona fue el «boom»
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Iniciar sesiónCarlos Fuentes, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Un cuarteto de genios, acaso de titanes y vedettes, cuya correspondencia, publicada recientemente por Alfaguara, relata el inicio, auge y caída de uno de los movimientos más prolíficos de la literatura latinoamericana y universal ... del siglo XX, el 'boom' latinoamericano. En el pesaje literario hay dos premios Nobel, Vargas Llosa y Gabo, y dos Cervantes, que podrían haber sido cuatro de no ser porque el colombiano rechazó el premio dos veces y al argentino jamás se le concedió.
Los editores Gerald Martin, Carlos Aguirre, Javier Munguía y Augusto Wong Campos restringieron la representación literaria del 'boom' sólo a estos cuatro escritores, por considerarlos los más potentes. Llegan incluso a compararlos con Faulkner, Joyce, Proust y Kakfa. 'Las cartas del Boom' (Alfaguara) reúne 207 misivas cuyo grueso abarca desde 1955 hasta 1975, y que continúa incluso hasta los inicios del siglo XXI.
En ese recorrido, la década de 1970 marca la decadencia del 'boom' en tanto comunidad intelectual, ideológica y afectiva y que tuvo su grieta más visible en el encarcelamiento del poeta Heberto Padilla a manos del régimen castrista, en 1971, así como las posiciones que asumieron unos y otros según. Mario Vargas Llosa fue el primero en marcar distancia no sólo con La Habana sino con el propio Cortázar y, por supuesto, con García Márquez. Ambos callaron.
Tres golpes ...
De los cuatro compadres al fin de la fiesta. Ese es el arco ideológico y literario que estas páginas dibujan. La mayoría de los documentos incluidos en este volumen son cartas, pero también recoge postales, telegramas y faxes. La correspondencia, ordenada de manera cronológica y por remitente, pasa por momentos fundamentales: la publicación de las que se consideran las obras canónicas del 'boom', es decir, 'La región más transparente', de Fuentes; 'Rayuela', de Cortázar; 'La ciudad y los perros', de Vargas Llosa, así como la escritura de 'Cien años de soledad', pero también propone un recorrido por los momentos de mayor consulta y mutua influencia entre los cuatro escritores.
Explican los editores que la existencia de este libro se debe prácticamente al mexicano Carlos Fuentes, quien guardó las cartas que recibió y la copia de las que envió. Fue su archivo el que permitió reconstruir buena parte de los intercambios epistolares. Hay pocas cartas de Mario Vargas Llosa, porque él apenas conservó las que recibía, de ahí que la mayoría de las misivas que se reproducen sean las que el peruano envió a Cortázar y a Fuentes, pero en muchísima menor medida las que envió a García Márquez. 'Las cartas del Boom' es un libro histórico, pero también una radiografía literaria de los años cincuenta, sesenta y setenta, así como un relato personal de los mayores clásicos de la literatura.
Las cartas de la época documentan el gradual desmoronamiento político, social, cultural y humano que afectó a la región latinoamericana y a sus intelectuales, un episodio que se vio reflejado en las relaciones entre los cuatro autores, tal y como explican los editores: «El 'boom' como cuarteto y como fenómeno empezó a resquebrajarse a raíz de los desencuentros políticos de esos años, y terminó de deshacerse tras varios golpes que volvieron contemporáneos en la desgracia a todos los latinoamericanos: el golpe que significó el encarcelamiento de Heberto Padilla en Cuba, en 1971; el golpe de Pinochet en Chile, en 1973; el golpe en una sala de cine en México, en 1976, que puso fin a una gran amistad; y el golpe militar en Argentina, también en 1976. Había llegado lo que un libro publicado en Buenos Aires en ese 1976 anunciaba desde el título, 'el final del boom'». Los compiladores hacen referencia, por supuesto, a las desavenencias políticas y muy especialmente al puñetazo que Mario Vargas Llosa le propinó a Gabriel García Márquez, a la salida de un cine en Ciudad de México.
... Y un puñetazo
Las cartas no abundan en detalles sobre lo ocurrido entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. No es un libro de cotilleos ni miserias, sino una correspondencia fundamentalmente estilística y literaria. Sin embargo, en su conjunto, aportan claves y a manera de apéndice comunicados públicos que hacen evidente el distanciamiento entre los cuatro, pero, sobre todo entre el colombiano y el peruano, justamente, a sus inmensas diferencias ideológicas. El asunto, literalmente, se les fue de las manos.
No está referido de manera explícita, pero a efectos de esta crónica, merece la pena rescatar lo ocurrido entre ambos premios Nobel. El 12 de febrero de 1976, Vargas Llosa y García Márquez se encontraron a la entrada de un cine en Ciudad de México. El episodio fue corto y fulminante y hasta Elena Poniatowska intervino, tal y como contó Xavi Ayen en su libro 'Los años del boom'. El autor de 'La ciudad y los perros' se acercó al colombiano, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar, y le asestó una trompada directa al rostro. Las causas de aquella pelea se mantuvieron siempre ocultas. Se trató de un pacto tácito que ambos respetaron y que, una vez fallecido el colombiano, Vargas Llosa mantiene en estricto silencio
En medio de numerosas especulaciones, el periodista hispano-peruano Francisco «Paco» Igartua, publicó que se debió a un asunto de celos, y no precisamente literarios. El posible origen estaría en los supuestos consejos sentimentales que el Gabo dio a Patricia Llosa, la esposa del peruano, durante una época de crisis matrimonial que atravesaron en esos años. Esta hipótesis cobra fuerza según la versión del biógrafo Gerald Martin, quien en su libro 'Gabriel García Márquez: una vida', aporta una nueva pista sobre el hecho. Asegura Martin que, justo antes de golpearle, Vargas Llosa le dijo a Gabo: «Esto es por lo que le dijiste a Patricia».
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En algún momento llegó a pensarse que no existía ninguna evidencia del incidente, hasta que el fotógrafo Rodrigo Moya publicó en México, en La Jornada, dos fotografías del colombiano con el ojo izquierdo amoratado. La imagen fue tomada el 14 de febrero de 1976, dos días después del incidente y a petición del propio García Márquez, quien quería una constancia de aquella agresión. Cuando Moya le preguntó al escritor qué había pasado, García Márquez respondió con evasivas. Atribuyó la agresión a diferencias insalvables entre ambos.
Tal y como refieren los editores de estas cartas, el 'boom' «confrontó la perpetua problemática de la identidad latinoamericana, poniendo el acento en las emergentes políticas identitarias (no sólo la nacionalidad y la clase social, sino la raza, la etnicidad, el género y la sexualidad) una operación intelectual y estética que, de manera simultánea, unió y separó los tres mundos». Se refieren al mundo capitalista, el comunista y el ex colonial en vías de desarrollo. «Sus virtudes de narradores y el papel de portavoces de una sociedad y de una sensibilidad política e histórica que ellos se adjudicaron les permitieron mantenerse como los escritores latinoamericanos más influyentes y célebres durante décadas».
Maledicencias
'Las cartas del Boom' retratan el nomadismo de estos cuatro escritores. Cada uno en una ciudad distinta. De París a Barcelona. De Londres a Venecia o de Barranquilla a Ciudad de México. Algunas cartas hacen la delicia de los lectores más cafeteros y maledicentes, por ejemplo, la misiva de Julio Cortázar a Mario Vargas Llosa, fechada en 1965, y en la cual, tras describir «el arrebato» que le produjo su lectura de 'La casa verde', aprovecha para tachar 'El siglo de las luces', de Alejo Carpentier, como una obra que quedará en «el rincón de los trastos anacrónicos».
Tienen miga también las cartas espontáneas y desinhibidas de García Márquez a Vargas Llosa y en las que intercambia, desde largas letanías sobre su método de trabajo, hasta afectuosos reproches. «No entiendo cómo viajaste de Lima a Nueva York, y viceversa, sin pasar por México», que es el lugar donde se encontraba García Márquez, en 1965, el año al que pertenece la carta. Resulta especialmente curioso el comentario que hace al autor de 'La hojarasca' a Vargas Llosa, en 1968, el año de la Primavera de Praga: «Fidel contestará, con la mayor fineza que le sea posible, que lo que él haga con sus escritores y artistas es asunto suyo, y que por tanto podemos irnos a la mierda. Sé de buena fuente que está disgustado con nuestra actitud respecto a Checoslovaquia». Gabo se refiere a los escasos mecanismos gremiales que tienen para señalar sus reparos ideológicos con el proceder de la URSS tras la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia.
Estos asuntos se mezclan, por ejemplo, con el perfeccionismo de Carlos Fuentes, prolijo en sus referencias literarias, y a quien importa mucho el trabajo en equipo de os cuatro para asegurar el éxito editorial de la literatura latinoamericana y además asestar bofetadas a «a todos los pequeños maquiavelos sudamericanos», empeñados en dividir a los cuatro autores y amigos, tal y como apuntó a Julio Cortázar en una carta fechada en 1967. Abundan notas de agradecimiento por cenas y encuentros, planes de encontrarse en este o tal encuentro, una camaradería que muta en relaciones uno a uno y, por qué no, en la fractura total de muchas de sus amistades.
«Otra cosa son las ediciones de los países socialistas»
En una misiva enviada por Gabriel García Márquez a Mario Vargas Llosa, desde Barcelona, el 12 de noviembre de 1968, el colombiano se muestra más comprometido con sus finanzas que con sus filiaciones ideológicas. «Otra cosa son las ediciones de los países socialistas. Con el chantaje de que ellos son muy pobres y nosotros muy amigos, nos están ordeñando. Rumanía sólo paga 80 dólares de derechos después de que se ha agotado la edición, y reservándose el derecho de descontar de esos 80 dólares el valor de las pérdidas si la edición no se vende. Los otros, tú lo sabes, pagan un 7% sobre las ventas, sin anticipo en moneda nacional. Por último, se reservan el derecho de mutilar el libro como les de la gana. Yo le he dado instrucciones a Balcells de que les plantee a los socialistas las mismas condiciones que a los capitalistas, pues es prácticamente una contradicción filosófica el hecho de que los países explotadores nos exploten menos y nos respeten más que los que se suponen los no-explotadores. Por lo pronto ya rechazamos un contrato para Polonia», escribe.
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