Bigas Luna se va cargado de erotismo

Hizo «Historias impúdicas» en 1976, pero cuando empezó a destacar fue en «Bilbao» (1978), película en la que comenzó a mostrar su sello de identidad: el erotismo de alto voltaje . En «Bilbao» se valió de una gran Isabel Pisano para dejar ver sus intenciones. Esta especie de medio remake de «El coleccionista» en tono menor le abrió las puertas del celuloide, un resquicio en el que se metió con rapidez y con mucha pujanza.

Después de varios intentos fallidos de llegar al gran público, Luna dio un paso más allá con «Las edades de Lulú» , donde pisó charcos casi prohibidos con «menages a trois», entradas en el sado y rozando el semiporno sin llegar a traspasar totalmente el umbral.

Fue al año siguiente cuando le llegó la consagración al rodar «Jamón Jamón», con la que ganó el León de Plata a la mejor dirección en Venecia. Fue otra carga de adrenalina y un presentimiento de lo que vendría después: la fuerte química entre los dos protagonistas, Javier Bardem y Penélope Cruz , si bien el que se llevaría la palma sería Jordi Mollá, con una actuación portentosa.

Luego, luces y sombras, las primeras con «Huevos de Oro», «La teta y la Luna», «Bámbola» o «Yo soy la Juani», pero ninguna con la frescura y pujanza que consiguió en «Jamón Jamón». No obstante, pocos directores como él consiguieron esas altas cargas de adrenalina, aderezadas con cierto primitivismo, olor a jabón natural, a campo y a sexo puro y duro, sin más connotaciones sentimentales que las justas y necesarias, allá donde el amor y el corazón son meros comparsas y excusas para el acto carnal, acto que reina siempre y se detecta a flor de piel.