El MNAC relee la Guerra Civil a través la mirada inédita de Antoni Campañà
Las imágenes que el fotógrafo ocultó durante más de 70 años se exponen por primera vez
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Iniciar sesión«Campañà podría haber sido Centelles antes que Centelles, pero no quiso. Sus fotos podrían haber marcado la estética de la Guerra Civil». La frase, pronunciada por el historiador y comisario Arnau González, no luce en cartelas ni textos de sala, pero cobra pleno ... sentido a medida que las fotografías de Antoni Campañà (Arbúcies, 1906-SantCugat del Vallés, 1989) abandonan esa caja roja en las que permanecieron ocultas durante más de siete décadas para acomodarse en las paredes del Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC).
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Ahí están, por ejemplo, la miliciana de la CNT encaramada en una barricada de la calle Hospital; las iglesias saqueadas y derruidas; y las momias de las monjas del convento del paseo San Juan profanadas y expuestas en medio de la calle. Y ahí están también los caballos muertos en el centro de Barcelona en los primeros días de la Guerra Civil, desconocido reverso de la icónica fotografía que Centelles disparó también en julio de 1936 en la calle Diputación.
Un diálogo accidental que se creía monólogo hasta que hace un par de años la familia de Antoni Campañà, fotógrafo pictorialista, agente de Leica en Barcelona y «fanático de la fotografía», encontró en un garaje de Sant Cugat 5.000 fotografías de la Guerra Civil que nadie sabía que existían. Imágenes inéditas de un altísimo valor documental y artístico de las que, sin embargo, Campañà no quería saber nada.
El fotógrafo del siglo
Mientras el siglo XX le pasó por delante, subrayan los comisarios, no pudo detener su mirada, pero en cuanto terminó la guerra el trauma fue tal que encerró su memoria bajo llave. O, como en este caso, en la inhóspita oscuridad de un garaje repleto de humedades. «Su mejor fotografía es, sin duda, haber escondido estas imágenes, ya que es algo que nos retrata como sociedad», constata el periodista Plàcid Garcia-Planas, autor junto a González y David Ramos del libro 'La caja roja' (Comanegra) y comisario, también junto a González y el nieto del fotógrafo, Toni Monné, de una exposición que viaja de la cámara a la trinchera para capturar en riguroso blanco y negro, 'La guerra infinita' de Antoni Campañà. Una exposición que, destaca el director del MNAC, Pepe Serra, «supone una reordenación del mapa fotográfico del siglo XX». «Son fotografías documentalmente y artísticamente muy buenas», añade Serra, para quien el archivo inédito de Campañà «abre nuevas lecturas al drama de la guerra».
En total, 'La guerra infinita' reúne en el museo barcelonés más de trescientas fotografías y, además de positivar por primera vez decenas de instantáneas realizadas entre 1936 y 1939, abre plano para incluir el antes y el después de la guerra mostrando «en su globalidad a Campañà como uno de los grandes nombres de la fotografía». Es por eso que la exposición busca trazar un completo recorrido desde sus inicios como fotógrafo artístico muy bien considerado en todo tipo de concursos internacionales a su particular posguerra, escorado ya hacia la fotografía comercial y con encargos de peso para la Seat o el F. C. Barcelona. En 1952, en un alarde de visión de futuro, crea junto a Puig Farran el sello de postales turísticas CYP, inmejorable tarjeta de presentación para la España del desarrollismo. «Podíamos haber hablado únicamente de la guerra, pero hemos querido entender al personaje», defiende González.
La guerra, sin embargo, es la clave, la piedra de toque de una producción fotográfica que, destacan los comisarios, no esconde nada. Porque Campañà, católico, republicano y catalanista moderado, lo fotografía todo. Anarquistas y poumistas de gesto triunfal e iglesias reducidas a escombros; el Hotel Ritz convertido en comedor social y la Barceloneta sumida en el caos tras el primer bombardeo de 1937; militantes falangistas durante la visita de Galeazzo Ciano a Barcelona en julio de 1939 y las maniobras del Ejército Popular en Sant Andreu en 1937; las tropas italianas durante el desfile de la victoria y un Buick del 27 abandonado en Portbou camino del exilio.
«Campañà lo que hace es explicarnos el siglo XX», resume González, convencido de que una de las razones por las que escondió este material fue para evitar manipulaciones. «Lo que no quería era que pusieran el pie de foto, que interpretaran sus imágenes», apunta. Máxime después de ver que las pocas fotos que sí que firmó durante la contienda lo mismo aparecían «en cabeceras católicas irlandesas o comunistas francesas con versiones contradictorias de los mismos hechos». Así, lejos de la propaganda, su intención queda aún más clara. «Al no darnos hecha la interpretación, se convierte en provocador y perturbador -apuntan los comisarios-. Como un puñetazo directo. ¿Usted qué ve?¿Quiénes son los buenos y los malos?».
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