Teatro Real
Crítica de la tronchante 'Viva la mamma!': La ópera en el confesionario
«Cantó muy bien el tenor Xavier Anduaga con un imponente agudo final y se lucieron Borja Quiza, Machaidze y Álvarez»
El Teatro Real se echa unas risas con 'Viva la mamma'
Carlos Álvarez, como mamma Agata en ‘Viva la mamma’
Apenas se ha levantado el telón y ‘Viva la mamma’ ya se ha convertido en una ilusión a los ojos de los espectadores. Algo hay de imposible en ese aparcamiento moderno construido sobre los restos de un teatro cuya arquitectura se ha ... encajado sin mayor respeto. La inmediata entrada del empresario, acompañado por un foco basta para sugerir la vuelta a un pasado espléndido, al tiempo en el que debieron suceder cosas estupendas. Por ejemplo, la reunión de una compañía de ópera formada por absurdos personajes más o menos dispuestos a ensayar una representación imposible.
El Teatro Real recupera estos días ‘Viva la mamma’, ‘dramma giocoso’ de un todavía joven Donizetti titulado en origen ‘Le convenienze ed inconvenienze teatrali’. El director de cine Helmut Käutner la renombró con motivo de su producción en 1969 poco después de que la obra se recuperara escénicamente. Son datos interesantes y también lo son muchos otros que explican el sentido paródico en el que se inserta la obra que ahora se propone en Madrid y que anoche se vio por primera vez . Aunque el apunte más conveniente y cercano quizá sea la descripción de lo que ayer sucedió.
‘Viva la mamma’ se sostiene sobre una producción del propio Real, en coproducción con la Opéra National de Lyon y el Grand Théâtre de Ginebra. La firma Laurent Pelly, y a él se debe el mérito de dar coherencia a lo dispar . A Pelly se puede reconocer ingenio pues son muchos gestos que a lo largo de la representación revelan el fino sentido de la caricatura con el que se sustancia el enredo. Pero también es imprescindible observar la precisa maquinaria con la que transcribe la acción. ‘Viva la mamma¡ es un alarde coreográfico , al ritmo de la música y de la caracterización.
La «introduzione» es toda una declaración en la que participa la totalidad de los intérpretes, que en los números inmediatos van abandonando la escena hasta el solitario ‘duetto’ de Daria, la ‘prima donna’, y Agata, su madre, a las que dan forma, en el primer reparto, Nino Machaidze y Carlos Álvarez .
Cuando ayer cantaron ‘Ch’io canto un duetto’ todavía estaban buscando su exacta posición. El primer acto apenas prosperó desde la sorpresa inicial hasta el concertante final. Todos los intérpretes estaban en su sitio, todos aseados, pero aún sin demasiada fuerza, inmersos en la corrección . También participaba de ello el maestro Evelino Pidò, cuya prudencia se compensa por la cómoda posición en la que coloca a la orquesta y el buen caminar de su versión. Definitivamente, hubo que esperar al segundo acto, ante la escenografía del viejo teatro ya plenamente recuperado, para que la sucesión de romanzas, arias y marchas que los protagonistas audicionan, se convirtiera en un duelo de estrellas .
Cantó muy bien el tenor Xavier Anduaga con un imponente agudo final y se lucieron Borja Quiza, Machaidze y Álvarez. El primero componiendo estupendamente al cursi de Procolo, marido de la ‘prima donna’ al que pasea sin vergüenza e interpreta con alarde vocal. Ella, mostrando estupenda voz y gusto en su romanza. Y Álvarez porque consigue llevar a la hilaridad a la madre de Daria, mal cantando estupendamente y gesticulando con una torpeza prodigiosa.
Su actuación sobre el escenario del viejo teatro fue anoche el punto culminante de la representación. Pero merece la pena fijarse también en Sylvia Schwartz y en Pietro Di Bianco aunque solo sea por su soltura al piano . Y todo ello sucede antes de que la obra concluya absurdamente, con la compañía huyendo poco antes de que derrumben el teatro sin remedio.
Habrá quien encuentre en este Donizetti un trasfondo moralizante más alla de la burla sobre los excesos que, de una u otra forma, incluso ahora, siempre han acompañado a la ópera. Incluso, quien quiera reconocerle una calidad superlativa a la partitura. La sensación que queda tras verla en escena es la del divertimento, sobre una música plagada de expectativas, y un libreto ingenioso y desequilibrado.
De ahí el valor de la extraordinaria propuesta de Laurent Pelly, de un reparto tan bien ensamblado y chispeante , y de un director musical tan diligente. Pues son ellos los que consiguen fabricar el espejismo de que la ruina que da forma a ‘Viva la mamma’ merece este muy entretenido reciclaje.