Los niños del Holocausto que han recuperado su nombre

Algunas de esas víctimas anónimas acaban de ser identificadas. Entre ellas, dos niños que han vivido para contarlo y que, en la vejez, han descubierto sus rostros en el blanco y negro rugoso de los documentos visuales de la época

Barracón en un campo de concentración ABC

Una víctima es más víctima si no tiene nombre. En el Holocausto, el crimen fue doble de forma generalizada. El de la persecución y aniquilación de los judíos. Y el de quitarles la humanidad en los pocos documentos visuales que quedaron del genocidio. La uniformidad de los rostros demacrados y la cabellera afeitada ... . Los montones de huesos humanos. Las personas empujadas a vagones de tren, como ganado, camino del matadero. Sin identificación, sin nombre, la relación con el crimen es más distante .

Algunas de esas víctimas anónimas acaban de ser identificadas. Entre ellas, dos niños que han vivido para contarlo y que, en la vejez, han descubierto sus rostros en el blanco y negro rugoso de los documentos visuales de la época.

Se trata de Marc y Stella Degen , dos hermanos holandeses que hoy tienen, respectivamente, 80 y 78 años. Aparecen durante menos de tres segundos detrás del cristal de la ventana de un vagón como parte de las grabaciones que se hicieron en 1944 en Westerbork , un campo de tránsito gestionado por los nazis. Desde él, los judíos holandeses eran enviados a campos de concentración y de exterminio en Polonia y Alemania. Los niños miran por la ventana en una de las muchas escenas caóticas que recogieron las grabaciones para la llamada ‘ cinta Westerbork ’, una colección de metraje inusual y que constituye uno de los pocos documentos que retratan los envíos masivos de judíos ‘hacia el Este’. Es decir, hacia Auschwitz, Treblinka, Mauthausen . Hacia la muerte.

«Poner un nombre a una cara realmente hace que esta tragedia inmensa y monolítica sea comprensible y cercana», ha asegurado Lindsay Zarwell , documentalista del Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos, a ‘The New York Times’. «Tener un nombre, un apellido, y saber un poco de dónde venía esa persona y qué pasó con ella, la hace real».

Que las imágenes existan es en sí un milagro

Dos investigadores holandeses, Koerst Broersma y Gerard Rossing , han peinado las 2,5 horas de metraje de Westerbork y han revisado documentos y archivos de la época para descubrir la identidad de una docena de personas que aparecen en la cintas. Su descubrimiento se incluye en un libro sobre Westerbork que han presentado esta semana en Holanda y que coincide con la publicación ampliada -hasta ahora solo se contaba con 80 minutos-, restaurada y digitalizada del metraje.

Que esas imágenes de los hermanos Degen y de miles de judíos que pasaron por Westerbork existan es en sí un milagro. No hay apenas documentos visuales de esos envíos masivos de judíos hacia su exterminio y los de este centro de tránsito se obtuvieron por circunstancias especiales.

La grabación fue una orden del comandante de las SS que dirigía Westerbork, Albert Konrad Gemmeker . En el momento de la filmación, la primavera de 1944, el 90% de los judíos holandeses habían sido ya deportados y los gerifaltes nazis planeaban cerrar el campo. La intención era convencerles de lo contrario con las imágenes de funcionamiento del centro.

El encargo propagandístico recayó en Werner Rudolf Breslauer , un prisionero judío alemán. El filme contiene ocho minutos de esos momentos poco vistos, en los que los judíos son introducidos en trenes. Muchos van todavía con sus mejores abrigos y agarrados a sus maletas. Algunos se ven sonrientes, con buen ánimo, quizá ignorantes de su destino . Los más mayores van sentados en el suelo de los vagones, entre paja y equipajes. Se ven cerrarse los portones, con cara, ahora sí, de angustia en los rostros de algunos.

La grabación se cortó de forma repentina, sin que se sepa por qué. El metraje nunca fue editado. Algunos rollos de cinta fueron recuperados del campo de tránsito y acabaron en el NIOD Institute, una organización holandesa que estudia y archiva documentos sobre la Segunda Guerra Mundial. Ese metraje ha sido utilizado en innumerables documentales sobre el Holocausto, comenzando por el ‘ Noche y niebla ’ de Alan Resnais .

Hasta ahora, solo dos personas habían sido identificadas

No se sabe por qué dejó de grabar Breslauer, pero sí se conoce su final. Ese mismo año fue deportado, junto a su mujer y sus tres hijos a Theresienstadt en septiembre de aquel año. De ahí, a Auschwitz, donde su mujer y sus dos hijos varones murieron en las cámaras de gas. Él murió en un lugar desconocido en febrero de 1945. Su hija, Chanita Moses, que sobrevivió al Holocausto, aseguró en una entrevista en los años noventa que Breslauer grabó los trenes contra las indicaciones del comandante Gemmeker.

Hasta ahora, solo dos personas de las cerca de mil que iban en los vagones que grabó Breslauer habían sido identificadas. Una niña que se asomaba entre dos vagones era Settela Steinbach . Una mujer que iba en una aparatosa silla de ruedas era Frouwke Kroon , entonces de 61 años. Fue asesinada en Auschwitz tres días después.

Los hermanos Degen fueron identificados por descarte. En la imagen se ve a un tercer niño, que se cree que era su primo Marcus Simon , de cuatro años. Los Degen eran la única familia en el tren con tres niños menores de seis años. Tras esos tres segundos de imagen, el 19 de mayo de 1944, fueron enviados al campo de concentración de Bergen-Belsen. Allí separaron a las familias. Las madres fueron enviados a campos de trabajo en minas de sal y los padres, a otro campo, Sachsenhausen . Ellos murieron al final de la guerra, en 1945. Ellas no porque fueron enviadas a Suecia para ser intercambiadas por prisioneros alemanes.

En Bergen-Belsen, una enfermera polaca mantuvo a los niños escondidos y se guardaba comida para alimentarles. Marc, Stella y su primo, Marcus Simon, sobrevivieron al campo de concentración. Este último murió en 2016. Marc vive en un suburbio de Amsterdam y Stella en el distrito neoyorquino de Queens.

«Fue abrumador verme como un niño pequeño, siendo transportado con el resto de mi familia», ha dicho Marc desde Holanda al rotativo neoyorquino. «La gente dice que es mejor no saber», añadió su hermana, Stella, que por su edad no recuerda nada del Holocausto. «Pero sí me gustaría saber más». Gracias a las investigaciones de Broersma y Rossing, ahora se conoce mejor su historia. También la de otra decena de víctimas que iban en esos trenes infames y que ahora recuperan su nombre.

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