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Descubriendo Arcos de la Frontera, la joya gaditana del interior

El fulgor del encalado caserío arcense, su ubicación privilegiada, esas laberínticas callejuelas y sus impresionantes miradores hacen de este enclave una joya para el turismo rural, en la Ruta de los Pueblos Blancos

Dos pueblos gaditanos que cautivan en el Parque de los Alcornocales, la última selva subtropical de Europa

Vista panorámica de la localidad gaditana de Arcos de la Frontera B. M.

J. M. Brazo Mena

Cádiz

Situada en lo alto de una colina, denominada La Peña, bajo la que discurre el río Guadalete, la localidad gaditana de Arcos de la Frontera, constituye un destino ineludible para el viajero en la Ruta de los Pueblos Blancos, por su belleza paisajística, riqueza monumental y tradiciones antiguas, encontrándose orillado en la carretera A-382, que une las poblaciones de Jerez de la Frontera y Villamartín, a más de un centenar de kilómetros de la capital hispalense.

El origen de Arcos está en el cerro de La Peña, de más de 100 metros de altura, que surge en un meandro del Guadalete, un enclave estratégico que fue aprovechado por los romanos que renombraron el asentamiento como Arcis (fortaleza de altura). Los musulmanes también sintieron el embrujo de la peña y convirtieron a Arkos en una importante fortaleza de un reino de taifas, época de la que proviene el trazado urbano, la muralla o el alcázar de la ciudad.

Según la historia, fue Alfonso X el monarca que derribó la resistencia musulmana de Arcos en el siglo XIII, repoblando el lugar con sus tropas. La leyenda, por su parte, cuenta que la reina mora Zoraida había bajado una noche a bañarse en el río, y a su vuelta fue seguida por los cristianos, mientras que otra versión asegura que fue el llanto de un bebé en los pasadizos secretos el que alertó a la soldadesca cristiana, que consiguió internarse en el alcázar.

Imagen principal - Vista panorámica de Arcos de la Frontera, castillo ducal e iglesia de Santa María
Imagen secundaria 1 - Vista panorámica de Arcos de la Frontera, castillo ducal e iglesia de Santa María
Imagen secundaria 2 - Vista panorámica de Arcos de la Frontera, castillo ducal e iglesia de Santa María
Vista panorámica de Arcos de la Frontera, castillo ducal e iglesia de Santa María B. M.

En los siglos posteriores, Arcos de la Frontera fue expandiéndose por las laderas de la peña tanto hacia el sureste como hacia el noroeste una vez que el carácter defensivo de la ciudad pierde su función. Entre los siglos XV y XVIII hay otra etapa de apogeo en Arcos de la Frontera, que perfila la actual fisionomía de la población gaditana. Tras el terremoto de 1755, los arcenses se ven obligados a reconstruir numerosos edificios y modificar el trazado urbano.

Un pueblo que cabalga entre la historia y la leyenda

De esta forma, con su impronta romana, su herencia árabe y su esplendor dieciochesco, Arcos es una viva referencia de su pasado, tanto en la arquitectura como en sus tradiciones. Es un lugar que cabalga entre la historia y la leyenda. Una ciudad para visitarla despacio y descubrirla sin prisas, para saborear los sonidos de sus campanas, recibir el regalo de un atardecer en alguno de sus miradores o deleitarse con la belleza del blanco caserío.

Dentro del casco antiguo, declarado Conjunto Histórico- Artístico en 1962, el visitante podrá descubrir un laberinto de callejuelas, impresionantes miradores, y amplios espacios luminosos jalonados de monumentos y casas palacios como las residencias del Conde del Águila, del Marqués de Torresoto, de Pedro Gamaza, de los Virues y del Mayorazgo ubicadas en las proximidades del Castillo (anterior al siglo XI).

Resultan sorprendentes las iglesias como la de Santa María, construcción de aires románico- gótico situada en la Plaza del Cabildo, o San Pedro, de estilo gótico ojival, florido y plateresco, además de conventos como el de las Mercedarias Descalzas, donde se venden dulces de elaboración propia, o el de la Caridad, de estilo colonial (siglo XVIII), que se levanta fuera del casco histórico.

Mirador sobre el río Guadalete B. M.

Pero la visita a Arcos de la Frontera nunca está completa sin asomarse a uno de sus miradores. Entre ellos, el más concurrido es el Balcón de la Peña Nueva que ofrece un impresionante panorama del tajo sur de la Peña, sus casitas blancas, los meandros del Guadalete y los tonos ocre y verde de la campiña gaditana. Tras ello solo nos queda cruzar la Puerta de Matrera, la única que se conserva del antiguo recinto amurallado.

Además del rosario de monumentos, Arcos conserva tradiciones ancestrales, como la de Semana Santa, que ha sido declarada de interés turístico, tanto por la plasticidad y belleza de las representaciones como por el singular escenario de calles empinadas y estrechas, por donde discurren. El Domingo de Resurrección, lo celebran en el pueblo con el «toro del Aleluya», una de las fiestas más populares del pueblo a la que asisten miles de personas.

Senderismo, «playita» artificial y deportes acuáticos

Los amantes del senderismo, pueden disfrutar del paraje natural 'Cola del Embalse de Arcos', donde se puede realizar una ruta circular que comienza junto al camping y discurre entre la urbanización El Santiscal y el Paraje Natural Cola del Embalse de Arcos, un humedal con un mirador desde el que se pueden observar múltiples aves acuáticas, especialmente ánades, garzas, gallinetas y gaviotas, así como seguir el espectacular vuelo de los cormoranes.

A medio camino de esta ruta circular se encuentra la 'Playita de Arcos', una pequeña zona de arena fina, rodeada de árboles y con magníficas vistas, donde se dan cita en verano numerosas personas para mitigar el calor y disfrutar de la naturaleza. Junto a esta playa artificial se encuentra el Club Náutico donde se puede practicar piragua, pádel surf, vela, paseos en barca y esquí acuático, entre otros deportes acuáticos.

Cocina huertana

Para reponer fuerzas, el viajero podrá disfrutar de un rico patrimonio gastronómico heredado de las diversas culturas que han poblado el lugar. Entre la llamada cocina de la huerta, destacan los guisos de berzas, el abajao (sopa de espárragos), ajo molinero, la alboronía y el gazpacho serrano, mientras que en repostería brillan los bollos de Semana Santa, empanadillas y pestiños, así como la exquisita compota regada con miel serrana.

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